Usted está aquí: martes 19 de febrero de 2008 Opinión A la mitad de la batalla

Marco Rascón
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A la mitad de la batalla

Extraño, pero sistemático el proceder del lopezobradorismo en sus tácticas y estrategias, y precisamente a la mitad de la batalla endereza sus armas y el objetivo del combate hacia su propio campo.

Antes del 2 de julio, en el discurso del lopezobradorismo no había necesidad de alianzas políticas ni de unidad ni de poner a prueba sus argumentos frente a los adversarios, y por ello anunciaba que no habría cambios en la política económica (Metlatónoc), no iría al primer debate, promovería la ley Televisa en un acuerdo oscuro-cupular y rechazaría decenas de entrevistas con la prensa. El objetivo era esperar la fecha y tomar el poder, sin importar contenidos ni adjetivos.

Luego del 2 de julio, de la soberbia extrema se pasa a la idea de que no ganó “por traiciones” (¿ganó o no ganó?) y entonces a la mitad de la batalla contra el fraude, luego de meter en el plantón de Reforma-Zócalo a toda su fuerza, no para luchar, sino para ahogar y desgastar el descontento (según la versión que da en su libro, en el discurso de apertura del congreso del PRD y en la película de Mandoki), endereza el fuego contra Cuauhtémoc Cárdenas organizando la rechifla, el resentimiento y el encono.

Más identificado en formas y contenidos con el callismo y el almazanismo, pareciera que el gran objetivo de guerra del lopezobradorismo es el cardenismo, y ahora, cuando está en ciernes la reforma energética, de nuevo y a la mitad de la batalla criminaliza toda opinión que no sea la suya y destruye lo que supuestamente podría ser la base de un frente común.

La criminalización de la crítica y la opinión ya es habitual en el lopezobradorismo y se aplica hoy en la contienda interna del PRD, donde todos los que no se pliegan a sus candidatos son traidores. A la mitad de la batalla, el lopezobradorismo, enfundado en delirio, rompe toda posibilidad de un frente común legislativo y propositivo en torno al petróleo y la recuperación del PRD como un instrumento colectivo: la voluntad común donde se lucha no sólo por un objetivo, sino por muchos, y cuya tarea es agrupar y no dividir.

La campaña contra Ruth Zavaleta y Cuauhtémoc Cárdenas, a quienes se les dispara a la mitad de la batalla como promotores de la privatización, ha continuado. La provocación está en ciernes, pues en ningún caso se ha respondido a los argumentos expuestos por Cárdenas en torno a la situación de Pemex y el petróleo, dejando claro que el objetivo lopezobradorista es impedir todo punto de referencia que pudiese fortalecer el frente en defensa del petróleo.

La estrategia lopezobradorista, luego de descalificar a priori el campo legislativo y a sus propios diputados y senadores en la tarea de influir en la reforma energética, pues para el lopezobradorismo todo contacto que no sea el de él es traición, es llamar a la “movilización”. ¿Hacia dónde? ¿Otra vez de Reforma al Zócalo? ¿Aliados de nuevo a la convención nacional democrática como contra los que promovieron la firma del TLC? ¿Será ahora con Romero Deschamps y los charros petroleros? ¿Se podrá detener la privatización de Pemex con una marcha o un plantón en el Zócalo? ¿Hasta dónde llegará la fuerza de la resistencia civil pacífica para convencer a la mayoría legislativa y detener la reforma constitucional? ¿Para qué votar entonces por diputados y senadores?

La policía lopezobradorista investiga y sospecha de toda cercanía con el “espurio” o un funcionario al servicio de éste. “Está vendido”, se dice y, ya sea por el petróleo o en la contienda interna del PRD, el mayor argumento es “está vendido”. La multiplicación de los rompimientos y las declaraciones de enemigos dejan el campo de batalla a los adversarios verdaderos y va quedando como la obra de una contrainsurgencia donde la traición de fondo está en la destrucción de toda posibilidad de generar un mínimo de unidad para detener planes y proyectos de la oligarquía nacional y extranjera.

Explicación a fondo debe pedirse al lopezobradorismo de por qué utiliza la táctica sistemática de romper la fuerza propia en aras de una supuesta pureza, pero donde sólo prevalece la opinión de uno contra el gran colectivo de razones, ideas y muestras de convicción que por muchos años han demostrado muchos, en particular Cuauhtémoc Cárdenas.

Por eso, el lopezobradorismo podría tener sus raíces destructoras y anticomunistas en el autoritarismo callista y en el conservadurismo almazanista, que son la base del odio anticardenista que hoy se profesa y pretende enterrar.

El lopezobradorismo se mueve en un plano antihistórico, pues gracias al neocardenismo y la izquierda él pudo surgir de Tabasco; no obstante, hoy su objetivo es destruirlos. El PRD y un vasto movimiento democrático llegaron a ganar la capital sin el lopezobradorismo, cuya obra ha consistido en devolverla al salinismo. ¿Qué más prueba de la contrainsurgencia a la mitad de las batallas, las urnas y los procesos?

 
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