Usted está aquí: sábado 26 de enero de 2008 Espectáculos Jazz

Jazz

Antonio Malacara
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RHA Trío

Una vez que se duerme, Hernán Hecht sigue trabajando, como la cándida Eréndira. No para y sigue sonriendo. Es un don más. Así... uno más. Porque aparte están la firmeza del pulso y la solidez del compromiso, la elasticidad de la imaginación y la multiplicidad de sus rutas. El movimiento perpetuo. El quehacer artístico.

Al momento, sabemos que este extraordinario baterista argentino, que para nuestro bien común decidió radicar en México desde hace más de 10 años, se mantiene activo en al menos ocho grupos, a saber: Cráneo de Jade (con quien tocará en el Festival Nacional de Jazz, que inicia el mes próximo), Hernán Hecht Gru-B Project, el Mark Aanderud Trío, Nicolás Santella Trío y Javier Reséndiz Free Quartet; también como baterista de Ely Guerra y Alex Otaola, y de manera eventual con Juan Alzate, Israel Cupich, Agustín Bernal, Ricardo Benítez y Beto Calleti.

Pero hoy queremos hablar de RHA Trío y su disco debut, Al cuarto día, donde Hernán, sin abandonar las baquetas ni la batería, introduce talento en la aparente frialdad de los electrónicos, y se da tiempo de cantarnos desde su ronco pecho. Se trata de un proyecto echado a andar el año pasado con la complicidad de Mark Aanderud, en piano y percusiones, y Marco Rentería al bajo.

El trío propone y experimenta a campo abierto, sin pretender refugio en las siluetas o los esquemas protectores con que regularmente se dibuja la contemporaneidad (refugios que, campechanamente, muchos confunden todavía con el campo abierto y la cultura del riesgo). RHA se mete, casi intuitivamente, a lo más espeso de la maleza, y ahí empieza a andar, a veces con titubeos casi imperceptibles.

Pero he aquí lo más interesante del periplo, lo más atractivo, al menos para mí y mi sub: una vez en la espesura, estos cuates no empiezan a gritar ni a contorsionarse ni a hacer dengues de invencibles cazadores furtivos. Ellos prefieren tomarlo con calma, murmurar sus eventuales hallazgos, degustarlos lenta y pausadamente, dialogar suavemente con la mirada, con el roce de los platillos, con las teclas y los trastes apenas insinuados.

Claro que de vez en vez hay un sobresalto o una leve escaramuza, ¡nomás faltaba! Mark se va directamente a las cuerdas del piano, Hernán golpea los toms, Marco hace zumbar sus graves. Aunque el todo recobra su naturaleza de rumor casi al instante.

Con las percusiones de antier y los electrónicos de pasado mañana, Hecht se extiende y se despliega como un atlas; mientras Rentería repta entre agónico y juguetón, ya reflejándose en el ritual, ya encontrando sus propias luces.

El piano del maestro Aanderud, surgido hace dos vidas de entre la más pura tradición académica, por momentos evoca matices de aquella escuela clásica –no puede ni quiere ignorarlos–, pero sólo en muy pequeñas dosis; su intención primera en este viaje es navegar en la intimidad primigenia, metálica y susurrante de RHA Trío; quiere entretejer y deslizarse en una obra de murmullos, de bullicios contenidos.

Rentería, Hecht y Aanderud se ponen serios y casi nos contagian, casi nos convencen. Aunque en ese momento Mónica nos lee: “al cuarto día Dios llenó las aguas de seres vivos” (y la portada de RHA es el mar). Pero Ana Lucía nos dice que estamos mal, que el cuarto día de la creación fue para el Sol, la Luna y las estrellas (y la portada de RHA es el día). Y sonreímos, y volvemos a poner el disco en la charolita de la Gateway y nos clavamos en la infinitud de las aguas marinas, y a lo lejos la tierra, y a la mano un buen disco. Y volvemos a sonreír, dando gracias por la creación que no para, que no descansa, ni en el sueño. Porque una vez que se duerme, Hernán Hecht sigue trabajando. Salud.

 
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