Usted está aquí: miércoles 13 de febrero de 2008 Política Bajo la Lupa

Bajo la Lupa

Alfredo Jalife-Rahme

Las trasnacionales petroleras contratacan a Venezuela

Ampliar la imagen Rafael Ramírez, ministro del Petróleo de Venezuela y presidente de PDVSA, habla con la prensa el pasado viernes 8 en Caracas Rafael Ramírez, ministro del Petróleo de Venezuela y presidente de PDVSA, habla con la prensa el pasado viernes 8 en Caracas Foto: Ap

Una de dos: o bien las todavía poderosas trasnacionales petroleras de Estados Unidos pretenden dar su última batalla al estilo colonial del siglo XIX –cuando los países norafricanos fueron embargados literalmente– propinándole una severa lección a Venezuela por haber osado nacionalizar sus hidrocarburos en junio pasado (“ExxonMobil declara la guerra a Venezuela”; ver Bajo la Lupa, 10/2/08), con el fin de disuadir y/o doblegar a las demás empresas estatales de la OPEP (más fácil) y a Rusia (más difícil); o bien la poderosa petrolera texana, a sabiendas de la lógica reacción inducida del nada dúctil presidente venezolano Hugo Chávez –quien amenazó cortar el suministro a Estados Unidos como medida defensiva frente al embargo precautorio a los bienes foráneos de PDVSA y llevar el “oro negro” a 200 dólares el barril–, se sincroniza y acopla con las apuestas especulativas de los hedge funds (fondos de cobertura de riesgo) de la banca anglosajona, que intenta elevar artificialmente, en esta fase, el precio del crudo de aquí al final de la aciaga gestión de Baby Bush, para luego desplomarlo a su antojo, en una siguiente fase (quizá a principios de 2009), con el fin de arrodillar a los productores estatales globales, tan dependientes de sus ingresos.

Tanto al alza como a la baja de las cotizaciones bursátiles, las corredurías que manejan los ominosos hedge funds en el mercado petrolero –conocedoras de las tendencias financieras que inducen artificialmente con sus cuantiosos capitales “apalancados”– ganan cuantiosas fortunas con las que pretenden llenar los faltantes de sus previas especulaciones fallidas en el sector inmobiliario en plena debacle y que ha llevado a la insolvencia a la banca israelí-anglosajona.

Se calcula que en el mercado petrolero, que rebasa los 4.2 billones de dólares al año, los hedge funds juegan independientemente con más de 2 billones de dólares, es decir, casi 50 por ciento del total, susceptibles de alterar dramáticamente el precio del crudo, como elaboramos en nuestro libro Los cinco precios del petróleo (Editorial Cadmo & Europa, Buenos Aires, 2006).

Es evidente que con la mitad de los dados y dedos cargados en el “mercado (sic)” petrolero, los hedge funds se han convertido en el arma financiera (“visible” para los contados conocedores, e “invisible” para la mayoría de la población mundial deliberadamente desinformada) más peligrosa y diabólica jamás conocida por la humanidad (y por la OPEP y Rusia).

Así que no hay que desestimar el profundo daño que todavía puede ocasionar la dupla anglosajona que domina, además, el “mercado” duopólico donde se cotiza el crudo: la Bolsa de Intercambio Mercantil de Nueva York (NYMEX, por sus siglas en inglés) y la londinense Bolsa de Intercambio Internacional de Petróleo (IPE, por sus siglas también en inglés), ambas controladas, para colmo de la circularidad, por las trasnacionales energéticas y bancarias de Estados Unidos y Gran Bretaña.

Una de nuestras tesis nodales es que el binomio energético-bancario anglosajón no solamente es bidireccional, sino que, también, (con)forma un círculo de retroalimentación que predominó en la fase de auge de la globalización financiera, hoy en caída libre (lo que explica muchos de sus actos militares y piratas desesperados).

