Usted está aquí: miércoles 2 de abril de 2008 Opinión Ciudad Perdida

Ciudad Perdida

Miguel Ángel Velázquez
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■ El frustrado plan de la ruta azul

■ Denuestos, para que algo quede

¿Que qué pretendía Nueva Izquierda con su exigencia de que se contaran todas las casillas, todos los votos de la elección perredista pasada? Nada más sencillo de responder: seguir la ruta azul.

¿A qué nos referimos con esto? Bueno, pues a esa forma de ganar elecciones sin haber conseguido la mayoría de votos que impuso la democracia neoliberal desde la elección de 2006.

Vamos a tratar de verlo como dictan los hechos. La primera condicionante para lograr esa victoria es tejer acuerdos con todos los enemigos del contrincante para crear una red de seguridad que permita legitimar mediáticamente, por ejemplo, el supuesto triunfo; la segunda, preparar un escenario de ilícitos electorales que ponga en duda la derrota, es decir, crear un ambiente de corruptelas tal que obligue al contrincante a defenderse con armas de la misma calaña, o peores, y la tercera, convertir, vía el conteo de todos los votos, aún los inexistentes, en una elección reñida, donde la duda salte a su favor.

Y luego de todo eso, con el conteo de los votos sucios y limpios, encaramarse en el poder y resistir la andanada que provenga de los contrincantes supuestamente derrotados por el mecanismo del fraude, sin dejar el poder usurpado. Entonces, con el triunfo fraudulento en la bolsa, que se cuente lo que se cuente, que se diga lo que se diga, la red de protección mediática hará su trabajo para tratar de evitar que el sujeto caiga en ilegitimidad total.

El plan, que ahora resulta obvio, debería funcionar más que en el nivel nacional, en el local, es decir, en el Distrito Federal, donde la última salida tendría que ser llamar al desconocimiento de la elección, sólo que en la capital las anomalías, el cochinero, no fue del tamaño que se hizo en la elección nacional, lo que en buena medida frustró el proyecto.

De cualquier forma esa salida ya está en la discusión. Cancelar la elección para exhibir a ese partido como ejemplo de triquiñuela política, cuando menos, y si así les conviene, y vacunar los fraudes venideros que serían la única posibilidad de lograr mantener a la derecha en el poder.

No obstante el momento para declarar que la elección debería se abortada ya pasó. En todas partes, en todos los ámbitos se sabía que la elección perredista sería un desastre. Los métodos usados por Nueva Izquierda saltaban a la vista, y las formas de contrarrestarlos desde la trinchera de Izquierda Unida corrieron por el mismo carril. Entonces, frente a la certeza de que en ese partido se diera un juego limpio, la elección debería haber sido anulada. Hoy ya es muy tarde.

Y no era todo, en el mismo paquete se metió la pretensión dolosa de querer comparar la elección presidencial con la del PRD, para tratar de limpiar el fraude de 2006, y eso obedece al mismo plan, y sólo se entiende cuando se miran los esfuerzos de los medios llamados masivos, por insertarla en ese debate que ya fue juzgado por una buena parte de la población que considera a esos comicios un fraude. El proyecto no se ha podido realizar en el Distrito Federal, pero desde todas las trincheras alineadas a NI, no se pierden las esperanzas de repetir el numerito.

De pasadita

La denuncia del secretario general del partido del sol azteca en el Distrito Federal, Carlos Reyes Gámiz, en contra del secretario federal del Trabajo pesa demasiado entre los azules, que ya no quieren cargar con otro muerto, y juran y perjuran que no entrarán a defender al funcionario. Tan es así que dicen que el punto de acuerdo que desde la Cámara de Diputados se dará para investigar a Javier Lozano no será impedido por el panismo. En pocas palabras, lo dejarán rascarse con sus propias uñas. Ni modo.

 
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