El indio no es el que mira usted

El indio no es el que mira usted
en el catálogo de turismo,
cargando bultos
o llevándole comida a la mesa.
Tampoco el que ve desde la ventanilla
y pide monedas haciendo malabares,
ni el que habla una lengua muy otra
y resiste fríos nocturnos.
No, el indio está adentro,
y a veces se le sale, acéptelo,
aunque lo entierre en apellidos,
aunque lo socave bien
y niegue su manchita de infancia,
ahí está, acéptelo.
Y si aparece esa agua rancia,
voraz, el aguardiente que inflama,
ya verá que le sale,
el indio empuja con su fuerza de siglos,
emerge ardoroso y se le sale,
con lo guardado,
con lo que dura doliendo.
No, no es otro,
el indio soy yo,
a ver, repita conmigo.

Alan Mills
(Guatemala, Guatemala, 1979). Poeta, ensayista y traductor. Ha publicado Los nombres ocultos (2002), Marca de agua (2005), Poemas sensibles, y Síncopes (Literal/Limón partido, 2007). Dirige la revista web de poéticas latinoamericanas Rusticatio (www.rusticatio.com)

 

El Cú

Sin que pueda evitarlo,
un pájaro se escapa de su casa de cedro
y se esconde en las ramas de un frondoso sabino.

Cuerda a cuerda lo llamo, cantándole bajito:
¿no sabes que te debes a la música
y no al árbol aquel que se agacha hacia el río?
Deja que él solo encuentre lo que ha extraviado.
No  necesita ayuda.
Somos nosotros dos los que corren peligro.
Alguien va a darse cuenta de que no estamos juntos
y vendrá con sus jaulas de mercado en domingo.

Esto puede ocurrirnos:
que nos compre cualquiera y nos tire al olvido,
lejos de los fandangos para los que nacimos.

Hay días, no lo niego,
que yo también quisiera irme sin hacer ruido,
retirarme al silencio de un frondoso sabino
a ver pasar el agua sin buscarle sentido.
Días en que el cansancio me cambia el instrumento
por la comodidad de un lecho tibio,
pero cómo aceptarlo:
la versada me arrastra como a ti el estribillo.

Canto así mientras rueda hacia el mar otro siglo.
Lo repito dos veces y después ya no insisto.

Un suspiro sacude suavemente las cuerdas.
Corta el aire una flecha.
A su casa de cedro vuelve el Cú adolorido.

 

Los mudos

Para cuándo dejarán
el que escucha de escuchar
y de contar el que cuenta
a diario la misma historia
solamente en apariencia:
nuevo día, nueva historia.

Como los mudos se hablan
el río y las nubes: a señas.
A veces pregunta el río
y las nubes le contestan.
Otras veces son las nubes
las que aguardan la respuesta
pero ninguno se calla,
ni el que escucha ni el que cuenta.

 

Rafael Torres Sánchez
(Culiacán, Sinaloa, 1953), uno de los principales poetas mexicanos del presente, es también cronista, historiador, ensayista, biógrafo y jaranero. En poesía es autor de, cuando menos, Teclear, Cuatro fechas y un son para niños, El arquero y la liebre, Fragmentario y Seis poetas hipotéticos. Acaba de publicar Bastón de ciego (Editorial Calamus, Oaxaca, 2007), que lo refrenda como una voz única y necesaria. Amigo, colaborador y alguna vez miembro del consejo editorial de Ojarasca, vuelve a nuestras páginas con la pluma en una mano y la jarana en la otra.

 

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