Usted está aquí: viernes 29 de febrero de 2008 Mundo Periodista moldava, considerada una amenaza para la seguridad de Rusia

Se encuentra en zona de deportación; protesta de AI

Periodista moldava, considerada una amenaza para la seguridad de Rusia

Juan Pablo Duch (Corresponsal)

Moscú, 28 de febrero. La joven periodista moldava Natalia Morar, considerada por el FSB (Servicio Federal de Seguridad de Rusia, el ex KGB) “amenaza para la seguridad nacional, la salud de los ciudadanos y la capacidad de defensa del país”, permanece desde hace dos días en la zona de deportación del aeropuerto Domediedovo de esta capital.

A diferencia del 16 de diciembre pasado, cuando a Morar –que regresaba de un viaje de trabajo a Israel– se le impidió ingresar a Rusia por primera vez y fue deportada a su natal Moldavia, en esta ocasión la reportera del semanario The New Times (con cabecera en inglés, aunque editado en ruso en Moscú) trató de ejercer sus derechos como cónyuge de un ciudadano ruso.

En Moldavia, el sábado anterior, Morar contrajo matrimonio con Ilia Barabanov, también reportero del mismo semanario, y los recién casados, con estricto apego a la legislación rusa, la cual establece un régimen simplificado para la estancia aquí de extranjeros casados con rusos, decidieron fijar su residencia en Rusia y llegaron a Moscú el pasado miércoles a las 10 de la mañana en un vuelo procedente de Chisinau, la capital moldava.

Sin embargo, y como era de suponer, ya que el FSB invoca otra ley para prohibir su internación en el país (el artículo 27 de la ley de migración), al tratar de pasar la revisión de pasaportes Morar y su marido ruso, según informó ella misma por celular a la emisora Ejo Moskvy, fueron apartados del grupo de viajeros y, tras negarse Barabanov a dejar sola a su esposa, fueron conducidos a la zona de deportación.

Desde entonces los guardias fronterizos del FSB, que en Rusia actúan como oficiales de migración, conminan a Morar y Barabanov a que viajen a Moldavia. Hasta el momento no han querido utilizar la fuerza para deportar a la periodista.

En una de sus últimas llamadas, con la pila del celular a punto de descarga completa, Morar informó esta noche que dejaron de suministrarles alimentos y bebidas para obligarlos a que acepten abandonar el país. Aseveró que no piensan abordar por su propia voluntad el único vuelo a Moldavia que hay este jueves desde Domodiedovo, a las 11 de la mañana.

Es obvio que la reportera no representa ninguna amenaza para Rusia, pero también es cierto que el casamiento con un ruso facilita pero no garantiza la residencia en este país y tampoco presupone la concesión automática de la ciudadanía del cónyuge, que implica un trámite aparte.

La revista The New Times, que está brindando todo el apoyo a su reportera y llevó su caso ante una corte de Moscú, está convencida de que la prohibición que le impide entrar a Rusia es una represalia por su trabajo periodístico.

Desde las páginas del semanario, Morar involucró a altos funcionarios del Kremlin y generales del FSB en ilegales esquemas de fuga de capitales; reveló la lucha por el poder entre diferentes servicios secretos y denunció el financiamiento secreto a los partidos oficialistas en las elecciones parlamentarias de diciembre pasado.

Esta misma semana, Amnistía Internacional difundió un informe sobre “Libertad limitada: el derecho a la libertad de expresión en la Federación de Rusia”, en el cual argumenta que la “interpretación arbitraria de una legislación poco precisa” es el caldo de cultivo para “el creciente hostigamiento a que se somete a los habitantes de la Federación de Rusia que buscan expresar sus opiniones y defender sus derechos”.

 
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