Usted está aquí: sábado 1 de marzo de 2008 Opinión Jazz

Jazz

Antonio Malacara
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De las comuniones y los milagros

Festival Nacional de Jazz

El segundo fin de semana del Festival Nacional de Jazz 2008 (23 y 24 de febrero) comenzó con el Cuarteto de Arturo Ávila, veterano saxofonista y flautista de Monterrey que llegó acompañado por tres jóvenes músicos regios. Uno de ellos, el bajista Pablo González, lució visiblemente nervioso al enfrentar a un público expectante y una Sala Carlos Chávez con las localidades agotadas; sus líneas se ahogaban recurrentemente, y aunque el apoyo de Rogelio Nuncio en la batería y de Mike Tovar en las percusiones (incluido cajón peruano) era impecable, el novel jazzista no logró salir de su involuntario ostracismo.

Arturo Ávila, en cambio, lució fresco y animado. Traía un nuevo disco en las manos: Brown eyes, grabado en vivo a finales del año pasado en la Universidad Autónoma de Nuevo León. No obstante, el cuarteto tocó varias piezas de discos anteriores, como Big bang, Tema para Billty Strayhorn, Entre amigos y un muy festejado Relato de la monarca perdida, delicado tema a flauta sola. Entre las novedades, el público ovacionó Las andanzas del Che Guevara, donde se mezclaron swing, bop, trazos contemporáneos y danzas mexicanistas.

Enseguida apareció el trío de Heberto Castillo. La noche se encendió entonces a plenitud, pues independientemente de que la interrelación entre piano y ejecutante se manifestaba en una sorprendente madurez, Heberto se hace acompañar desde hace años por la dupla de Enrique Valadez al contrabajo y Gonzalo Chalillo González en la batería; y en esta ocasión los dos pioneros del jazz en México venían de veras inspirados.

La reacción del público era un espectáculo paralelo. Los asistentes quedaban por igual absortos con Lacrimosa, de Mozart, o con Pequeño preludio, de Castillo. El sagrado contubernio entre la música clásica y el jazz, conocido como la tercera corriente, se extendía hasta lo más alto de la sala. El Chalillo, feliz y excitado, contagió a todos con inauditos solos de batería para sus 76 años. Por supuesto, tuvieron que regresar al encore, donde Castillo refrendó su pulcritud pianística y Valadez dio cátedra de scat abrazado de su instrumento.

Antes del mediodía del domingo 24, un amable uniformado daba el clic 350 a su contador manual y se ordenaba el inmediato cierre del portón del Museo de la Secretaría de Hacienda. Por seguridad, no podía entrar más gente. Después de las entrevistas de Tv UNAM, el trío Pinzón-Martín-Barrera, representantes del jazz de vanguardia en Yucatán, subía al escenario. El ímpetu y la maestría de esta nueva generación dejó con un estupendo sabor de boca al público asistente al Palacio del Arzobispado.

Quince minutos después de iniciado el concierto, la noticia de un periodista retrasado que no podía entrar al museo hizo que se abrieran nuevamente las puertas. Vigilancia apuntó que si lo hacían, tendrían que dejar entrar también a una veintena de personas que estaban pegadas al portón. Mireya Sánchez dijo que no había problema y órale, la veintena se convirtió, por arte de magia en centena –o más–, y los vigilantes hicieron esfuerzos biónicos para volver a cerrar la enorme hoja. Uno de los organizadores les dijo que no se preocuparan, que en los conciertos de free-jazz la gente solía salirse poco a poco ante las densidades de la música.

Pero la audiencia que abarrotaba el Palacio del Arzobispado se quedó ahí, entre la hipnosis, el placer y el asombro, para celebrar y compartir los rituales de la creación, la libertad, el riesgo, el virtuosismo y el compromiso artístico.

Partiendo del free-jazz y planeando en la música libre contemporánea, Cráneo de Jade desplegó el ser, el estar y el despegar hacia todos lados sin abandonar el escenario. Como sucede siempre en la improvisación, nadie sabe lo que va a suceder. Los asistentes guardaban un impresionante silencio que sólo era interrumpido por eventuales exclamaciones de júbilo o por los extraños suspiros que suelen expulsar los sentidos saturados.

Una semana después, la sensación de plenitud no nos abandona, y por momentos pensamos que fuimos parte de un milagro. Cómo carajos no.

Este sábado primero de marzo será el turno de Ensenada Jazz (Ensenada) y la Tlaxcaltécatl Latin Jazz (Distrito Federal) en la Sala Carlos Chávez, a las 18 horas. El domingo, el festival se va al Foro Cultural Coyoacanense, a las 12 del día, con Nunduva Yaa (Oaxaca) y Roberto Aymes (Naucalpan).

 
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