Usted está aquí: domingo 17 de febrero de 2008 Opinión Aires primaverales

Ángeles González Gamio
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Aires primaverales

Como suele suceder en esta ciudad de clima privilegiado, aunque oficialmente todavía estamos en invierno, ya la primavera asoma sus reales: en las jacarandas ya comienzan a brotar las primorosas flores violáceas que van a darle un alegre colorido a la ciudad; ahora que se habla de sembrar millones de árboles, valdría la pena plantar jacarandas y que sea uno de los símbolos capitalinos.

Las magnolias no se quedan atrás y lucen sus enormes y voluptuosas flores color perla, al igual que los agapandos blancos y morados, que asemejan fuegos artificiales al estallar en el cielo. En los camellones del Paseo de la Reforma se están sembrando miles de florecillas multicolores, que van a brindar un tono festivo a la muestra de esculturas de Leonora Carrington, la destacada artista surrealista, que adorna el camellón central de la majestuosa avenida en el tramo de Chapultepec, cuyas rejas muestran las excelentes fotografías de Leo Matiz.

Hablando de exponer esculturas en espacios abiertos, muy afortunada la idea de colocar en la plaza Manuel Gamio y en la histórica calle de Moneda, grandes bronces del notable artista plastico José Luis Cuevas, cuyo museo se encuentra en la esquina de esa via y la calle de Academia. El hermoso recinto actualmente muestra la exposición La señora de las moscas, de Manuel Marín, y la colectiva La sala del tiempo, con obras representativas de varios de los mejores artistas contemporáneos mexicanos, entre ellos Manuel Felguérez. Recientemente este creador realizó una gran escultura y una fuente, en el sitio en donde estuvo por décadas la escultura del Caballito, de Manuel Tolsá, que ahora ocupa el centro de la plaza que lleva su nombre.

Lo lamentable es que ambas flamantes obras se encuentran junto a la monumental cabeza estilizada de un caballo, del escultor Sebastian, que se colocó hace varios años y hoy se encuentra en un lamentable estado de deterioro, con pedazos oxidados y rotos y la pintura deslavada y sucia, lo que hace un triste contraste con las recién inauguradas, y lleva a preguntarnos por qué no le dan mantenimiento a lo que ya existe, antes de gastar en obras nuevas.

Volviendo a lo feliz, ya que andamos por la calle de Moneda, aprovechemos la oportunidad para continuar por esa vía al tramo que se llama Santísima, para darle un bocadito al alma, solazándonos con la vista del templo que bautiza la vía, una de las joyas barrocas de América, obra del excelente arquitecto Lorenzo Rodríguez, autor también del Sagrario de la Catedral, con eso les digo todo.

Al cruzar Jesús María se va a encontrar en la esquina con una figura tamaño natural de la Santa Muerte, elegantemente vestida, –atuendo que le cambian semanalmente–; se advierte su popularidad por la cantidad de ofrendas que tiene a sus pies. Del otro lado de la acera, con el afán de contrarrestar este culto, pagano para muchos, colocaron la imagen, también de tamaño real, de San Judas Tadeo que, a juzgar por el número de ofrendas, está en segundo lugar de veneración.

Para rematar tan deleitoso paseo, no dejen de visitar el Museo Nómada que se instaló en el Zócalo, que consiste en una edificación de bambú, de más de cinco mil metros cuadrados, verdaderamente fascinante. El interior, en semi oscuridad, muestra fotografias de gran formato, en tono sepia, la mayoría profundamente conmovedoras por el tema, por la estética, por el entorno; toda una experiencia emocional. El autor, Gregory Colbert, realizó 33 expediciones por todo el mundo a lo largo de 16 años, y ademas de las imágenes fijas, presenta tres películas filmadas durante sus viajes y dos cortos en estilo haiku. No me queda claro el porque del título Cenizas y nieve, porque nunca aparece ninguno de los dos, pero es lo de menos; una felicitación al gobierno capitalino por haber apoyado este proyecto y ofrecerlo gratuitamente.

El prietito en el arroz: creo que esta maravilla hubiera lucido mucho más en un espacio abierto como Chapultepec y también dejaría apreciar la belleza de nuestro majestuoso Zócalo, con los edificios emblemáticos que lo rodean y que hace tiempo está invadido por buenos proyectos, pero creo que colocados en el sitio equivocado. Este prodigio de bambú está practicamente encima de la fachada de la Catedral, malo tanto para la una, como para el otro.

Y vamonos al piscolabis de rigor. Como queremos comprar un regalito original y comer ligero, optamos por Mumedi (Museo Mexicano de Diseño), situado en Madero 74, que siempre tiene interesantes exposiciones, en la tienda buenos libros y objetos de diseño y en las mesitas que ocupan la entrada de la vieja casona virreinal, puede saborear una ensalada caprese, una quiche de queso y espinaca y un café bien preparado, con un pastel de macadamia.

 
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