Usted está aquí: viernes 14 de marzo de 2008 Opinión Ciudad Perdida

Ciudad Perdida

Miguel Ángel Velázquez
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■ Campaña en París contra el DF

■ El gobierno federal estaría detrás

■ Demolición de inmueble, motivo

En los corredores del edificio de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) en París, se soltó una campaña en contra del gobierno de la ciudad de México, al que se culpa de haber destruido algunas edificaciones catalogadas por esa instancia como parte del patrimonio de la humanidad, lugar que se dio al Centro Histórico de la capital de México, afinales de 1987.

Quien nos hizo llegar la especie dice que quien o quienes se han dado a la tarea son miembros del gobierno federal, aunque se niega a dar nombres, pero asegura que la campaña es totalmente cierta, y que hubiera podido desembocar en la decisión de la UNESCO de retirar el nombramiento a la ciudad de México, y con ello los fondos de ayuda a la conservación de ese patrimonio histórico.

Lo que no se dice, o no se quiere decir, es que durante el cuarto de siglo del periodo neoliberal que vivimos, ese mismo gobierno federal no ha invertido ni un solo centavo para preservar, por ejemplo, las edificaciones que al paso de los años y el descuido se fueron convirtiendo en verdaderas ruinas que apenas servían de refugio a indigentes y animales callejeros.

Desde luego que esa situación no era suficiente para que la autoridad encargada del Centro Histórico entrara, con soberbia, pico y pala, a destruir inmuebles catalogados, como se hizo, pero de ahí a buscar hacer un daño real a todo el Centro Histórico, como ahora pretenden quienes han armado la campaña, hay diferencias.

Sí, por décadas el Centro Histórico estuvo abandonado. No fue sino hasta el sexenio pasado cuando se empezaron a realizar obras y a invertir dinero en su remozamiento. Antes, frente a la urgencia de salvar ese patrimonio, sólo hubo desdén y olvido, pero eso no se dice en París, y al error se le trató de interpretar como un acto premeditado en contra de un bien de todos, de toda la humanidad.

La campaña de marras se centró en la edificación marcada con el número 97 de la calle Regina. Esa misma calle estaba llena, hasta hace algunos días, de un comercio ambulante que ya no permitía ni siquiera el tránsito de automóviles, y como dijimos, las ruinas del inmueble también estaban repletas de la basura que produce el llamado comercio informal, sin que nadie se preocupara por su suerte.

Ahora se quiso sacar raja política de ese error, y por eso es que muy pronto deberá de darse a conocer cuál es el plan del gobierno central para restituir, hasta donde eso sea posible, la edificación que, por ejemplo, podría convertirse en uno de los centro de cultura más importantes del país. Nada logrará que las viejas piedras vuelvan a su lugar, pero algo digno tendrá que erigirse en ese número 97.

Hay quien dice que ya está lista una iniciativa de ley que asegure, de todas formas, la preservación del patrimonio cultural y evite, de esa forma, que la arrogancia, la prepotencia y la ignorancia, desde luego de algún funcionario, vaya en contra del Centro Histórico de la ciudad de México. Por lo pronto, la campaña se desinfló, porque la UNESCO ya conoce el proyecto del GDF, y quedó satisfecha.

De pasadita

Cuentan por ahí que el miércoles por la noche, en las oficinas del gobierno legítimo se citó a todos los delegados políticos del Distrito Federal, los 14 perredistas, claro está, para preparar el acto del día 18 de este mes en el Zócalo. Un muy buen rato después, hasta esas oficinas sólo había llegado el de Azcapotzalco, Alejandro Carvajal. Ningún otro asistió a la cita. ¿De qué se trata?

 
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