Usted está aquí: miércoles 9 de abril de 2008 Opinión Turismo religioso: la Ruta de la Intolerancia

Carlos Martínez García

Turismo religioso: la Ruta de la Intolerancia

En sus tours piadosos puede ofrecer cazar al hereje. A los 90 millones de pesos que el gobernador panista de Jalisco, Emilio González Márquez, donó para la construcción del santuario cristero, bajo el pretexto de que así apoya una obra que dejará grandes beneficios económicos debido al turismo religioso, puede sumarle igual o mayor cantidad si es que tiene sensibilidad, y buen ojo empresarial, para aprovechar la rica historia ultracatólica de algunas regiones jalisciences.

Aquí le van algunas sugerencias, hechas nada más con el ánimo de contribuir a extender la generosa acción de un gobernante de limpios sentimientos, quien comprometido con su confesión religiosa, la católica, da ejemplo a gobernantes vergonzantes que evitan usar el presupuesto público para causas tan nobles como la encabezada por el insigne cardenal Juan Sandoval Íñiguez: exaltar la heroicidad de los cristeros que enfrentaron al demonio del Estado laico. González Márquez bien podría ordenar que se diseñara la turística Ruta de la Intolerancia. Uno de sus puntos obligados tendría que ser Ahualulco. En este poblado de Jalisco, el 7 de abril de 1874, instigados por el párroco Reynoso más de 200 personas atacaron al misionero protestante John L. Stephens y al converso mexicano Jesús Islas.

Cuenta Alma Dorantes González (“Una guerra religiosa de papel. Impresos católicos del siglo XIX sobre protestantismo”, Religiones y Sociedad, núm. 9, enero-abril de 2000) que el domingo anterior al asesinato multitudinario de Stephens e Islas, el cura Reynoso sentenció desde el púlpito: “El árbol que da malos frutos debe cortarse, den ustedes la interpretación que quieran a estas palabras”. Y el sentido en que las entendieron fue el de ir a cortar de tajo los intentos de los enviados por la Sociedad Misionera de las Iglesias Congregacionales de Estados Unidos. En su recuento Dorantes González, investigadora del Instituto Nacional de Antropología e Historia-Jalisco, consigna que “el cuerpo de Stephens fue horriblemente mutilado y su cráneo ‘dividido en pedazos’”. Las autoridades encarcelaron a varios de los participantes en el crimen. Cinco de ellos fueron condenados a muerte. El sacerdote instigador quedó libre.

En el hipotético tour Ruta de la Intolerancia, que la altura de miras del gobernador Emilio González hará posible, en la parada Ahualulco se debería colocar en una placa la justificación dada, según varios testigos, por el cura Reynoso, en su sermón dominical del 6 de abril de 1874, para erradicar la presencia de predicadores de otros credos: “La presencia de los protestantes indicaba el inicio de una nueva dominación, por lo que era necesario un nuevo levantamiento popular semejante al de 1810, para sacudirse el yugo de esos nuevos conquistadores”. Al clérigo se le olvidó convenientemente que el líder del movimiento de Independencia, Miguel Hidalgo, fue excomulgado por la Iglesia católica y tenido por “hereje luterano” por haber desobedecido a las autoridades eclesiásticas novohispanas.

Una estación que mostraría los beneficios de oponerse al laicismo desintegrador y enemigo de las buenas costumbres católicas, sería la que recreara el descarrilamiento de trenes por parte de comandos cristeros opositores a las fuerzas federales al grito de ¡Viva Cristo Rey! Por supuesto que la recreación tendría que ser computarizada, porque hacerlo en vivo, con personas y trenes reales sería muy costoso y tal vez de mal gusto. A lo largo de la Ruta de la Intolerancia tendrían que construirse escuelas rurales, en las que heroicos maestros normalistas son apedreados por piquetes cristeros con todo y curas al frente. Recordemos que fueron muchos los profesores golpeados, torturados y salvajemente asesinados por quienes les consideraban “enemigos de la verdadera religión”. Hubo maestros desorejados y no pocos estacados bárbaramente. José Revueltas recrea, con maestría literaria, una de esas muertes por estacamiento en el cuento Dios en la Tierra.

Para que los visitantes aprendan de las grandes defensas de la fe, de la fe católica por supuesto, a lo largo de la historia no deben faltar salas en las que bien adiestrados actores y actrices representen juicios inquisitoriales contra herejes como los cátaros, John Wyclif, Jan Hus, Martín Lutero, Giordano Bruno, Galileo, Miguel Hidalgo, José María Morelos y Pavón, entre otros de su calaña. En las recreaciones deberá enfatizarse la bondad de la Iglesia católica que entregaba a los declarados culpables de herejía para que fueran ejecutados por el brazo secular (el gobierno supuestamente civil, pero controlado por los eclesiásticos) con el fin de que a los monstruos se les quitara la vida para que no siguieran pecando.

Antes de terminar el recorrido Ruta de la Intolerancia, los edecanes bien aleccionados por sus capacitadores clericales, recordarán a los turistas sobre las conveniencias de apegarse al voluminoso Catecismo de la Iglesia católica (la edición de Lumen alcanza casi 750 páginas), porque de lo contrario se le podría activar el chip que les inocularon y que a la menor desviación libera fuertes descargas eléctricas. Por último, a los felices visitantes se les obsequiará un bonito cartel, no cártel (las narcolimosnas ya tienen dueños), con luces intermitentes con la esplendorosa leyenda: “Este hogar es católico. No admitimos propaganda protestante, ni de ninguna otra secta, sobre todo si se obstina en defender el Estado laico”.

 
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