Usted está aquí: domingo 6 de abril de 2008 Opinión ¿La Fiesta En Paz?

¿La Fiesta En Paz?

Leonardo Páez
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■ Omisiones y olvidos

Escribe Arturo González: “Me permito saludarle por este medio y al mismo tiempo preguntar sobre la revista. ¿Dónde la puedo comprar?, ¿cuánto cuestan los ejemplares 32 y 33?, ¿dónde se ubica el Centro Cultural de la Tauromaquia (teléfonos, dirección, correo electrónico, etcétera)? Gracias y felicidades por ser de los pocos que nos ilustran continuamente a los muchos villamelones que andamos por estas dehesas de la vida canija que nos da cornadas a cada rato”.

Arturo, tienes razón. Los aficionados al toro ingenuamente suponemos que la Humanidad entera sabe de la fiesta brava. La revista Castálida cuesta 100 pesos y se puede adquirir en el Centro Cultural de la Tauromaquia, ubicado en la calle de Maximino Ávila Camacho 113, casi esquina con Augusto Rodin, a un costado de la Plaza México. El teléfono es 5615-1591 y el portal www.centroculturaldelatauromaquia.com

Algo más contrariada, a la mexiquense Anaís Mena, también le asiste la razón, pero no toda, habida cuenta que la disponibilidad de espacio periodístico es una cuestión física más que de intenciones. Dice en su correo: “Leonardo, te entusiasmaste tanto con los pintores Reynaldo Torres y Rafael Sánchez de Icaza que te olvidaste por completo de comentar la importante obra escultórica del maestro toluquense Luis Albarrán y Pliego, varias de cuyas obras estuvieron expuestas, desafortunadamente para aficionados y público, sólo la noche de la presentación de los ejemplares taurinos de Castálida. ¿No vale la pena un comentario al respecto, por breve que sea?”

Un libro completo de gran formato y esmerada edición, no un apurado comentario, exige a gritos la extraordinaria obra del talentoso y poco conocido escultor, pintor y orfebre Luis Albarrán y Pliego (Toluca, 1893-Distrito Federal, 1967), algunas de cuyas piezas en bronce fueron exhibidas en el Centro Cultural de la Tauromaquia... por una noche, destacando un soberbio puyazo en que el movimiento del conjunto sólo es superado por la sensibilidad del artista.

“Albarrán ganó en 1926 el concurso para erigir el monumento al charro en la ciudad de México; sin embargo, el proyecto no se llevó a cabo por problemas entre los miembros del comité organizador. Encastado, el artista obtuvo en 1929 el primer premio y la medalla de oro en la Exposición Internacional de Sevilla, y durante los años 30 varias de sus esculturas fueron otorgadas como premios a los toreros triunfadores de cada temporada”, concluye Anaís.

 
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