Usted está aquí: sábado 26 de enero de 2008 Cultura El arte ya no puede soñar con ser independiente, señala Carles Guerra

Jornada inaugural del simposio internacional que se realiza en el centro Tlatelolco

El arte ya no puede soñar con ser independiente, señala Carles Guerra

La modernidad capitalista lo ha metido al “engranaje” del mercado, indica el crítico catalán a La Jornada

Muchos artistas cuestionan esa subordinación: Lee Weng Choy

Arturo Jiménez

Suena fuerte, pero es una afirmación realista, aunque no pretende ningún catastrofismo: “El arte ya no puede soñar con ser independiente”. Y quien la sostiene es el artista, crítico y curador catalán Carles Guerra, quien en contraparte reconoce que aún hay opciones para los artistas y ciudadanos en general, como la de tratar de entender la situación y exigir participar en los procesos de cambio actuales.

En coincidencia con el también crítico y curador Lee Weng Choy, de Singapur, Guerra plantea además que, con distintas “densidades” y “velocidades”, tanto en Oriente como en Europa, América Latina y otros lugares la modernidad capitalista ha impuesto su lógica y ha metido al arte al “engranaje” del mercado.

Con la participación de Jorge Munguía, curador mexicano, Guerra y Weng dieron una breve entrevista a La Jornada al final de las tres clínicas con que anteayer comenzó el sexto Simposio Internacional de Teoría sobre Arte Contemporáneo (SITAC), que se realiza en el Centro Cultural Universitario Tlatelolco y concluye este sábado.

Carles Guerra dice que el arte contemporáneo y la cultura se perciben de dos maneras en Barcelona y en general en el resto de Europa:

“Los que hacen cultura, como productores y participantes, y los que las conciben como un ingrediente del espectáculo de las ciudades, donde los museos como el Tate Modern son lugares que atraen muchos turistas. Entonces, la cultura puede ser muy crítica ahí dentro, pero a la vez está sirviendo también como reclamo para atraer visitantes a una ciudad.

“Estamos así ante una tensión entre una cultura que la utilizamos como modo de vida, de comunicarnos y de representar tensiones, y a la vez esa misma cultura incorporada totalmente en la secuencia del capitalismo y del desarrollo urbano, donde pierde toda capacidad crítica. Lo interesante es que es la misma cultura, no son diferentes.”

Destaca que el arte ya no es sólo como aspecto histórico o contemplativo, sino como “mecanismo de socialización” para quienes participan haciendo una obra o comentándola, o incluso para quienes lo utilizan como un ingrediente o atractivo dentro de la economía del nuevo capitalismo y de las nuevas ciudades.

“En el fondo, el arte sirve también para movilizar gente. Obviamente, no estamos ya en la idea esa del arte desinteresado, bueno por sí mismo. El arte se mide ya por su valor de uso.”

Densidades diversas

En ese sentido, para Lee Weng Choy las diferencias entre la percepción del arte contemporáneo entre Oriente y Occidente son mínimas y muchas de las preguntas en torno suyo son similares a lo largo de todo el mundo.

“Una de las diferencias sería la densidad. Si uno piensa en la historia de Europa a partir de la modernidad, como en los casos de París, Berlín o Londres, hay un tejido bastante denso. Y de alguna manera Latinoamérica recibe esta herencia. Pero en Asia, en relación con todas esas conexiones y la modernidad, dicha densidad es menor.

“Y aunque allá el arte contemporáneo está explotando y hay tantas bienales, muchas de las instituciones no están poniéndose al corriente y tal densidad es superficial. Por ejemplo, puedo ir a una bienal, conocer a alguien y platicar brevemente, pero estos lazos se quedan en un nivel superficial.”

Cuenta que un artista de Hong Kong que reside en Singapur quería escribir algo sobre un hecho en su ciudad de origen, pero mediante aforismos, a la manera de Walter Benjamin. Sin embargo, agrega, aunque ambas ciudades están relativamente cerca, le resultó difícil porque el lector muchas veces no tiene el contexto para entender a Benjamin o los aforismos.

Para Weng, los planteamientos de Carles Guerra sobre el predominio del mercado en el arte, en Europa, es algo que también sucede en Asia. “Muchos artistas están cuestionando al capitalismo y al espectáculo. Pero también, muchos se integran al mercado del arte. Como en todo el mundo”.

Guerra interviene y dice: “Weng habla de densidades distintas en Europa, Latinoamérica y Asia. Yo hablaría también de velocidades de modernización. Por ejemplo, las bienales representan un modelo comprimido de proceso.

“El sábado hablaré de lo que va a ocurrir en Nueva Orleáns o de lo que ocurre en Liverpool, donde el arte y las bienales se utilizan para acelerar procesos económicos. Es como ponerle aceite a una máquina.”

El arte, añade, puede ser muy crítico y ser espectacular, pero está utilizándose como un lubricante para facilitar un proceso. Por ejemplo, en Nueva Orleáns, para devolver la vida a la ciudad, porque el arte está asociado a estilos de vida y a la cuestión humana.

Recuerda que durante el Fórum Universal de las Culturas en Barcelona, en 2004, sucedió algo parecido. El error de los organizadores, dice, es que hicieron eso de manera obvia y la gente se indignó y dijo que se estaba utilizando la cultura y un consenso artificial de la ciudad, ¿para qué?: para regenerar urbanísticamente una zona.

“La cuestión de la economía local y del arte y la cultura ya no se pueden separar. Está todo muy articulado.

“El arte ya no puede soñar con ser independientes. Entonces, lo que hay que hacer es saber entender dónde estás, en qué proceso te han metido. Y entenderlo a tiempo para que no sólo te instrumentalicen sino tú también sacar provecho de eso.”

 
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