Usted está aquí: sábado 15 de marzo de 2008 Opinión La agenda no pasa por la UNAM

Néstor Martínez Cristo

La agenda no pasa por la UNAM

No es ésta la primera, ni será la última vez, que se pretenda colocar a la UNAM en la picota.

Ya muchas veces hemos visto cómo los mismos sectores, las mismas plumas, las mismas voces, con los mismos señalamientos obtusos de siempre, aprovechan coyunturas para lanzar sus dardos en contra de la Universidad Nacional Autónoma de México y de la instrucción pública en general.

Por eso ya no sorprenden, ni deben preocupar demasiado, esos ataques que, por oportunistas y ramplones, lejos de vulnerar terminan por fortalecer la imagen de la UNAM.

Lo que sí sorprende y preocupa en esta nueva andanada contra la Universidad Nacional es, primero, lo prolongado de la misma y, segundo, que se pretenda a toda costa fincar algún tipo de responsabilidad a la UNAM en hechos de los que, más bien, tendría que ser considerada como parte agraviada.

Han sido muchos días, semanas ya, en los que diversos medios agotan sus espacios y sus tiempos en rascarle, en intentar vincular a la UNAM con las FARC y, por tanto, responsabilizarla de la presencia e incluso hasta de la muerte de universitarios en el campamento guerrillero.

Ya la universidad, su rector y diversas autoridades de la institución han salido oportuna y repetidamente a los medios de comunicación, de diversas maneras y en diferentes medios, para expresar su indignación por lo acontecido en territorio ecuatoriano; para deslindar a la UNAM del asunto y para responder con claridad a los cuestionamientos de los representantes de los medios.

La Universidad Nacional es una institución pública de educación superior, pero es también fundamentalmente un espacio de libertades, donde caben y se respetan todas las corrientes. Esa es una de sus fortalezas. Así lo han dejado claro sus autoridades en repetidas ocasiones.

Pero tales declaraciones y posicionamientos parecen no tener eco. Curiosamente, ciertos medios recogen la información, la reproducen e, incluso, la comentan. Y al día siguiente, no obstante, vuelven a bordar sobre el mismo asunto, con los mismos argumentos, como si la voz de la universidad estuviera ausente o simple y sencillamente no fuera importante.

Así ha sido. Así se ha dado a lo largo de los días. Basta con revisar la prensa y los monitoreos de fechas recientes. Y cuando el asunto comienza a desaparecer de las primeras planas de los diarios y de los encabezados de los noticiarios electrónicos más importantes, para ocupar el espacio que realmente le corresponde, el tema UNAM resurge súbita y estruendosamente.

Y se subraya el tema UNAM porque es precisamente ese, ningún otro, el filón que vuelve a despertar el interés de los medios con respecto a la agresión en suelo ecuatoriano. No el silencio gubernamental, no la existencia y operación de las células guerrilleras en México. Nada. Lo que reaparece es la Universidad Nacional, sin duda la institución más taquillera en cuanto a los ratings en medios electrónicos y una de las que más venden en las portadas de diarios y revistas.

Por repetitivo, este hecho llama la atención y mueve a la reflexión. Porque el tema UNAM ha sido también uno de los favoritos de los partidos políticos y gobiernos para distraer la atención de medios y sociedad, para tender cortinas de humo que oculten hechos que verdaderamente los comprometen.

Así, llámense porros, jóvenes “rechazados”, movilizaciones estudiantiles o gremiales,  o cualquier otro asunto capaz de  encender focos en la máxima casa de estudios, se han convertido a lo largo de los años en algunas de las herramientas favoritas de grupos externos a la universidad.

Son manos anónimas, generalmente poderosas, que mueven, intrigan, compran, influyen, con el fin de distraer, ocultar, fintar…  para ganar tiempo.

Por eso ahora vale la pena revisar si la responsabilidad o no de la UNAM en el referido asunto tiene los alcances y la importancia para encabezar, de manera natural y no inducida, la tan polémica agenda del país. Yo creo que no.

Ahí están en esa agenda, de manera destacada, el llamado caso Mouriño, la reforma energética o, inclusive y si se quiere, la supuesta o real operación de las FARC en México, abordada como un asunto de seguridad nacional.

Francamente, esa agenda, hoy, no pasa por la UNAM.

 
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