Las luchas indígenas son de las mujeres

Las mujeres indígenas le están dando rostro y nombre a la lucha de sus pueblos a lo largo del continente americano. Desde el punto de vista social, y hasta civilizatorio, es uno de los aspectos más revolucionarios y transformadores del presente en marcha de los pueblos.

Los centenares de mujeres zapatistas que se encontraron a fines de diciembre con mujeres del país y el mundo dieron prueba y testimonio de los cambios que ha experimentado su condición en los recientes lustros, al calor de la rebelión, la resistencia y la autonomía en Chiapas. Del mismo modo, los movimientos indígenas, campesinos y populares de Brasil, Argentina, Chile, Estados Unidos, Ecuador y Bolivia poseen un nueva y fuerte participación de las madres, las jóvenes y las abuelas, que no son mera “cuota de género” sino nuevo nervio y nuevos contenidos para la humanización plena de los y las de abajo, que en estas tierras llevan siglos de conquistas, sometimientos, guerras, explotación, despojo, y han dicho “ya basta” de muchas maneras.

La dolorosa experiencia de Patricia Troncoso, presa política mapuche, en huelga de hambre líquida desde el 12 de octubre del 2007, representa otro extremo de esta lucha dramática. Después de estudiar Teología en el Instituto de Ciencias Religiosas de la Universidad Católica de Valparaíso, Patricia unió su destino a la liberación de su pueblo. El 12 de septiembre de 2002 fue acusada de ser autora de “amenazas e incendios terroristas”. Con el tiempo, la justicia chilena le agregó otros cargos falsos, en base a una insultante ley “antiterrorista” que heredó de la dictadura pinochetista la “democracia” más neoliberal del sur americano.

Con testigos falsos o anónimos, y en defensa decidida de la propiedad privada empresarial, los sucesivos gobiernos “buenos” de Chile la han mantenido y maltratado en prisión durante cinco años. Aunque ha sido absuelta en más de una ocasión, el gobierno insiste en condenarla, y le niega incluso los derechos que tiene como presa. No muy distinto de lo que sucede al líder lakota Leonard Peltier en Estados Unidos, y en México al dirigente atenquense Ignacio del Valle, con procedimientos que en Guantánamo se han “perfeccionado” de manera escandalosa.

La periodista argentina Claudia Korol escribe: “Patricia Troncoso fue condenada a 10 años y un día de prisión, acusada de incendio terrorista al predio Poluco Pidenco en diciembre de 2001, y se la condenó a pagar en indemnización a la Empresa Forestal Mininco sa la suma de 425 millones de pesos, junto a los cinco condenados por esta causa. Ya ha cumplido la mitad del tiempo en prisión. Sin embargo no se le han concedido los beneficios carcelarios a los que tiene derecho, entre los cuales está la salida dominical y/o la salida diaria. Es otra forma de tortura, en el Chile gobernado por la “socialista” Michelle Bachelet.  Durante los meses de octubre y noviembre del 2004, en forma paralela al cumplimiento de su condena, Patricia Troncoso debió afrontar un cuarto juicio por el delito de asociación ilícita terrorista. Tras 17 jornadas de audiencias en el Tribunal Oral en lo Penal de Temuco, fue declarada inocente por tercera vez de su participación en delitos de carácter terrorista”.

El sacrificio de esta dirigente mapuche, con todo lo terrible que resulta, deberá servir de llamada de atención al mundo sobre las condiciones en que se encuentran los mapuche en Chile y Argentina, y extiende su impacto a todas las luchas indígenas y campesinas de la hora, donde el maíz, las tierras ancestrales y las lenguas originarias parecen condenadas a la trituradora de un “progreso” autoritario y genocida.

En otro extremo de la geografía americana, la manifestación de fuerza, modernidad y esperanza que realizaron las mujeres zapatistas en la selva Lacandona, y que se retrata en estas páginas, significa que la lucha vive y se transforma hacia delante. Los imperios, el capitalismo y el exterminio no se han salido con la suya.

 

 

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