Usted está aquí: miércoles 19 de marzo de 2008 Política Alcaldes, meretrices y medios

Arnoldo Kraus

Alcaldes, meretrices y medios

Mientras no se dañe a terceros, cualquier persona tiene derecho de utilizar su dinero como le convenga o como quiera. Utilizar el dinero de otros para fines personales es incorrecto. Usufructuar fotografías de personas inocentes con fines políticos o para ensalzar noticias es, desde el punto de vista de la ética, inadecuado. Ya que la ralea política es casi idéntica, sea mexicana, estadunidense, blanca, negra, judía o católica, y debido a su pertinaz y nauseabunda presencia es muy difícil que nuevos actos sorprendan: la falta de ética de los políticos apilada en los lomos del mundo abarca todos los rincones. No hay nuevos espacios que corromper. No hay lugar para nuevas inmoralidades: todo lo inimaginable ha sido hecho.

La historia de Eliot Spitzer, ex gobernador del estado de Nueva York, y su vínculo con prostitutas no es nueva ni quita el sueño. Poco importa el monto del dinero invertido –que no gastado–, ni su afición –que sí necesidad– de frecuentar meretrices. Lo que sí es crítico, en cambio, es saber si sus placeres eran sufragados por sus ahorros o por el dinero de los contribuyentes. También es fundamental discutir y denunciar la actitud de los medios de publicación: ¿tienen derecho de publicar la fotografía de la prestadora de servicios Ashley Alexandra Dupré?, ¿es lícito que su imagen circule por todo el mundo a raíz del affaire Spitzer? En caso de que la meretriz resulte dañada por la difusión del escándalo, ¿se podrá inculpar a los medios de publicación, a Spitzer o a los intermediarios?

Es correcto que se enjuicie a Spitzer en caso de que se demuestre que el dinero que utilizaba para satisfacer sus necesidades sexuales provenía de donde no debía provenir. Es aceptable que su esposa, la abogada Silda Wall Spitzer, quizás siguiendo el ideario de Hillary Clinton, quien ha repetido en innumerables ocasiones que “hay cosas peores que la infidelidad”, apoye a su marido y le permita ser feliz gracias a la prostitución. Lo que me parece un dislate es la actitud no ética de los medios de publicación al difundir la fotografía de Kristen (nombre ficticio de AAD).

A ese respecto Kristen declaró al The New York Times: “No quiero que se me vea como un monstruo. Lo estoy pasando muy mal”. De hecho, la joven será llamada a declarar como testigo. Me pregunto: ¿testigo de qué? Son varias las posibilidades, me imagino que la mayoría morbosas, de lo que se buscará indagar. Para no atizar el fuego en cuanto a los posibles testimonios de Kristen, sólo espero y deseo que la meretriz revele el nombre de muchos políticos que usaban dinero malhecho para satisfacer sus urgencias sexuales. Una noche por casi 30 mil dólares –eso se dice que cobran las mejor pagadas– serviría para educar “un poco” a los políticos estadunidenses más impotentes.

Hasta el viernes, la página de Kristen en Myspace había sido visitada por más de siete millones de personas. El morbo es el morbo, las ventas son las ventas y la ética deja de ser necesaria cuando predominan motivos como los señalados. Lamentablemente, en demasiadas ocasiones, muchos medios de publicación, que deberían funcionar bajo la égida de cánones éticos, rompen esos compromisos. Publicitar la fotografía de meretrices no es necesario para hundir a todos los Spitzer que rentan esos servicios.

Cuando queda un poco de justicia en el medio, o cuando son desenmascarados por azares del destino, o por sus impotencias, los Spitzer suelen caer por su propio peso para después encumbrarse por otros de la misma calaña. Con las prostitutas, protegidas mientras resulten útiles, la historia puede ser distinta cuando ya no son indispensables, a pesar de la historia de sus servicios o incluso a la calidad de su alma –como sucede en la obra de Bertolt Brecht, El alma buena de Sechuan.

Ya que la prostitución es ilegal en Estados Unidos el gobernador debe ser juzgado. Debe ser juzgado además porque persiguió las redes internacionales de prostitución que operaban en Nueva York, ciudad de la que fue fiscal general durante ocho años. Y debe ser juzgado también en caso de que su meretriz resulte afectada.

El caso Spitzer plantea también la polémica en cuanto al papel y los límites de los medios de comunicación: ¿es ético haber publicitado la imagen de la meretriz? La justicia no requería usufructuar el nombre de Ashley Alexandra Dupré para exponer la historia del gobernador neoyorquino.

 
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