Usted está aquí: sábado 1 de marzo de 2008 Opinión Carta a Andrés Manuel López Obrador

Enrique Calderón Alzati

Carta a Andrés Manuel López Obrador

Aunque es posible que usted no me recuerde hoy, hace algunos años tuve la oportunidad de colaborar con usted como consultor, para realizar diversos estudios y proyectos de carácter electoral, durante el tiempo que dirigió el Partido de la Revolución Democrática formalmente.

Me imaginaba entonces la posibilidad de que el PRD llegara al poder, para cambiar al país, lo cual era entonces necesario tanto como ahora, para resolver los graves problemas sociales y económicos que padecemos; sin embargo, pronto encontré que su partido difería seriamente de la idea que me había hecho de él.

Cuando usted inició su campaña política para la Presidencia de la República en el año 2005, ni estuve de acuerdo, ni me pareció que usted tuviese oportunidades reales de ganar en ese proceso, y así lo escribí en este periódico. Conocía bien las limitaciones presentes en los cuadros y en la organización del PRD, y tampoco pensaba que usted tuviese un proyecto político a la altura de las necesidades del país, tal como lo afirmé entonces en las páginas de La Jornada.

Al final, el resultado de la elección me dejó sorprendido; no obstante la magnitud del aparato de Estado utilizado en su contra y de la decisión expresa y nada democrática de Vicente Fox de impedir su acceso al poder, las cifras de la elección lo colocaban a usted a sólo medio punto porcentual del candidato oficial declarado triunfador.

Ese hecho lo convertía a usted en la figura más importante del escenario político nacional; el futuro presidente electo tenía todo en su contra, aun detentando el poder formal; cada decisión que tomara debía aquilatar los beneficios reales para la población, o representar un costo político que seguiría desgastando su cuestionada figura; cada promesa incumplida lo pondría contra la pared, obligándolo a negociar con usted, para poder seguir gobernando, y ello sólo para acarrearle conflictos con sus supuestos aliados; al final el único triunfador sería usted, si bien en un escenario político diferente al pensado inicialmente.

Lo que sucedió entonces me resultó incomprensible: de líder supremo en el escenario político nacional, usted prefirió convertirse en un peleador callejero, haciendo a un lado el enorme patrimonio político que un sector del país había puesto a su disposición.

Lejos de corregir aquel error político de principiante, justificable quizás al calor de la contienda electoral, usted insistió en seguir haciendo política callejera sin contenido ni propuesta hasta hoy, dilapidando su propia imagen y aislándose de quienes pudiendo contribuir con usted, eran denostados sin fundamento, sin entender que ese camino a nada conduce, aparte de la frustración y el descrédito, dejando el campo abierto para que el gobierno actual continúe imponiendo el modelo de concentración de la riqueza y de sujeción a los intereses extranjeros heredado de sus antecesores.

En todo este tiempo, sus colaboradores cercanos no han podido o no han querido hacerle ver a usted el dramático balance de su actuación como dirigente real del PRD y de la izquierda, pero me temo que hoy es ya demasiado tarde: su actuación y su inclinación por la descalificación fácil, y a veces incluso vulgar, se ha convertido en ejemplo a seguir para muchos de sus seguidores, creando una imagen deplorable aun entre los diversos grupos sociales que en algún momento le brindaron su simpatía. El resultado es preocupante: la división de la izquierda (que quizás le tenga sin cuidado) y la pérdida del entusiasmo entre amplios sectores de la población que algún día vieron en el PRD una esperanza real de cambio para el país.

Por ello, con todo respeto me permito recomendarle hacerse a un lado y dejar que sean otros los que tomen el liderazgo de la lucha nacionalista contra la injusticia social y por la construcción de un país mejor, con el propósito de evitar los enfrentamientos estériles que sus posiciones dogmáticas y facciosas han estado promoviendo. Sé que mi propuesta les resultará absurda a muchos de sus seguidores, pero cualquier otra cosa que usted intente sólo redundará en un mayor debilitamiento y en la división que hoy es ya palpable tanto en la izquierda como en su propio partido.

Alguna vez usted me preguntó si yo le veía posibilidades de triunfo en la contienda electoral por la jefatura del Gobierno del Distrito Federal; era el año de 1999 y yo le dije entonces que sí, que todo apuntaba a que podría ganar las elecciones. Hoy con la misma seguridad le puedo decir que para las siguientes elecciones presidenciales usted no tiene ninguna posibilidad de triunfo, independientemente de qué tan mal lo haga el actual gobierno panista. De ello, el único responsable es usted, al haber mostrado su incapacidad para sumar, para oír a la gente en sus expectativas y preocupaciones, para establecer las alianzas que todo gobierno y todo grupo político necesita, para entender los graves problemas que afectan al país y para rodearse de la gente que puede resolverlos. Esperando que así lo decida usted, me reitero a sus órdenes.

 
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