Usted está aquí: martes 12 de febrero de 2008 Política Regresión y claudicación

Marco Rascón
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Regresión y claudicación

Siendo el hombre un “animal político”, su instinto natural es ganar fuerza y desarrollarla. Lo ganado es un punto de partida en la razón política y así es como pequeños núcleos se han convertido en grandes movimientos y a su vez, han logrado desde pequeñas reformas hasta grandes transformaciones.

Sumar y multiplicar en política distingue a los grandes políticos, de los bravucones, los reventadores y los que restan o dividen. Restar y dividir, por lo general, está acompañado de objetivos falaces y de la confusión que hace pensar que pequeños intereses sectarios son los del conjunto.

Ruth Zavaleta llegó a la presidencia de la mesa directiva de la Cámara de Diputados, como la expresión de la correlación de fuerzas más alta ganada por la izquierda mexicana en el Congreso a fuerza de votos. En la elección del 2 de julio de 2006 se votó en el mismo proceso, para Presidente de la República y para diputados y senadores.

En un esquema de frente político de tres partidos en coalición se logró ser la segunda fuerza electoral del país, a unos escasos puntos de la primera que representó al partido de los conservadores. Sin embargo, la coalición y su líder decidieron ocupar las posiciones en el Congreso, pero no cumplir la función legislativa ni programática, ni política, ni opositora.

Una mezcla de insurreccionalismo con aceptación tácita de los resultados electorales del proceso cubrió a la fracción y los condujo a un día intentar reventar la asamblea legislativa poniendo sillas en las puertas y a las pocas semanas, votar por consenso el presupuesto enviado por el presidente que no reconocían.

Unos días toma de tribuna o huelgas legislativas y otras reclama por ser excluidos de las negociaciones de reformas a las leyes electorales, judiciales o de energéticos. Unas veces llamando a impedir reformas y otras acusando de traición a todo aquel que tratara de influir en el contenido de las nuevas leyes.

Ruth Zavaleta no llegó a la presidencia de la mesa directiva por un asalto o un golpe personal, sino por un acuerdo. Primero: de sus compañeros diputados de la fracción (PRD, PT y Convergencia) y luego, por un acuerdo de todos los partidos representados en la actual legislatura.

El reclamo a Ruth Zavaleta es que aceptó lo que ellos, sus correligionarios, le pidieron que aceptara. En una lucha por conservar el instinto o suicidarse, le pidieron aceptar el encargo para obtener las canonjías y prerrogativas de la presidencia, pero al mismo tiempo, para lavar sus conciencias; que aceptara ser acusada de traición. Ruth Zavaleta representa, por tanto, no una contradicción personal, sino en todo caso, la de sus compañeros que la propusieron y lanzaron al campo de batalla para inmolarla con insultos y así salvar su conciencia inconsecuente.

La consecuencia de esta contradicción de la fracción legislativa del PRD y el Frente Amplio Progresista (FAP) es haber logrado lo insólito: que el PRI, desde una lejana tercera posición, sea el que gobierne. Hoy el PRD y sus aliados han designado al tricolor como su representante, gestor y administrador de posiciones frente al PAN. El PRI vive con el oxígeno que le da la posición contradictoria del FAP.

¿Qué esperaban los reventadores de la presidencia de Ruth? ¿No dar la palabra a los del PAN? ¿Gritar desde su posición que los partidos ajenos al suyo son inexistentes? ¿Negar que por ley el Poder Legislativo se relaciona con el Ejecutivo y el Judicial? ¿No hacerlo y declarar al Poder Legislativo un Estado distinto, una república en guerra contra los otros poderes?

La acusación de traición a Ruth Zavaleta está bajo la lógica persistente de liquidar y destruir todo espacio ganado. Es la continuación de una posición contrainsurgente en favor de la fuerza del viejo régimen y la derecha, que caminan tranquilos, gracias a que su enemigo más fuerte se convirtió en el rival más débil y abandonó el campo de batalla.

Luego, en el reduccionismo más torpe, se intenta ubicar la contradicción legislativa como el resultado de la lucha interna por la presidencia del PRD, y con la guillotina al hombro, se pasea el líder acusando de traición a todo aquel o aquella que no se someta a la nada. Para el líder se trata de demostrar que su acusación de traición sigue siendo un arma para someter e intimidar. La reacción de odio es cuando el tiro falló y no destruye ya.

En medio de esa contradicción, Ruth Zavaleta ha sido una sorpresa y un aire fresco en el ambiente mediocre; demostró que el potencial y la inteligencia política esta en muchas partes y empuja por avanzar.

Ruth Zavaleta no es una traidora. Es una política con convicción y determinación que ha sabido hacer para el presente y el futuro de la izquierda, lo que debía hacerse: defender el voto de los ciudadanos en el Congreso y demostrar que la izquierda es democrática.

Lo contrario deja como resultado lo que ya tenemos a la vista: un Felipe Calderón que camina solo sin oposición, gracias a la claudicación en el campo de batalla y que dejó a Ruth Zavaleta cargando sola, los votos por la izquierda.

 
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