Usted está aquí: domingo 16 de marzo de 2008 Cultura Duverger: para entender a Mesoamérica se debe hacer a un lado la visión europea

■ El historiador presentó El primer mestizaje

Duverger: para entender a Mesoamérica se debe hacer a un lado la visión europea

Fernando Camacho Servín

La riqueza cultural de Mesoamérica fue producto de la confluencia de varios pueblos, que dieron lugar a un nuevo proyecto civilizatorio que, aun en la actualidad, sigue sin ser comprendido cabalmente, porque seguimos viéndonos a nosotros mismos con los ojos de Europa.

La forma en que sucedió ese encuentro fundacional entre los indígenas de la región es el motivo central del libro El primer mestizaje (Editorial Taurus), del antropólogo e historiador francés Christian Duverger.

En entrevista con La Jornada, el autor explicó que para acercarse y conocer a las civilizaciones prehispánicas es necesario cambiar totalmente el marco teórico con el que siempre las vemos, que ha demostrado ser arcaico y simplista.

“Es necesario entender a Mesoamérica de una forma distinta a la decimonónica, que es una visión inadecuada impuesta por el mundo europeo y no corresponde a la realidad indígena. No podemos seguir escribiendo su historia como una sucesión de misterios y preguntas que no se pueden contestar”, señaló.

Mestizaje cultural y de sangre

La génesis de la gran veta cultural mesoamericana tuvo su origen entre los años 1500 y 1200 antes de Cristo, a raíz de la mezcla de los pueblos agricultores sedentarios establecidos en el valle de México, de origen otomí, y las tribus nómadas de la familia yuto-azteca, los nahuas, quienes durante 28 siglos aglutinaron en torno a ellos a los demás pueblos, entre ellos los mayas y otros grupos menos numerosos.

Mesoamérica, afirmó el investigador, “es el producto de ese mestizaje cultural y de sangre” que dio lugar a una nueva cosmogonía y un nuevo orden político”, y significó un elemento de unificación cuya influencia llegó hasta los puntos más lejanos, como el occidente, norte y sur de México, donde los topónimos en lengua náhuatl demuestran el alcance del poder mexica.

Para comprender ese mundo, reiteró Duverger, debemos cambiar la visión nacionalista del siglo XIX, basada en el concepto europeo de construir un país a través de un territorio, un solo pueblo y un idioma nacional.

“La realidad nunca fue así. Tenemos que reconocer la naturaleza pluriétnica de México, en donde los diversos grupos pueden convivir sin abandonar su lengua” ni otras características que les dan identidad propia, y al mismo tiempo comparten una misma raíz y cosmovisión.

¿Desaparición misteriosa?

Esa concepción deformada de Mesoamérica es la que genera el mito de que las civilizaciones olmeca, maya o teotihuacana “desaparecieron misteriosamente”, como si se hubieran evaporado sin dejar rastros.

“Es absurdo pensar que todos los hombres que hablaban un idioma se murieron. Puede desaparecer un estilo de gobierno, una tendencia o inclusive una ocupación territorial, pero no por ello desaparece una civilización entera”, sino que evoluciona o se transforma en algo más.

En su libro, Duverger analiza cinco épocas concretas en donde se produjeron cambios importantes en la civilización mesoamericana, y pone de manifiesto el nivel de complejidad que ésta alcanzó, como lo demuestra la creación de una escritura ideográfica completa.

“La lectura nueva que propongo busca valorar mejor el patrimonio de México, rehabilitar la historia prehispánica como un acontecimiento profundo y demostrar que se trataba de culturas desarrolladas. Hablar inclusive de elementos como el sacrificio humano, pero explicando por qué y cómo existió.”

 
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