Usted está aquí: lunes 3 de marzo de 2008 Opinión Ciudad Perdida

Ciudad Perdida

Miguel Ángel Velázquez
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■ Nadie quiere la basura cerca

■ Solidaridad y compromiso ciudadano

De todos los programas que emprenderá, o que ya inició el gobierno de la ciudad de México, uno que tal vez no logre muchas luces, pero que será de importancia fundamental, es el de la basura. Cada uno de los habitantes produce 1.4 kilogramos de basura y desperdicios diarios, que cada vez es más difícil colocar en alguna parte donde no causen daño.

Imaginar la cantidad de desechos que genera la actividad humana en el DF tiene comparativos que hasta pueden sonar excesivos, pero que son ciertos. Uno de ellos tal vez sea el más elocuente: al ritmo actual de producción, en sólo tres meses nuestra basura llenaría, hasta el copete, el estadio Azteca, o para ser más rigurosos, día con día los desechos de la ciudad alcanzan la cifra de 12 mil toneladas.

Y todo eso es lo que se tiene que desalojar, a diario y sin falta, de las casas y de las calles de la ciudad, así que sólo decirlo implica un esfuerzo de imaginación severo. Gente, mucha gente, muchos camiones, una estrategia de carga y descarga que requiere de rutas, de tiempos; un ejército especializado en lo que llamamos pepena, pero que no es más que la separación por géneros, si así le podemos llamar, de los desechos, así que la tarea no parece cuestión fácil.

La realidad nos enseña que nadie quiere la basura cerca: ni en la casa, ni en las calles o en la colonia, ni en la delegación, ni en el estado o en el país, pero cada vez se producen más desperdicios. En 1950, aclaran las estadísticas, cada habitante de la ciudad producía menos de medio kilo por día –370 gramos–. Hoy, la cantidad aumentó de forma desorbitante: cada capitalino genera 1.4 kilogramos de desechos al día.

De esa manera ha crecido el problema. Cada año construimos cuatro estadios Azteca de basura, y eso tiene que caber en algún lado. El bordo de Xochiaca, al oriente de la ciudad, en el estado de México, aún aguanta que se le carguen algunas decenas más de esos estadios, pero no más. Para ser más claros: es muy probable que antes de que concluya esta administración, la vida útil de ese tiradero habrá concluido.

Por tanto, éste es el momento para buscar las formas de tratar con la basura. Uno de los proyectos más interesantes, porque se le ha inscrito en reglón ecológico, es el que se proyecta para la delegación Tláhuac. En aquel lugar se podría instalar un basurero de muy alta tecnología, con buenos rendimientos económicos, y muy bajos niveles de contaminación.

Pero para que eso suceda, hay un asunto clave que aún no está resuelto, y que es definitivo para cualquiera de las obras que realiza el gobierno. Se llama solidaridad, y tiene que ver con el compromiso de todos los habitantes para con su ciudad, y ese elemento, si así le queremos llamar, que algunos lideres lo han querido convertir en moneda de cambio, es el único que dictará los verdaderos cambios en la capital.

Nadie quiere la basura cerca, pero si no existe un lugar donde ponerla más pronto que ya, habrá de asfixiarnos a todos; a los de Tláhuac, y a los de la Cuauhtémoc, junto con los de la Benito Juárez, o la Venustiano Carranza. Así que por un lado el gobierno debe escoger el mejor lugar para crear un basurero, pero al mismo tiempo debe buscar la forma de crear ese sistema de información y conocimiento, partes fundamentales para la solidaridad, para que cada vecino tenga en cuenta su compromiso con el DF.

De Pasadita

Antes de que otra cosa suceda alguien debe hacerle las cuentas a la Asamblea Legislativa del DF porque ahora resulta que ellos que claman por claridad y honestidad en la labor de todos los gobernantes, no quieren que nadie meta las narices en sus gastos, que como todos sabemos son muy altos, y podrían ser también muy turbios, así que, antes de que ocurra otra cosa, que alguien les haga las cuentas. Después no se vale llorar.

 
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