Usted está aquí: miércoles 13 de febrero de 2008 Opinión Las elecciones en Estados Unidos

Néstor de Buen

Las elecciones en Estados Unidos

Todo parece indicar que la política estadunidense sufrirá un cambio rotundo a partir de las elecciones de noviembre. El enorme desprestigio del señor George W. Bush, que aumenta cada día según el tono de su actuación, genera una transformación profunda. No puede ser de otro modo si se advierte que nada menos que el pasado jueves se dio a conocer la decisión de la Casa Blanca de autorizar las torturas en contra de presuntos terroristas.

En un país que fue modelo de democracia y de ejercicio de los derechos humanos, al menos en la escala de la vida ordinaria, la etapa actual ha generado una animadversión más que justificada en contra de la política en Estados Unidos.

Los ejemplos abundan. Quizá el más expresivo ha sido Guantánamo, territorio cubano usurpado por Estados Unidos en el que se encarcela, bajo condiciones totalmente inhumanas, a presos de las batallas en Afganistán. Allí se rompió descaradamente con el principio del debido proceso legal. Las víctimas nunca fueron sometidas a juicio y el pretexto estúpido era porque Guantánamo no es territorio estadunidense.

Un tema que ha pasado un tanto desapercibido ha sido el del traslado de esos presos por la vía aérea sin dejar constancia de ello en los países por los que se atravesaba. En España se ha iniciado una investigación en la que se ha llamado, entre otros, a los controladores de tránsito aéreo para que declaren lo que sepan sobre el particular. Simplemente se considera como una especie de invasión.

En el orden climatológico, la oposición de Estados Unidos a firmar los acuerdos internacionales –lo que ha provocado, entre otras, la protesta del antiguo vicepresidente Albert Gore, a quien de paso se le ha otorgado el Premio Nobel y ha desatado una corriente mundial en contra del gobierno de Bush– constituye una de las pruebas de la condición desgraciada de un país que fue –y lo fue sin duda– expresión de la democracia, claro está que cerrando un poco los ojos ante la discriminación racial que lamentablemente forma parte de la esencia histórica del pueblo estadunidense.

El trato que se da a nuestros migrantes, necesitados de un trabajo estable y de ingreso suficiente, no puede ser peor. Se mencionó durante muchos años el Muro de Berlín, desaparecido afortunadamente en noviembre de 1989, provocando de paso la desaparición de la Unión Soviética, pero hoy se levantan muros peores en nuestra frontera o en los territorios palestinos para vergüenza del espíritu democrático.

No hay que olvidar que durante la Segunda Guerra Mundial Estados Unidos ofreció a México “convenios de braceros” para que la mano de obra mexicana sustituyera a los jóvenes estadunidenses que tenían que ir a la guerra. Lo de hoy es consecuencia de lo de ayer.

El tema más doloroso, sin embargo, es Irak. Con base en mentiras internacionalmente comprobadas, el gobierno de Bush inició una guerra maldita en la que su ambición por el petróleo iraquí constituyó la razón principal y supuestamente escondida. Allí han muerto miles de jóvenes estadunidenses y quiero suponer que entre otras ésa es la razón por la que la juventud de ese país hoy manifiesta su simpatía por el candidato Barack Obama, un mulato atractivo e inteligente que, por lo visto, tiene además un discurso convincente y notable carisma.

Confieso mi simpatía por Hillary Clinton. Leí, hace tiempo, su biografía y me gustó más que la de su marido. Parece evidente que en la política del presidente Clinton la influencia de su esposa fue notable. Su conquista abrumadora de un puesto en el Senado por Nueva York es evidencia de que su personalidad trasciende al hecho de que sea mujer, que de llegar a la presidencia, será la primera en la historia de Estados Unidos.

No creo que McCain vaya a ser un rival importante. La decadencia de Bush ha empujado también al Partido Republicano y quiero suponer que en Estados Unidos, país al que siempre admiré, no quieran vivir otra versión de lo mismo. El futuro presidente será demócrata.

Pero también puede ser mujer o negro. No se ha dado en la historia de Estados Unidos un caso igual. Repito: confieso mi simpatía por Hillary, pero me fascinaría que Estados Unidos fuera gobernado por un presidente negro. No tardaremos en saberlo.

 
Compartir la nota:

Puede compartir la nota con otros lectores usando los servicios de del.icio.us, Fresqui y menéame, o puede conocer si existe algún blog que esté haciendo referencia a la misma a través de Technorati.