Usted está aquí: jueves 6 de marzo de 2008 Cultura Los ignorantes me consideran un tirano, afirma Enrique Bátiz

■ Realizar un esfuerzo adicional es una exigencia de la música, dice el director de la OSEM

Los ignorantes me consideran un tirano, afirma Enrique Bátiz

■ “¿Cómo queremos competir con la Filarmónica de Berlín si tocamos como los mariachis de la esquina?”

■ Los atrilistas deben aceptar con dignidad y humildad sus yerros, expresa a La Jornada

Ángel Vargas (Enviado)

Ampliar la imagen El director de orquesta Enrique Bátiz en acción El director de orquesta Enrique Bátiz en acción

Lincoln, Nebraska, 5 de marzo. Admirado por unos, denostado por otros, controvertido, Enrique Bátiz afirma: “No tengo mala ni buena fama. Es más, ni fama tengo. Ésos son cronopios. Lo que sí tengo es la certeza de que ha valido la pena dedicar mi vida a la música, porque he crecido.

“Pongo como mi modelo a Martín Lutero, quien se encerró un año para traducir la Biblia al alemán. Se volvió huraño, no recibió ni a la monja que le gustaba.

“¿Se puede decir que perdió el tiempo? No, ¿verdad? Pues he hecho lo mismo los pasados 30 años. Soy un hombre letrado, preparado para cualquier situación, y las personas que no han hecho ese esfuerzo encuentran dificultad de relacionarse conmigo.”

De 65 años, el director de orquesta, en entrevista con La Jornada, encara las críticas sobre su personalidad, esa leyenda negra en el medio musical mexicano respecto de su manera de relacionarse, cuando menos, con la Orquesta Sinfónica del Estado de México (OSEM), la cual fundó en 1971 y en la que vive su segunda época desde hace 17 años.

Mozart componía para sobrevivir

La charla ocurre al término de la hora de ensayo previa al concierto que esa agrupación efectuaría en esta ciudad, como parte de su gira por Estados Unidos, la cual concluirá el 21 de marzo.

–¿Se considera un artista intransigente, un director tirano?

–El artista debe tener entre sus cualidades el temperamento. Es algo que la gente reconoce y agradece. Si queremos alcanzar la excelencia o estar cercanos a ella, se necesita hacer un esfuerzo colectivo, cuando se trata de una orquesta.

“Es un sacrificio, que implica disciplina, aceptación, tolerancia, entendimiento y esfuerzo común para lograr con empatía, armonía, el alcance de ese otro nivel más alto que existe.

“No es fácil, y puede malentenderse por tiranía ante la exigencia de la propia música. Si la música lo exige, y así lo entiendo, y los demás no, pues es problema de ellos, los atrasados, los retrasados o los sin talento. Para ellos o para los ignorantes puede parecer un tirano aquel que exige un esfuerzo adicional.”

–¿Qué costos le ha representado esa manera de pensar?

–Nada, excepto la enemistad gratuita de muchas personas a las que ni conozco, como son los músicos de algunas orquestas.

“No me arrepiento de mi forma de ser ni de mi proceder. No me puedo arrepentir del crecimiento personal adquirido, que me indica que se debe hacer un esfuerzo adicional cada día para lograr ser mejor persona, artista e intérprete, y no el mismo zángano.”

–Usted ha manifestado que no es político ni un hombre correcto.

–La corrección es un impedimento en muchos momentos de la vida artística. Para lograr entender la vida de los grandes maestros, hay que saber que no fue correcta; estuvo plagada de miserias, sacrificios. Ninguno de los compositores murió como hombre rico.

“Mozart no tuvo ni para pagar la renta, componía para sobrevivir. Entonces, ¿cómo podemos llegar a ser políticamente correctos y decir que él vivía como un gran burgués? Si eso es correcto, yo no soy así.”

Ascender más allá de lo rutinario

–¿Cómo asume que existan músicos anti Bátiz?

–Algunos son sicópatas; otros, unos ignorantes, y hay más, la gran mayoría, que ni siquiera me conocen, pero tampoco aman la música con pasión. Para juzgar hay que tener pureza, una cualidad intrínseca, que es juzgar al artista como es, en los hechos, no en los dichos.

–¿Su trato es el mismo para todas las orquestas que dirige?

–No. Trato de ir sólo a orquestas buenas. Acepto a la Royal Philarmonic, por ejemplo; también a las agrupaciones nacionales de los países de Europa. Ya no quiero trabajar con orquestas medianas o de tercer mundo. Y por supuesto que mi trato no es el mismo para una orquesta bien preparada que para otra que aún le falta.

“¿Cómo queremos compararnos con la Filarmónica de Berlín cuando tocamos como los mariachis de la esquina? ¿El mariachi de la esquina puede tener democracia? Sí, pero no es la Filarmónica de Berlín.”

–¿Qué dice sobre la idea o percepción que flota en el ambiente en cuanto a la forma de dirigirse a los músicos de la OSEM, que inclusive es ofensiva?

–Nada puede ser ofensivo cuando se está en una familia, porque se hace con cariño. Hay las metáforas o los señalamientos, que los hace suyos aquel a quien le viene el saco. Cuando se habla fuerte es para que las reacciones sean fuertes, para que todos den su mayor capacidad.

“Lo que importa es el fondo, y la forma puede ser bonita, regular o fuerte, pero no ofensiva. Las palabrotas que a veces se me salen o uso como ejemplos son señalamientos de que hay algún peligro. Mi objetivo es ascender, no quedarnos en lo rutinario.”

–¿Cuál es su búsqueda en la música? ¿Es la misma de cuando comenzó su carrera, hace 37 años?

–Por supuesto que ha cambiado. Hoy día soy más exigente. ¿Busco la excelencia? Se le tiene que llamar de alguna forma al alcance de la cumbre del éxtasis, de la interpretación pura.

–¿Qué opina sobre la realidad de la música mexicano?

–No existe. Es un fatalismo éste. No estoy pidiendo que desaparezca, sino que los músicos enarbolen una bandera de dignidad, que haya mayor sacrificio personal y que acepten con humildad sus fallas, su falta de escuela.

“El problema que he encontrado, y por el cual me he sustraído del medio musical de la ciudad de México, es básicamente por esa actitud de autocomplacencia y halagos mutuos sobre lo que no es cierto.”

–¿Ha pensando en el retiro?

–Sí, y será hasta mi muerte.

 
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