Usted está aquí: sábado 23 de febrero de 2008 Cultura La cúspide de la magia

La cúspide de la magia

Pablo Espinosa

La formación de círculos concéntricos, sistemas de esferas, vasos comunicantes, causalidades en lugar de casualidades se manifiesta de manera clara en la relación musical y amistosa (expresión que a pesar de resultar pleonástica hay que escribirla, porque pocos, por increíble que parezca, están conscientes de que música y amor son lo mismo) entre el maestro legendario Terry Riley (de quien compartimos su sonrisa en la foto de la izquierda) y el también legendario Kronos Quartet, y en especial con David Harrington, fundador de este agrupamiento de música de cámara que cambió la manera de ser de miles de escuchas de música “clásica”, así como el repertorio y muchas actitudes frente al arte sonoro, al punto que el Kronos mantiene el status de un grupo superstar de rock en cuanto a fama, gloria y querencias en todo el planeta.

En 30 años de cercanía humana, Riley ha escrito 23 partituras para el Kronos Quartet, la más reciente de las cuales titula el nuevo disco de este cuarteto acompañado por la hermosa china Wu Man, máxima intérprete de esa extensión del alma que es el milenario instrumento chino llamado pipa, que asemeja a un noble laúd y que suena junto a los dos violines, la viola y el violonchelo del Kronos y los juguetes de Emily, nieta de Terry Riley, quien luego de tantos años de estudio, preparación y experiencias, ha hallado el secreto, la magia de la existencia: la experiencia más hermosa de su vida consiste en jugar con la niña: ella activa sus juguetes mientras el abuelo sus instrumentos de percusión y a ese hacer música tan íntima y hermosa se unió David Harrington y el resto de los músicos, y el resultado es La Cúspide de la Magia, disco que recomendamos junto a Requiem for Adam, disco anterior del Kronos Quartet con música de Terry Riley quien, cuestión de círculos que se cierran, sistemas de esferas, vasos comunicantes, escribió The Cusp of Magic para festejar su cumpleaños 70 de la misma manera como escribió, hace 13 años, Requiem for Adam, en ocasión de la muerte de Adam Harrington, quien caminaba junto a sus padres cuando cayó muerto a la edad de 16 años, porque había concluido su misión en este mundo.

No hay dolor más fuerte que perder a un hijo, a una hermana, pero el amor es más fuerte que la muerte, y la música es la culminación de la magia que nos une y, nueva causalidad, Terry Riley culmina su Requiem con un soliloquio en el piano inspirado en las enseñanzas de su maestro cantor de ragas, el hermano Pandit Pran Nath, quien trascendió un año después de Adam. La música, que salva, eleva cánticos de amor en este disco colmado de belleza, risas de una nenita y sus juguetes y magia, mucha mucha magia, que es igual a decir mucha, mucha música.

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