Usted está aquí: sábado 26 de enero de 2008 Ciencias Los rayos cósmicos, la energía más potente que llega a la Tierra

El hallazgo, hecho por la UNAM y otros países, cambiará la forma de estudiar el universo

Los rayos cósmicos, la energía más potente que llega a la Tierra

Superan 100 millones de veces la intensidad de cualquier acelerador existente

Los resultados de la investigación, testimonio de la capacidad de los científicos del país

Con el descubrimiento se podrá evaluar si se cumple la Teoría de la Relatividad de Einstein

Emir Olivares Alonso

Científicos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) participaron en un descubrimiento “único”, que, entre otras posibilidades, permitirá comprobar si se cumple la Teoría de la Relatividad y si se violan o no los principios establecidos por Albert Einstein.

El hallazgo es “una nueva ventana” para analizar el universo, por lo que se abrirá una era diferente en la exploración del cosmos y la posibilidad de estudiar a las galaxias de manera individual y novedosa.

Junto con especialistas de otros 16 países, los científicos mexicanos hallaron que los rayos cósmicos son la energía más potente conocida, ya que pueden superar en 100 millones de veces la energía que se puede lograr con el acelerador más poderoso de la Tierra.

El descubrimiento, catalogado por la revista Science como el tercer resultado científico más importante de 2007 y el de mayor relevancia en la física, se logró gracias al uso del Observatorio de Rayos Cósmicos Pierre Auger, el más grande del mundo, ubicado en Argentina, en el que colaboran investigadores de los institutos de Geofísica (IGf) y Ciencias Nucleares (ICN) de la UNAM, del Centro de Investigaciones y Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional, así como de las universidades Autónoma de Puebla y Michoacana de San Nicolás Hidalgo.

En conferencia de prensa, algunos de los participantes en la investigación señalaron que los núcleos activos de galaxias son las fuentes más probables que generan los rayos cósmicos de la más alta energía que llegan a la Tierra en forma anisotrópica, es decir, que provienen de direcciones preferenciales del cielo.

Una de las revoluciones que generará el hallazgo es que permitirá comprobar los principios establecidos por Albert Einstein, aseguró el director del ICN, Alejandro Frank Hoeflich.

Esfuerzo de varias naciones

En el proyecto participaron más de 370 científicos de Alemania, Argentina, Armenia, Australia, Brasil, China, Eslovenia, Estados Unidos, Francia, Grecia, Italia, México, Polonia, República Checa, Suiza y Reino Unido. En ese sentido, el coordinador de la investigación científica de la UNAM, Carlos Arámburo, resaltó que se trata de un “ejemplo notable de colaboración multidisciplinaria, multinstitucional y multinacional que suma esfuerzos y visiones para alcanzar un objetivo en común, que logra en un tiempo razonablemente corto hacer una contribución científica de altísimo nivel, que seguramente tendrá un impacto notable en la manera en que concebiremos el estudio del universo hacia adelante”.

Destacó que este hallazgo constituye un testimonio claro de la capacidad de los científicos mexicanos y de la calidad de la ciencia que se desarrolla en las instituciones públicas de educación superior en el país.

Tal es la importancia de este descubrimiento, señalo José Valdés, director del IGf, y agregó que los estudios que se generan en la actualidad servirán para el desarrollo de la humanidad.

Aportaciones de la universidad

Valdés ejemplificó que la energía contenida en un rayo cósmico de alta intensidad equivale a 10 a la 20 electronvoltios, es decir, a 10 con 20 ceros a la derecha. “Esta energía es la de una pelota de tenis a 160 kilómetros por hora. Pero si se compara la pelota de tenis con un protón, que probablemente sean rayos cósmicos, es como si se comparara una gota de agua con tres mil veces el agua de todos los océanos de la tierra”, subrayó.

Entre las principales contribuciones de la UNAM en el Observatorio de Rayos Cósmicos Pierre Auger se encuentra el diseño de la óptica y la electrónica analógica del detector de fluorescencia; el esbozo, instalación, método de calibración y monitoreo del detector de superficie o de partículas, y el sistema global de análisis de datos y diseño del programa de cómputo respectivo.

Los mexicanos también tienen una participación importante en el manejo técnico del observatorio, que se hace a control remoto desde un edificio de operaciones; en el control del campo de despliegue del detector, y en la recopilación de información.

El proyecto comenzó su construcción en 1999, y aunque aún no se ha concluido del todo, desde enero de 2004 genera datos de forma estable; actualmente se han instalado y funcionan los 24 telescopios de fluorescencia y más de mil 500 de los mil 600 detectores de superficie o partículas.

Por su parte, el director adjunto de Desarrollo Científico y Académico del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, Luis Mier y Terán, señaló que ese órgano de gobierno ha apoyado a los especialistas mexicanos participantes en el observatorio con alrededor de 15 millones de pesos. Agregó que con esto se comprueba, para quienes tienen dudas, que “la ciencia mexicana está en el primer lugar”, por lo que es urgente hacer una mayor difusión de logros similares.

Los científicos explicaron que los rayos cósmicos son protones y núcleos atómicos que viajan a través del universo a velocidades cercanas a las de la luz. “Cuando ingresan a la atmósfera superior de nuestro planeta, colisionan como moléculas del aire y producen una cascada de partículas secundarias que, en su conjunto, se conoce como ‘chubasco atmosférico’. Cuando éste llega a la superficie terrestre, alcanza extensiones de 40 kilómetros cuadrados o más.”

Aseveraron que los núcleos activos de galaxias, donde surgen los rayos cósmicos, son alimentados por agujeros negros que absorben grandes cantidades de materia.

En su turno, Arnulfo Zepeda, del Centro de Investigaciones y Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional, informó que el mismo equipo de científicos ya construye un observatorio cuatro veces más grande que el Pierre Auger, que será instalado en Colorado, Estados Unidos.

 
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