Usted está aquí: domingo 23 de marzo de 2008 Opinión Tumbando Caña

Tumbando Caña

Ernesto Márquez
[email protected]

■ Palmieri, como al principio

No fue cualquier concierto ni en cualquier lugar. El de Eddie Palmieri la noche de Jueves Santo en la Plaza de Armas de la ciudad de Zacatecas fue único y estimulante. Ya por ser un rencuentro con la salsa dura, por tener la oportunidad de convivir con una leyenda viva de la música afroantillana y por darse en un sitio y en un momento a todas luces especiales.

Invitado por el Instituto Zacatecano de Cultura, Eddie Palmieri y su orquesta llegaron a esta histórica ciudad con el único fin de “hacer gozar a la gente”, de “ponerle azuquita en la cintura”. Bien sabemos que por estos rumbos la rumba no es cultura, pero a fe mía que con Palmieri gozaron “de una manera espantosa”.

La cosa estuvo muy bien, porque mucho se tendrían que torcer las cosas para que un concierto de este maestrazo no se diera bueno. “Mi única preocupación es no llegarle a la gente, que mi trabajo no guste”, dijo en entrevista.

Faltando 15 minutos para las nueve de la noche apareció el maestro Palmieri con su banda en el escenario y bastaron unos acordes para comprobar que “aquí todo mundo goza porque le conviene”.

Palmieri, quien suele empezar sus conciertos con una sesión de calentamiento, una suite a piano solo, no lo hizo en esta ocasión dada las condiciones climatológicas, por lo que arrancó por todo lo alto con Muñeca, un lingo afrocubano que tocaba en sus comienzos salseros. Ah, porque hay que decirlo, el maestro viene en plan retro, ha retomado la estructura orquestal de trombones-flauta-ritmo y armonía de antaño, como cuando iniciara con La Perfecta, la mítica agrupación salsera de los sesenta que fundara con Barry Rogers.

Atrás ha quedado la dicotomía salsa-jazz latino de Eddie, ahora se inclina más por el baile. Para ello, nos dice, ha convocado a los mejores instrumentistas del género. “Mis amigos”: el flautista Eddie Servigon, fundador de la Orquesta Broadwy; el tresero Nelson González, habitual en las grabaciones de Gloria Estefan, Rubén Blades y Cachao; Jimmy Bosch, trombonista, compositor, arreglista y una de las piezas claves de la salsa dura; Herman Olivera, quien ha prestado su voz a infinidad de agrupaciones como la de Ray Barreto o Hispanic Harlem Orchestra; el conguero Johnny Rivera, miembro fundador de La Ponceña; el timbalero José Clausell, veterano de su orquesta; el bongosero Orlando Vega y el contrabajista Luque Curtis, quines a pesar de su juventud son considerados por Palmieri como “grandes talentos”.

El evento pues, no era cualquier evento. La presentación de Palmieri revestía un interés adicional al provocado por su presencia. “Esta es una constelación de estrellas”, me comentaban Emilio y Luciano, unos amigos que llegaron del Distrio Federal a presenciar la actuación del mítico pianista y su agrupación.

¡A gozar!

Aunque el público ya estaba encendido tras participar con el Tamborazo Jazz que animó la tradicional callejoneada zacatecana, hubo que esperar al segundo tema, el sabroso chachachá Cuídate Compay para arrancar el entusiasmo general.

Transcurridos los 16 minutos que dura el tema, el comandante Palmieri ordena ¡Bilongo! guaracha en la que Herman Olivera, el sonero de New Jersey, aprovecha para mostrar sus grandes cualidades repentistas con improvisaciones de todo tipo. Es el punto cumbre. Palmieri se levanta del piano, da unos pasitos chéveres y convoca a llevar la clave con las palmas; luego se dirige a sus músicos: grita, ordena, marca... y estos le obedecen como el gran líder que es.

Luques Curtis le sigue firme, con su touche funk que incita y provoca; el imaginativo José Claussell, abre camino con sus timbales, mientras que el gran conguero Johnny Rivero (Pequeño Jhonny) no se da descanso descubriendo sonoridades en sus tres tambores en tanto que el bongosero Orlando Vega repica su instrumento con sensibilidad y sentido del tempo.

Eddie está orgulloso de ellos y los presenta haciendo hincapié en lo grande que son: “Una leyenda de la flauta”, dice de su tocayo Eddie Servigón; “el trombonista que todos los directores de orquesta deseamos tener”, apunta en referencia de Jimmy Bosch, quien viene soplando de maravilla, y “mi compay Conrad Herwig, un gran jazzista que ha colaborado con todos los genios”.

La fiesta continúa con Lázaro y su micrófono que se presta para el lucimiento de los trombones y el ejercicio pianístico del, puertorriqueño; una manera de abordar el instrumento que nos hace pensar que el que toca no es uno sino dos pianistas: Eddie y Palmieri. Vaya que manera de manejar la mano izquierda de los tumbaos armónicos y la derecha en los desarrollos melódicos estableciendo a la ves diálogos contrapuntísticos con el tres de Nelson.

Viéndolo con esa energía y voluntad musical ya no le creo la intención de retirarse. Palmieri no puede vivir sin la música, se obvia.

La rumba llama y Eddie nos manda Bouncer con la que intenta concluir ante el repruebo de la gente por lo que nos regala un esplendida propina rumbera con la que siempre cierra y en la que el Pequeño Johnny, José Clausell y Orlando Vega construyen una espectacular e imaginativa descarga de resonancia histórica.

En la única presentación que hizo el mago de las blancas y las negras en Zacatecas quedó demostrado por qué ha ganado 7 Grammys y no hay nadie que le alcance.

 
Compartir la nota:

Puede compartir la nota con otros lectores usando los servicios de del.icio.us, Fresqui y menéame, o puede conocer si existe algún blog que esté haciendo referencia a la misma a través de Technorati.