Usted está aquí: lunes 4 de febrero de 2008 Opinión Reporte Económico

Reporte Económico

David Márquez Ayala
http://vectoreconomico.com.mx

Biocombustibles

En su World Development Report 2008 (Informe sobre el Desarrollo Mundial) de octubre de 2007, el Banco Mundial publica un segmento titulado Biocombustibles: la promesa y los riesgos, donde asienta:

Con los precios del petróleo a niveles sin precedente y pocas alternativas de combustibles para el transporte, Brasil, la Unión Europea, Estados Unidos y varios otros países están apoyando activamente la producción de biocombustibles líquidos (etanol y biodiésel). Los impactos económicos, ambientales y sociales de los biocombustibles están, no obstante, en el centro de un amplio debate.

Los pros: como una fuente renovable de energía los biocombustibles pueden ayudar a mitigar el cambio climático y reducir la dependencia del petróleo en el sector transportes; también pueden ofrecer nuevos grandes mercados para los productores agrícolas que podrían estimular el crecimiento rural y los ingresos de los agricultores. Por el lado de los contras, están los riesgos ambientales y las presiones a la alza de los precios. Los impactos dependerán fundamentalmente del tipo de materia prima (vegetal) que se utilice, de los procesos de producción, y de los cambios en el uso de la tierra que se produzcan, elementos que requieren de una cuidadosa valoración.

La producción mundial de etanol fue de unos 40 mil millones de litros en 2006, de los cuales casi 90% fue producido en Brasil y Estados Unidos. De biodiésel se produjeron unos 6 mil 500 millones de litros, 75% de los cuales tuvieron como origen la Unión Europea (principalmente Francia y Alemania) (Gráfico 1).

Brasil es el productor más competitivo de etanol y tiene casi ocho décadas de experiencia, utiliza como materia prima la mitad de su producción de caña de azúcar, y su utilización como combustible es por mandato legal. Estados Unidos es el mayor productor de etanol (usando maíz) a partir de una combinación de incentivos fiscales, subsidios y mandatos legales; se estima que en el ciclo 2006-07 utilizó para este fin 20% de su cosecha (sustituyendo 3% del consumo de gasolina) y para 2010 será 30% (sustituyendo 5%).

Según estimaciones, la paricipación de los biocombustibles en el consumo global de combustibles para el transporte puede aumentar del 1% actual a 5 o 6% en 2020.

Viabilidad económica.- La producción de biocombustibles requiere de fuertes apoyos gubernamentales para poder competir con los combustibles fósiles. Estados Unidos aplica docenas de medidas de apoyo (subsidios, incentivos fiscales, reglaciones…) con un costo anual de entre 5 mil 500 y 7 mil 300 millones de dólares, lo que representa un apoyo de entre 38 y 49 centavos de dólar por litro de petróleo equivalente en el caso del etanol, y de entre 45 y 57 centavos de dólar en el caso del biodiesel. Los productores estadunidenses, así como los europeos, son además protegidos por altos aranceles (impuestos) a la importación de biocombustibles ante productores competitivos como Brasil.

Alimentos o combustibles.- La producción de biocombustibles ha impulsado a la alza el precio de algunos alimentos. El ejemplo más claro es el del maíz, cuyo precio aumentó 23% en 2006 y cerca del 60% en los dos años anteriores básicamente como resultado del programa estadunidense de etanol impulsado a partir de 2005, el cual ha hecho descender los inventarios y aumentado la presión alcista en los precios mundiales de cereales. Algo similar ocurre con las oleaginosas.

El grano requerido para llenar el tanque de un vehículo con etanol (240 kilogramos de maíz por 100 litros de etanol) puede alimentar a una persona durante un año. Tal es la magnitud de la disyuntiva.

Las tecnologías futuras de biocombustibles deberán sustentarse, por tanto, en cultivos específicos para energía y el uso de desperdicios de madera, en vez de usar alimentos como materia prima, pero estas tecnologías no son todavía comercialmente viables y no lo serán por varios años.

Otros elementos.- Si bien es frecuente oír de los beneficios al medio ambiente por el uso de biocombustibles (que reducen la emisión de gases de efecto invernadero GHG, por sus siglas en inglés) y con ello de la necesidad de apoyo gubernamental, tales beneficios no pueden ser asumidos ciegamente: las emisiones que origina la producción agrícola (incluyendo las emisiones de la producción de fertilizantes), las de los procesos industriales de los biocombustibles, su transporte, e incluso los cambios en el uso de la tierra, deben también incluirse en la evaluación.

Con sus características, se estima que Brasil logra reducir las emisiones de gasolina en cerca de 90%. El biodiésel es también relativamente eficiente y reduce los GHG en 50 o 60%. En contraste, en Estados Unidos la reducción efectiva de GHG es sólo del 10 al 30%.

