Usted está aquí: domingo 6 de abril de 2008 Capital Estación Indianilla

Ángeles González Gamio
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Estación Indianilla

Seguramente muchos escuchamos a nuestros padres hablar de los caldos de Indianilla, sitio a donde acudían en la madrugada al salir de los bailes, cabarets y antros, término que en esa época hacía referencia a sitios de “rompe y rasga”. Se trataban de puestos que vendían un sustancioso caldo de gallina que dio lugar, según afirman algunos, al caldo tlalpeño, aunque los tlalpenses también disputan su paternidad.

Los expendios surgieron alrededor de las instalaciones de los tranvías de mulitas, que nacieron en 1840 y que en 1900, para festejar el Centenario de la Independencia, Porfirio Díaz mandó modernizar cambiándolos por tranvías eléctricos. Esto dio lugar al establecimiento de estaciones equipadas con colosales transformadores y generadores de sólido hierro e igualmente enormes filtros piramidales de ladrillo, equipo necesario para generar la electricidad que requería el nuevo transporte capitalino, lo máximo de la modernidad.

Una de estas estaciones, desde hace años dedicada a bodegas, recientemente fue rescatada del deterioro por el Gobierno del Distrito Federal, mediante la Secretaría de Finanzas, la delegación Cuauhtémoc, e Impronta Editores por medio de Juguete Arte Objeto AC, para convertirla en el Centro Cultural Estación Indianilla, nuevo concepto museístico que abrió sus puertas al público para presentar en sus salas colecciones que abarcan las diversas manifestaciones plásticas de reconocidos artistas de nuestro país.

Con la idea de hacer la cultura sustentable, al frente del proyecto quedó como director general el doctor Isaac MAasri, prominente dentista, que a la par de arreglar dientes es un exitoso promotor cultural. Él ha sido autor de esas exposiciones que desde hace ya varios años han convertido el Paseo de la Reforma en una gran galería de arte al aire libre. Todavía se puede disfrutar de una de sus más recientes propuestas, que son las originales bancas que diseñaron diversos creadores y que han tenido gran popularidad; siempre hay personas sentadas en ellas sacándose fotos.

El lugar es fantástico; la sola vista de la imponente maquinaria de hierro, pulida y pintada, la espaciosa arquitectura original, de ladrillo y vidrio y las adecuaciones contemporáneas que realizó con gran talento el arquitecto Juan Álvarez del Castillo ameritarían la visita. Pero además hay una rica oferta de arte, comenzando por la exposición permanente de juguete arte objeto, producto de cuatro bienales internacionales realizadas en la ciudad de México, que incluye obra de artistas tales como Leonora Carrington, Francisco Toledo, Sergio Hernández, Brian Nissen, Luis Nishizawa, Rodolfo Morales, José Luis Cuevas y Raúl Anguiano entre otros, además de dos grandes obras realizadas especialmente para este museo por Gabriel Macotela y Manuel Marín.

También se ofrece al público la oportunidad de apreciar una importante colección de libro arte objeto, creada por artistas plásticos en colaboración con reconocidos escritores y poetas. En otra de las salas se contempla la exposición fotográfica del proceso arquitectónico del Centro Cultural Estación Indianilla. Cuenta con un taller de litografía dirigido por los impresores Arturo Guerrero y Francisco Lara, un taller de grabado que labora bajo la dirección de Lenin Fajardo y Natalia Cobos Candela, y uno de encuadernación que está asesorado por el maestro Juan Manuel de la Rosa. Estos talleres están dedicados principalmente a la creación de libro arte objeto. Frecuentemente hay exposiciones de distintos temas y artistas, presentaciones de libros, conferencias, encuentros culinarios, de gráfica e infinidad de actividades más.

Un gran tapanco con piso de tablones de madera aloja una librería con libros de arte y una agradable cafetería-bar con moderno mobiliario en blanco y negro, mullidos sillones y una barra minimalista que invita a beberse un martini bien seco. La carta es breve pero sustanciosa; lo mismo puede degustar el “pepito Indianilla”, que una buena pasta acompañada de una ensalada o un cafetín con pastel, si es media tarde. La noticia más reciente es que ya localizaron la receta de los viejos caldos, lo que nos permitirá constatar si a los ancestros les gustaban tanto por la cruda ya inminente o si realmente eran sabrosísimos. Toda el área está decorada con enormes jarrones, que lucen hermosos arreglos de flores frescas.

Situado en Claudio Bernard número 111, esquina con Niños Héroes, en la céntrica colonia de los Doctores, este lugar se suma a las novedades maravillosas con las que nos sorprende continuamente nuestra fascinante ciudad de México.

 
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