Usted está aquí: viernes 7 de marzo de 2008 Opinión Derrida y la escritura interna

José Cueli

Derrida y la escritura interna

Del ensayo de René Major, “Derrida y el psicoanálisis” (publicado en el libro compilado por Tom Cohen, Derrida y las humanidades), se torna perentorio señalar que el filósofo francés “concibe siempre la posibilidad de la escritura, de aquella que se considera la más consciente y efectiva en el mundo: –en términos de la labor de la escritura entre el inconsciente y el consciente–”, como el propio Derrida escribe textualmente en “Freud y la escena de la escritura”, en su brillante libro La escritura y la diferencia.

Como señala Major, Derrida retiene de la escena freudiana del sueño dos aspectos que no dejará de lado tras el correr del tiempo: la primera será la llamada connivencia entre la escritura fonética y el logos dominado por el principio de no contradicción y, el segundo, el inestable límite o frontera entre el espacio no fonético de la escritura y el espacio de la escena de los sueños. Aquí se rompe con el concepto del tiempo lógico, del tiempo lineal.

Resulta claro el punto de apoyo de Derrida en la apelación freudiana al pictograma, al jeroglífico por descifrar, a la escritura no fonética en general.

Conviene aquí recordar lo que Freud enunció al respecto, en 1913: “(...) en lo que sigue el ‘habla’ debe entenderse no sólo como la expresión del pensamiento en palabras, sino incluir el habla de los gestos y todo otro método, tal como, por ejemplo, la escritura (...) es incluso más apropiado comparar los sueños con un sistema de escritura que con un lenguaje. De hecho la interpretación de los sueños es completamente análoga el desciframiento de una antigua inscripción pictográfica como los jeroglíficos egipcios (...) La ambigüedad de diversos elementos de los sueños encuentra un paralelo en estos antiguos sistemas de escritura”.

En mi opinión, no es por azar que Freud, en un momento decisivo del arranque de su teoría, recurra a modelos metafóricos que parten de una grafía exterior y posterior a la palabra. Y es así como Derrida lo entiende y de allí su texto magistral sobre la escena de la escritura.

Ambos apelan a signos que no vienen a transcribir una palabra viva y plena, presente en sí y dueña de sí. Feud no se sirve de la metáfora de la escritura no fonética. La metáfora sólo lo es si le aclara, quizá de rechazo, el sentido de la huella en general y, en consecuencia, articulándose, el sentido de a escritura en el sentido corriente.

Al respecto, Derrida opina que mediante la insistencia de su inversión metafórica, Freud vuelve enigmático, por el contrario, aquello que se cree conocer con el nombre de escritura. En palabras de Major: Derrida señala que al hacer una escena de escritura, Freud habrá dejado que la escena se redoble, se repita y se exponga en la escena (escenario). Todos los escritos de Derrida, su pensamiento de la escritura, de hecho el concepto de archihuella, la borradura del origen, llevan la huella de la lectura de Freud. Tomado así, todo habría comenzado en la literalidad y en la duplicación. “El significado es siempre ambiguo, múltiple y diseminado”.

Entretanto, Derrida se iba anticipando a las nuevas técnicas de impresión, reproducción y archivamiento. Aparece, años después, su libro Mal de archivo: una impresión freudiana. Derrida anuncia: “La estructura técnica del archivo que archiva determina además la estructura del contenido archivable, incluso en su mismo llegar a existir y su relación con el futuro. Si estamos de acuerdo con Derrida, el sicoanálisis (teoría, práctica e institución) sería totalmente una ciencia del archivo y del nombre propio, aquello que archiva memoria y la transforma (archiviza, borra, destruye”). Y según Major, siguiendo a Derrida: “Sería también la ciencia de su propia historia, de la de su zozobra, de la relación entre los documentos privados (secretos) y la elaboración de su teoría y de todo lo que, de una manera subterránea, puede iluminar su aparición en el mundo”.

 
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