Si bien países como Brasil han logrado mediante cooperativas que los pequeños productores agrícolas se beneficien, es poco probable que las técnicas de, por ejemplo Estados Unidos, también lo logren, al menos significativamente. La producción de etanol con las tecnologías actuales requiere de grandes economías de escala y una fuerte integración vertical; y las tecnologías de segunda generación –usando celulosa– serán aún más costosas, del orden de cientos de millones de dólares de inversión por cada planta industrial. En el caso del biodiesel existen más probabilidades de producción en menor escala.

Decidir por los biocombustibles es, como se ve, algo que debe evaluarse a fondo.


Los biocombustibles no son algo nuevo: el primer automóvil Ford originalmente iba a funcionar con etanol. No obstante, el interés en los biocombustibles ha crecido en los años recientes, paralelamente a los aumentos de los precios de la energía y a la mayor preocupación por el medio ambiente. Los países no sólo buscan lograr una mayor seguridad energética, sino también reducir la utilización de combustibles fósiles para disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero y mejorar la calidad del aire. Además, la demanda de biocombustibles se incrementó cuando se prohibió el metil terbutil éter como aditivo de los combustibles, a fin de cumplir con la normativa sobre aire limpio de varios estados y localidades de Estados Unidos y por miedo a que contaminara el agua subterránea. El beneficio político que conlleva el respaldo de la mayor demanda de productos agrícolas y, por consiguiente, el aumento de precios de los cultivos, ha sumado el interés de la clase política y alentado la formulación de generosas políticas en favor en muchos países, incluidas las naciones de la Unión Europea y Estados Unidos.

Los biocombustibles pueden producirse a partir de una variedad de materias primas. La tecnología actual –a menudo llamada de primera generación– se basa principalmente en los cultivos alimentarios, como la caña de azúcar y el maíz para producir etanol, y en los aceites vegetales de colza, soya, palma y otros cultivos para producir combustible biodiesel. La llamada tecnología de segunda generación puede llegar a producir biocombustibles a partir de una mayor variedad de materias primas, como el mijo, los desechos de madera y la basura municipal; de todos modos, este tipo de tecnología aún no es comercialmente viable y muchos expertos opinan que no lo será hasta dentro de 10 años, por lo menos.

La producción mundial de biocombustibles alcanzó un total de 45 mil millones de litros en 2006, lo que representa algo más de 1% del conjunto de combustibles utilizados en el transporte vial, en el equivalente de fuentes de energía. Los biocombustibles pueden utilizarse para remplazar los combustibles fósiles equivalentes o pueden mezclarse con éstos para lograr beneficios, como la reducción de emisiones de gases de escape y niveles de octanaje más altos que mejoran el rendimiento del motor. Una de las mayores ventajas es que se pueden utilizar en los motores convencionales de gasolina o diesel sin necesidad de modificarlos y se pueden hacer llegar a los usuarios por medio de los canales de distribución existentes.

No obstante, su utilización presenta algunas limitaciones. Sólo se puede utilizar hasta 10% de etanol en la gasolina para motores convencionales sin necesidad de realizar modificaciones al motor o al sistema de combustible. Además, el etanol requiere un manejo especial a la hora de ser transportado, para evitar contaminación. Los motores específicamente diseñados para funcionar con más de un combustible pueden utilizar una mayor variedad de mezclas de etanol con gasolina y están disponibles en Brasil y Estados Unidos. El combustible biodiesel puede ser utilizado en cualquier mezcla con el diesel de combustibles fósiles en los motores normales, de este tipo, pero su aplicación está limitada a los climas más fríos. El contenido energético del etanol es inferior al de la gasolina, por lo que su rendimiento en kilómetros por litro se reduce entre 20 y 30% en comparación con la gasolina; por su parte, el biodiésel ofrece entre 5 y 10% menos que el combustible diesel.

Si bien los biocombustibles han tenido poca influencia en los precios del petróleo crudo hasta el momento, ya han causado importantes efectos en los precios de los productos básicos que se utilizan como materia prima de los biocombustibles y en los precios de los cultivos con los que compite. Por ejemplo, los precios del maíz aumentaron cerca de 60% entre mediados de 2005 y mediados de 2006, principalmente debido al mayor uso del maíz para la producción de etanol en Estados Unidos. Esto originó un tremendo cambio en la utilización de la tierra: dejó de producirse trigo para pasar al maíz en la temporada siguiente, y así se produjo el marcado incremento en los precios del trigo. Los precios de los aceites vegetales también han subido porque se utilizan cada vez más en Europa y Estados Unidos para la producción del biodiesel: los precios del aceite de palma aumentaron 48% el año pasado y los precios de la soya subieron 25%. Estas variaciones en los precios han iniciado una puja entre alimentos y combustible, que lleva a algunos a cuestionar la contribución que realizan los biocombustibles.

(Texto transcrito de Perspectivas económicas mundiales 2008. Banco Mundial, 9 enero 2008)

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