Usted está aquí: viernes 4 de abril de 2008 Opinión OTAN: camino poco claro

Editorial

OTAN: camino poco claro

En la reunión cumbre de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) que terminó ayer en Bucarest, Rumania, los gobernantes de los países miembros de ese pacto militar no lograron dotarlo de una perspectiva clara que lo saque de la lógica que le fue impuesta por el actual gobierno de Estados Unidos, ahora desgastado y próximo a su término, y que lo lleve más allá de la “guerra contra el terrorismo internacional” en la que aún se encuentra involucrado.

Aunque se ha expandido hacia el oriente y ha incorporado a nuevos socios que fueron antes miembros del extinto Pacto de Varsovia, y por más que concentre el mayor poderío militar de la historia humana, la OTAN no ha logrado, tras el derrumbe del bloque soviético y de la propia URSS, dotarse de un sentido preciso en el mundo contemporáneo. Concebida como una alianza ofensiva y defensiva frente a los países en los que imperó el llamado socialismo real, la OTAN fue reconvertida, en tiempos de la administración Clinton, en ejecutora de guerras “humanitarias”, como se calificó a las intervenciones armadas occidentales en territorio de la antigua Yugoslavia, en particular en Bosnia y en Kosovo, y que culminaron con el bombardeo de civiles serbios en nombre de la defensa de los derechos humanos. Posteriormente, el pacto militar fue uncido a la “guerra contra el terrorismo” emprendida por la Casa Blanca para extender su control geopolítico en Asia central y el Golfo Pérsico, y actualmente el logotipo de la OTAN cobija la intervención militar en Afganistán.

El discurso fraudulento acerca de la producción de armas de destrucción masiva por parte de naciones del tercer mundo –inicialmente acuñado por Washington para justificar la invasión, el arrasamiento y la ocupación de Irak–, como expresión de un “terrorismo” evanescente, difuso y, al parecer, ubicuo, ha dado pie a la OTAN para sumarse al programa estadunidense de “escudos antimisiles”, dispositivos antiaéreos de alta tecnología que serán supuestamente emplazados en Europa oriental para interceptar armas que no existen y que probablemente no existan nunca (como las bombas nucleares que, según los gobiernos occidentales, Irán podría estar cerca de desarrollar), tan imaginarias como las de destrucción masiva que supuestamente se encontraban en poder del derrocado régimen iraquí, y cuyo único objetivo real a la vista son los misiles de Rusia, un país que ha dejado de ser enemigo de Occidente y al que la propia OTAN orilla a posiciones defensivas y de rearme. Con entendible alarma, a la luz de los pactos para instalar “escudos antimisiles” en Polonia y la República Checa, Moscú ha reaccionado con severas advertencias a la pretensión de Estados Unidos de incorporar a las repúblicas ex soviéticas Ucrania y Georgia –situadas en las fronteras rusas actuales– al pacto militar occidental.

Ni Estados Unidos ni la Unión Europea tienen, hoy en día, enemigos militares que justifiquen el mantenimiento de una reliquia de la guerra fría como lo es el llamado pacto atlántico. En suma, la OTAN no parece encontrar más misión en el mundo contemporáneo que la de revivir, de manera insensata y absurda, una confrontación bipolar extinta.

 
Compartir la nota:

Puede compartir la nota con otros lectores usando los servicios de del.icio.us, Fresqui y menéame, o puede conocer si existe algún blog que esté haciendo referencia a la misma a través de Technorati.