Usted está aquí: miércoles 30 de enero de 2008 Opinión Isocronías

Isocronías

Ricardo Yáñez

Respuestas a Jorge Salas

“La poesía, pienso, desde luego que se hace con palabras, pero de nada servirían esas palabras si no quisieran desaparecer en pro de la imaginación, de las imágenes. Pero tampoco si no fueran un juego, un juego de cada quien, del que la hace, del que la lee. De quien la dice, de quien la escucha. De quien la ve en palabras y en imágenes también la ve.

“Del juego con las palabras aprendí cuando niño en una revista, La Familia, donde encontré un acróstico dedicado a ese personaje de la Revolución Mexicana conocido como La Adelita. Del juego de la imaginación al que impulsa el juego con las palabras supe, sin saber –era muy niño–, cuando en mi convalescencia después de haber sido atropellado por un camión mi madre, para entretenerme, me puso a escuchar canciones de la radio y a escoger las que más me gustaran.

“Conocí ahí las palabras de la música, la música o musicalidad de las palabras y de alguna manera cómo toda imagen es un detonador de historias, de nuestra –siempre pequeña, siempre pequeñita– historia.

“Y cómo toda historia tiene al centro una imagen, poética.”

Lo anterior, escrito hará poco más de un año como introducción a un libro coeditado y recientemente reimpreso por el Fondo de Cultura Económica y Anturios, Un pajarillo canta, con versos de quien esto escribe seleccionados y, sobre todo, tan felizmente ilustrados por Carlos Pellicer López, podría servir en parte de oblicua respuesta a la pregunta que desde Uruapan me hace llegar el joven poeta Jorge Salas, “¿cómo llegaste tú a la forma? Es decir, yo he visto que parte de tu poesía es muy libre formalmente y otra es muy rígida en el mismo sentido. No encuentro reproche para ninguna de las dos. Solamente me pregunto, ¿cómo fue?”

Otra respuesta oblicua y asimismo parcial –me temo que sólo hay respuestas oblicuas y parciales para preguntas así– sería, y con esta muestra dejaremos descansar de sonetos (de mi autoría) a los lectores, el texto siguiente, escrito unos días antes de que me llegara el correo electrónico con la pregunta:

Quise hacer del soneto mi maestro
y el maestro a reglazos me sonaba
y la sangre, ni modo, me enseñaba,
por muy bajo que fuera, algo del estro.

Al final en su forma no muy diestro
salí, aunque me esforcé, nomás faltaba…

Ahora que el resuello se me acaba
todavía me arrastra del cabestro.

¿Suena en su son la voz de algún ancestro
que me regaña viendo que en la luna
me la pasé y contra eso cuál vacuna?
¿Tras sus barrotes solo me secuestro?
Confiemos en que rueda la fortuna,
y lo demás, ya no es asunto nuestro.

 
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