Usted está aquí: martes 8 de abril de 2008 Opinión Tumbando Caña

Tumbando Caña

Ernesto Márquez
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■ Conocer África a través de su cine

Poca gente en realidad conoce la riqueza y variedad del cine africano que, aunque incipiente, es uno de los desarrollos más originales y llamativos de la industria fílmica mundial, ya por las condiciones en que se hace o por sus valores intrínsecos.

El cine en África, más que una labor artística con propósitos de entretenimiento, es asumido por sus realizadores como ejercicio fundamental para contar la realidad de su gente, su lucha, sus sueños, sus esperanzas, en fin, la búsqueda de su identidad.

A partir de esa idea se debe apreciar lo que surge de África en materia fílmica.

África ha sido siempre un continente del gesto, de la palabra, de la imagen y del sonido. Por lo que se infiere que el arte fílmico conlleve características diferenciadas respecto al de otros desarrollos. Puede ser un cine pobre, en términos económicos, pero inmensamente rico en contenidos.

Su temática aborda tópicos tan diversos que van de las tradiciones ancestrales, que se conservan en la mayoría de esos países, y el choque con la modernidad, al papel de la mujer en sociedades patriarcales, la emigración a metrópolis occidentales, las diferencias y conflictos generacionales, la sexualidad, la resistencias y autoafirmación de los jóvenes, hasta argumentos de ficción basados en narraciones orales o novelas de escritores africanos

En general puede observarse en el cine africano un interés en sus autores por enseñar, por educar la conciencia del público. Gracias a esa actitud, a esa filosofía, han logrado imponer una manera de hacer filmes que subvierte las formas del cine de género, con lo que han logrado historias creíbles, con poesía en sus imágenes y actuaciones (con actores que no lo son, o por lo menos no en el sentido profesional) grandiosas por su naturalidad y frescura.

Debido a eso los lerdos en la materia afirman que el cine africano está demasiado lejos de los estándares convencionales, por lo cual no tiene futuro.

Lo cierto es que, a diferencia del cine occidental, el africano no se inclina por fórmulas preconcebidas para satisfacer un mercado, sino que su interés primordial radica en la búsqueda y exposición del espíritu africano, mismo que se desprende de valores y situaciones que le es indispensable contar.

Al menos así lo hizo saber en una entrevista el connotado cineasta burkinabés Idrissa Ouedraogo: “Muchos de los profesionales del cine africano estamos comprometidos con la búsqueda de la identidad africana, ya sea en género de ficción o en documentales (…) El cine africano no hay que tratarlo como un entretenimiento folclorista o un compendio de paisajes exóticos, sino como un documento de nuestra realidad, de nuestros sueños y nuestras pesadillas”.

Y reiteraba: “Para mucha gente, África es la guerra, la pobreza, el hambre… Claro, es lo que principalmente difunden los medios de comunicación (…) Por eso es importante que vean nuestro cine, que conozcan lo que hacemos. Es el único modo de mostrar lo que verdaderamente pasa en nuestros países, en nuestras comunidades, en nuestras aldeas. Para nosotros el cine es luz, alegría, fiesta, vida…. pero es también nuestra conciencia, y nuestro mensajero. Eso que no se olvide”.

De todas formas no se deja de observar la tupida maleza de perjuicios que cubre al cine africano. Males endémicos como los de distribución, difusión, falta de salas de proyección, inclusive en el propio continente, que no lo dejan crecer. Problemas de años, como los políticos, que impiden el apoyo de los gobiernos y propician la búsqueda de financiamiento en países de Europa, que lo brindan a cuentagotas.

Pero los cineastas africanos, fieles a la idea de que “el cine debe ser una herramienta educativa de primera magnitud”, han decidido no permitirse ningún tipo de debilidades y mucho menos caer en lamentaciones estériles. Saben que la cosa no se resuelve gritando ¡help me!, sino con decisión y sobre la marcha.

Así es como está surgiendo una industria cinematográfica africana. Una que, pese a todas sus limitaciones, genera películas como las que ahora se exhiben en Africala, el festival de cine africano en América Latina, que concluye el 23 de abril. Para mayor información consulte la página www.africala.org

 
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