Usted está aquí: sábado 2 de febrero de 2008 Opinión El abogado del terror

Carlos Bonfil
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El abogado del terror

Pocas figuras públicas tan controvertidas, como el abogado Jacques Vergès, nacido en 1924, en Tailandia, educado en Francia, de madre vietnamita y padre originario de la isla de la Reunión. El director Barbet Schroeder, autor del documental General Idi Amin Dada (1974), “autorretrato” del dictador ugandés, implacable radiografía del poder y sus atrocidades al día siguiente de la dominación colonial inglesa, presenta tres décadas después, en El abogado del terror (L’avocat de la terreur) a otra figura polémica, un hombre a la vez admirado y detestado, capaz de tomar la defensa de figuras políticas, como el dictador Pol-Pot; terroristas del Ejército de la Fracción Roja en Alemania; Saddam Hussein; Milosevic, y Klaus Barbie, verdugo nazi.

El suceso que vuelve célebre a Vergès a una edad temprana es su defensa encendida de la joven luchadora Djamila Bouhired, torturada por los servicios secretos franceses, condenada a muerte como responsable de atentados contra cafés frecuentados por franceses en Argel, en 1957. En su defensa, el abogado coloca en el banco de los acusados al colonialismo francés, consigue la reducción de la pena de la joven, convertida, luego de la liberación, en heroína nacional, y más tarde se casa con ella. Uno de los aspectos más oscuros de la trayectoria de Vergès es la metamorfosis del hombre que se distinguió por defender causas justas, en abogado de personajes como Klaus Barbie. El abogado argumenta con tranquilidad demoledora: “Nadie niega que Barbie es responsable de crímenes contra la humanidad, pero, ¿cuál es la diferencia real entre la tortura practicada por el colonialismo francés en Argelia y la que practicaron los nazis?” Vergès acepta los casos más difíciles, posiblemente por un ánimo de revancha personal de antiguo militante anticolonialista, tal vez por cálculo político, por ambición material o por oportunismo. Para él algo sí queda claro: defender a Barbie expone la hipocresía de la justicia burguesa y sus crímenes, a menudo impunes. Schroeder no toma partido, tampoco juzga. Se limita a referir su historia y, a través de ella, décadas de luchas sociales en África y Europa. El documental es al respecto notable. A la pregunta, “¿Defendería usted a George Bush?”, Jacques Vergès responde con una sonrisa: “Por supuesto, a condición de que primero se declare culpable”.

 
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