Usted está aquí: miércoles 19 de marzo de 2008 Opinión Ciudad Perdida

Ciudad Perdida

Miguel Ángel Velázquez
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■ El perredismo decidió el 24 de febrero

■ Nueva Izquierda erró la estrategia

La elección para presidente del PRD en el Distrito Federal se efectuó aquella mañana del 24 de febrero, frente a la Torre de Pemex, y ni el mismo Andrés Manuel López Obrador lo entendió.

Aquel mediodía la gente dejó sentir su repudio por algo que les pareció lejano y contrario a ellos mismos. La rechifla a Javier González Garza, primero, y los insultos, y nada más que eso, insultos, a Carlos Navarrete, dieron la medida exacta de lo que pasaría en la elección del 16 de marzo.

Nadie en sano juicio podría pensar que después de aquella demostración pública, algún miembro de Nueva Izquierda pudiera ganar la elección en buena lid. La gente votó aquel mismo día, y sólo refrendó su juicio en las urnas en la fecha prevista, el 16.

Así que no podía haber sorpresas. De la misma manera como un Zócalo lleno chifló y rechifló en contra de Porfirio Muñoz Ledo, y luego condenó a Carlos Imaz. Así como a la sola mención de René Bejarano se despliega el abucheo, el diputado González y el senador Navarrete, y junto con ellos su corriente política, recibieron de parte de los miembros de la Convención Nacional Democrática un veredicto que no podía hacer pensar en triunfos electorales.

¿Quién erró la estrategia en Nueva Izquierda? Saberlo será cosa difícil en estos momentos, pero quienes supusieron que sólo moviendo los resortes del poder mediático, o del poder formal, se podría engañar a la gente, se equivocaron, y la derrota en esta ciudad habla de futuros políticos muy inciertos para la tribu que aquí encabeza René Arce.

Lo cierto es que en las filas de la Convención Nacional Democrática, cuando menos en la ciudad de México, no muchos se creyeron la cantaleta demagógica de la izquierda moderna. El canto de los micrófonos no cambió la idea que ya se habían hecho de lo que significa la izquierda moderna, y pese a las críticas que los calificaron en todas las ocasiones como gente atrasada, pedestre, salieron a dar su voto por todo lo contrario a las recomendaciones de la tele y la radio.

Cabría entonces la autocrítica en Nueva Izquierda, porque nadie más que ellos esculpieron el perfil de su derrota, aunque esto parece una cuestión imposible si pensamos, por ejemplo, en esas voces histéricas que aquel mismo día, en el templete desde donde se hicieron los discursos, culpaban a López Obrador de lo que pudiera ocurrirle al abucheado, sin tener en cuenta sus propias culpas.

Ahora la dirigencia del PRD en el Distrito Federal tiene que escuchar la voz de la gente, escuchar a una militancia que pese a todo le ha sido fiel, para tomar las decisiones que cumplan con el mandato de ellos, de lo contrario muy pronto también serán repudiados. Esa parece ser la sentencia.

De pasadita

La apuesta es grande. Cerrar la página del caos en el transporte de la ciudad no parece empresa fácil, hallar las fórmulas que libren a los transportistas del peso de los liderazgos corruptos, plantea romper con estructuras de poder que durante años y años sólo han servido para alimentar vicios políticos que desembocan, regularmente, en perjuicios para la población.

El limitar por ley las tarifas del transporte concesionado a los niveles que señale la inflación plantea eso, el romper la práctica del chantaje constante de los líderes en contra de las autoridades que concluían casi siempre en beneficio para el liderazgo y tolerancias absurdas para los choferes, y como consecuencia última un servicio pésimo hacia el usuario. Nada más falta que la iniciativa de ley sea bloqueada por los que se dicen representantes de la gente. Cuidado con eso.

 
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