Entre los accionistas mayoritarios de ExxonMobil, la primera trasnacional de Estados Unidos, se encuentran los bancos anglosajones y las más poderosas mutualistas e inversoras multimillonarias del planeta: Barclays Global Investors, JP Morgan-Chase (propiedad también de los Rockefeller), Goldman Sachs, Mellon Financial, Lord Abbett, State Street Global Advisors (la mayor inversionista institucional del mundo), The Vanguard Group, Fidelity Management and Research, Northern Trust, la megamutualista Alliance Bernstein, Wellington Management Co., Capital Group, BlackRock, Columbia Management Advisers (del desfalleciente Bank of America), etcétera. ¡Qué bárbaro! Se trata de la crema y nata del desalmado capitalismo anglosajón, concentrada en ExxonMobil, que ha declarado las guerras económica y desinformativa a Venezuela.

Para los mendaces multimedia anglosajones valió más los titulares la reacción de Chávez que la acción que la indujo: el embargo precautorio de ExxonMobil a PDVSA, que fue ocultado en Estados Unidos con la notable excepción de Stratfor, centro de propaganda texano-israelí, que desecha despectivamente la “amenaza hueca” del corte de suministro a Estados Unidos, que perjudicaría más a Caracas que a Washington y que “llegaría incluso a socavar el poder” de Chávez (11.2.08): “alrededor de 90 por ciento de los 2 millones de barriles al día de las exportaciones de Venezuela a Estados Unidos”, una buena parte de la cual está constituida por la variedad pesada, que necesita ser procesada exclusivamente en las refinerías estadunidenses; “el costo sería muy alto” para Chávez por carecer de refinerías en el corto plazo (que tomaría dos años remediar), obligado a pagar los fletes de transporte a mercados alternos, y prácticamente sin ahorros “amortiguadores”, lo que ha llevado a PDVSA a desviar sus fondos a la banca suiza por temor al embargo de ExxonMobil que, pareciera, tenía todo muy bien planeado con la Casa Blanca para librar la guerra multidimensional contra Venezuela y operar un “cambio de régimen” favorable a sus intereses petroleros (como el “México calderonista”).

Sucede que Venezuela es vista como un “modelo para la nacionalización en la región”, según Sara Miller, de The Christian Science Monitor (11/2/08), quien afirma que el “golpe” va dirigido “contra los esfuerzos (sic) de los países productores de petróleo y gas (sic) para renegociar sus contratos cuando los precios de las materias primas se han disparado”, así como para frenar el creciente “nacionalismo económico” en Latinoamérica. ¿Cómo le va a hacer Estados Unidos cuando los aires libertarios soplan como nunca en la historia del cono sur?

De acuerdo con los entrevistados muy a modo por Miller, no es lo mismo la época de auge económico de Estados Unidos que su futura recesión cuando, debido a la disminución de la demanda del crudo, que naturalmente abatiría su precio, los países productores de América Latina serán orillados a renegociar sus contratos “en términos más moderados” (¡super-sic!).

Más allá de las cacofónicas bravatas de los multimedia de Estados Unidos, que azuzan a las otras trasnacionales petroleras anglosajonas a seguir el “ejemplo” de ExxonMobil, el canadiense Roger Tissot aduce que el embargo precautorio de ExxonMobil constituye un “mecanismo de presión”, como parte de la “táctica de negociación” ulterior.

Como que el “terrorismo judicial” desplegado por la depredadora texana ExxonMobil no deja mucho margen para la fructífera negociación conciliadora y parece más bien formar parte de la guerra multidimensional que libra subrepticiamente el régimen torturador bushiano contra Venezuela –mucho más allá de la figura pasajera de un presidente en el túnel del tiempo, sea quien fuere–, para adueñarse “jurídicamente” de sus recursos petroleros.

No es gratuidad coincidental que el feroz contrataque de la pirata texana ExxonMobil contra la vulnerable Venezuela se escenifique simultáneamente, en un movimiento de pinzas, al embate desnacionalizador de Pemex por el entreguista duopolio neoliberal del PRI y el PAN.

 
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