Usted está aquí: martes 22 de enero de 2008 Capital Fábrica de Artes y Oficios, vehículo para hacer más equitativo el acceso a la cultura

En la actualidad funcionan cuatro, en Iztapalapa, Tláhuac, Milpa Alta y GAM

Fábrica de Artes y Oficios, vehículo para hacer más equitativo el acceso a la cultura

Su objetivo: descentralizar las expresiones artísticas del Centro Histórico, afirma directivo

Alejandro Cruz Flores

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Ampliar la imagen Cada Faro tiene su personalidad: el de la GAM tiene una visión ecológica; el de Tláhuac, contemporánea; el de Milpa Alta está más enfocado a la conservación de los usos y costumbres, mientras que el de Oriente, el primero que se creó, tiene un carácter urbano y rasposo. En las imágenes, arriba, el jardín didáctico de cactáceas en el Faro de Tláhuac; abajo, una instalación dedicada a los migrantes, en el de Oriente Cada Faro tiene su personalidad: el de la GAM tiene una visión ecológica; el de Tláhuac, contemporánea; el de Milpa Alta está más enfocado a la conservación de los usos y costumbres, mientras que el de Oriente, el primero que se creó, tiene un carácter urbano y rasposo. En las imágenes, arriba, el jardín didáctico de cactáceas en el Faro de Tláhuac; abajo, una instalación dedicada a los migrantes, en el de Oriente Foto: José Antonio López y Jesús Villaseca

Su objetivo es descentralizar la cultura y que quienes viven en la periferia de la ciudad de México puedan acceder a ella. Se trata de las Fábricas de Artes y Oficios (Faros) que funcionan en las delegaciones Iztapalapa, Tláhuac, Milpa Alta y Gustavo A. Madero, a las cuales se añadirán cinco más durante este sexenio, según el proyecto en el que trabaja la Secretaría de Cultura del Distrito Federal.

Aunque en general trabajan en tres vertientes: talleres de artes, servicios culturales y a la comunidad, todos de manera gratuita, cada uno de estos espacios tiene “su propia personalidad”; señaló Martín González Mercado, director del Faro de Tláhuac.

Así, explicó, el de Gustavo A. Madero, ubicado en la sierra de Guadalupe, en el barrio de Cuautepec, tiene una visión ecológica, con preponderancia de temas como la sustentabilidad y la energía solar, entre otros, mientras que el de Milpa Alta está más enfocado a la tradición y la conservación de los usos y costumbres de los pueblos originarios de esa demarcación.

En el caso del conocido como el Faro de Oriente, en Iztapalapa, el primero que se construyó (en el año 2000), está ubicado en una zona “sumamente ruda, con muchos problemas de violencia intrafamiliar, desempleo y drogadicción”, tiene un carácter más urbano, fuerte, “rasposo, le dicen algunos”.

El de Tláhuac, agregó, está en un contexto más “amable”, se ubica en un bosque, pero con la particularidad de que sus visitantes vienen tanto de los pueblos originarios de la zona como de unidades habitacionales y comunidades emergentes, razón por la cual “hemos querido darle una visión más contemporánea”, con proyectos de arte más ligados a la sociedad.

“Este proyecto nos ha dado una especie de justicia social”, señala Martín González Mercado, director del Faro de Tláhuac, que ha permitido que personas de muy bajos recursos tengan acceso a la cultura “con una visión a largo plazo que ha permitido fomentar su desarrollo personal y profesional”, señaló González Mercado, comunicador grafico que ha participado en este proyecto desde sus inicios, hace ya siete años.

El objetivo, agregó, es descentralizar la cultura de un corredor que solamente abarca el Centro Histórico y el sur de la ciudad, y hacer equitativo el acceso a las expresiones artísticas, por lo cual se tomó la decisión de establecer los Faros en la periferia del DF.

En los Faros, explicó el funcionario, “sabemos qué es lo que no queremos ser, es decir, no nos quedamos en la inmediatez de las actividades”, como sucede con las casas de cultura; ni se “elitiza” como pasa con los Centros Nacionales de las Artes, que ponen demasiados filtros para poder ingresar en ellos.

“Nuestros procesos (de los Faros) son a largo plazo, impulsar la cultura no sólo para que llegue, sino para reconocerla y asimilarla como parte de nosotros, y en el caso de las casas de cultura, todo se queda en el asunto de la manualidad”, indicó Martín González, al destacar que existe una gran distancia entre esas instancias.

Por ejemplo, dijo, “cuando regreso al Faro de Oriente, veo a muchos de los jóvenes a los que les di clases, ahora están haciendo su trabajo social o prácticas profesionales allí, y no dudo que en un futuro algunos de ellos puedan laborar en estos centros”.

El objetivo, señaló, es que en los Faros la gente encuentre no sólo las herramientas necesarias para apreciar el arte en sus distintas modalidades, sino que también participe en la vida cultural de la ciudad, lo que ha permitido la creación de colectivos en diversas áreas como la poesía o la fotografía.

 
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