Usted está aquí: domingo 24 de febrero de 2008 Política Otra eventual reforma a la Ley Federal del Trabajo

Néstor de Buen

Otra eventual reforma a la Ley Federal del Trabajo

Se dice que la próxima semana se dará a conocer el proyecto de reforma a la Ley Federal del Trabajo (LFT). Otro más. Pero en este caso sólo se han producido anticipos, relativamente breves, en los que se apuntan los propósitos que se pretende lograr con la supuesta nueva ley. No conocemos un proyecto integral.

Sin embargo, en una conferencia ante la Asociación de Banqueros, de Álvaro Castro, subsecretario del Trabajo, hombre inteligente y preparado –de casta le viene al galgo– se plantearon algunas de las características de esa pretendida reforma.

De manera general domina la idea de la flexibilización de las relaciones de trabajo, con la amenaza de un contrato a prueba y la propuesta de un contrato de temporada, que de hecho ya existe con los contratos a tiempo fijo. Ciertamente la primera alternativa parece esencialmente contraria al principio de estabilidad en el empleo consignado en la fracción XXII del apartado “A” del artículo 123 constitucional, que fue absoluto en 1917, aunque después el presidente López Mateos le haya puesto una cadena de excepciones que hoy se marcan en el artículo 49 de la LFT. Por supuesto que el contrato a prueba se tendría que condicionar a la santa voluntad del patrono, y aunque no se indica cuál sería la duración de esa prueba, todo hace suponer que no sería breve.

Hay otro tema también inquietante con una institución curiosa que se denomina “banco de horas”, que consiste en que el trabajador pueda contabilizar para futuros descansos las horas extras. Pero puesto en honorable castellano, ese famoso banco no es otra cosa que un mecanismo para no pagar tiempo extraordinario. Ya se puede imaginar la duración de las jornadas aunque la oferta de ahorro de tiempo de trabajo mediante mayores descansos pudiera parecer atractiva. Nuestra amarga realidad es que los salarios son menos que mínimos y el tiempo extraordinario sirve, en alguna medida, para amortiguar las necesidades más urgentes de los trabajadores. No es infrecuente que un trabajador, a la salida de su chamba, se dedique a otra cosa, por ejemplo, a un trabajo informal que suele ser mucho más generoso que el trabajo formal. Cambiar sus ingresos adicionales por más descanso no parece nada atractivo.

Se plantea también hacer mayor hincapié en la conciliación en los juicios laborales, llevándola a cualquier etapa del proceso y no reservándola para la audiencia inicial. Pero cualquiera que tenga un poco de experiencia en el litigio sabe de sobra que la etapa conciliatoria no sirve para nada, y que si las partes quieren llegar a un arreglo, pueden hacerlo en cualquier momento. De ahí que la integración a las juntas de funcionarios conciliadores, que ya existen en el ámbito administrativo de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS) y en las direcciones de Trabajo del DF y los estados, no parezca atractiva. Tal vez, un poco más, en asuntos colectivos.

Las breves propuestas no tocan temas esenciales de la reforma. Entre ellos la sustitución de las juntas de Conciliación y Arbitraje por jueces de lo social, que fue planteada en el proyecto presentado por el PAN en 1995 (que habíamos preparado los De Buen), con el ánimo de que los tribunales del trabajo dependieran de los poderes judiciales y no de los poderes ejecutivos, problema que en el caso de los asuntos federales cobra una especial importancia por la notable vinculación de la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje con la STPS, e indirectamente (pero no tan indirectamente) con el Poder Ejecutivo.

Una reforma de la LFT no puede hacerse, simplemente, presentando una iniciativa ante el Congreso con la confianza, seguramente fundada en gestiones previas, de que la posible alianza entre el PAN y el PRI pudiera dominar la aprobación. Si el PRI conserva aún algo de lo que en tiempos pretéritos tuvo, quizá antes de ser PRI y ser el PRM de la época de Cárdenas, olvidarse de que los sindicatos están ya hasta el gorro del control de sus registros, de la toma de nota de sus directivas y de las huelgas, lo conduciría de nuevo al desastre electoral. Hoy, curiosamente, los sindicatos empiezan a reaccionar frente al insoportable corporativismo, y eso debe reflejarse ya en la acción de los partidos.

Formulen su proyecto y denlo a conocer. Somos muchos los interesados en participar en su discusión. Ya lo hicimos antes y no salió mal.

 
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