Usted está aquí: martes 22 de enero de 2008 Opinión Itacate

Itacate

Marco Buenrostro y Cristina Barros
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Por el campo

Las manifestaciones culturales más importantes se iniciaron cuando el hombre aprendió a cocinar sus alimentos, y luego a domesticar y a cultivar las plantas. Quizá nada de lo ocurrido después en la historia de la humanidad, pueda superar estos momentos.

En México, del campo han llegado, por milenios, muchas de las expresiones que nos enorgullecen. La mayor parte de lo que es original, de lo que nos identifica, nace en las comunidades indígenas y campesinas.

Cuando la Fundación Cultural Banamex presentó la exposición Grandes maestros del arte popular, pudimos apreciar la vitalidad y la gran capacidad creativa de los artistas mexicanos. Si uno se asoma a sus talleres y a los de cientos de artesanos que renuevan sus propuestas día con día, verá la sencillez casi ascética con que se trabaja. Y esto no es cierto sólo en relación con las artes plásticas; lo mismo ocurre en la música y la danza.

Árboles de vida de Metepec, rebozos de Tenancingo y Santa María, lacas de Michoacán, alfarería de Mata Ortiz, figuras de palo fierro de Sonora, banda de viento de Tlayacapan o tamboras de Zacatecas; músicos de las Huastecas, huipiles de Chiapas, Puebla o Yucatán; danzas de petición de lluvia de Guerrero, nierikas huicholas de estambre y de chaquira, coritas de los seris de Sonora. En fin, lo que presumimos ante los visitantes extranjeros.

Muchos de esos artesanos y artistas alternan su trabajo con las labores del campo. Y casi todos ellos, como la mayoría del pueblo mexicano, tienen como base de su alimentación el maíz, que junto con el nixtamal es una aportación fundamental, herencia de nuestros antepasados.

Entonces, cuando hablamos del campo no nos referimos a un asunto ajeno. Ahí se gestan alternativas en la música, en la plástica, en la danza y ahí se está haciendo, en cada ciclo agrícola, un trabajo genético que permite mejorar las posibilidades de los maíces criollos.

Así que cuando Carmelina Santiago y Aldo González, convocados por los diputados Othón Cuevas y Carlos Martínez, zapotecos ambos, se dirigen a los cuatro rumbos en uno de los jardines de la Cámara de Diputados para pedir por el maíz, nos conmueven y nos comprometen.

Y cuando desde Chihuahua vienen los agricultores en sus tractores para demandar que se renegocie el Tratado de Libre Comercio y se reactive el campo mexicano, o desde el valle de Tehuacán centro de origen del maíz, junto con Oaxaca y Tamaulipas, avanza otra caravana hacia el Zócalo, exigiendo que no haya maíz transgénico en México, como parte de las actividades del Foro Social Mundial, no podemos ser sordos a sus peticiones.

Desde este Itacate, dedicado a la cocina mexicana y al campo, su lugar de origen, los convocamos de corazón a estar presentes en la marcha del Ángel de la Independencia al Zócalo, el 31 de enero. Una marcha incluyente, plural y festiva en la que los artistas urbanos podrán expresar su solidaridad con música, baile, mantas y carteles. Una marcha que no es “de ellos”, sino de todos nosotros que a diario recibimos al campo en nuestras mesas.

 
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