Usted está aquí: domingo 20 de enero de 2008 Cultura Tamayo reinterpretado, pretexto para esbozar la historia íntima del artista

Intenso, polémico, apegado a cada obra como si fuera un hijo, lo describe Tibol

Tamayo reinterpretado, pretexto para esbozar la historia íntima del artista

Inauguran en Cuernavaca Figura y gesto, con pinturas de él, Picasso, Alechinsky y Toledo

Ángel Vargas

El Rufino Tamayo artista, intenso e incluso polémico, como se le recuerda; el creador con apego, que consideraba y trataba a sus obras como hijos –aspecto poco conocido–, y el hombre “coqueto” que prohibía la entrada de su esposa a su taller, como coartada para sus devaneos, “pues tenía sus noviecitas”, la historia íntima, hermética.

Facetas que Raquel Tibol trajo ayer a cuenta como parte de la mesa redonda que el Museo Tamayo organizó como corolario de la exposición Tamayo reinterpretado, que este domingo llega a su fin, en dicho recinto.

Según dice, ésta es la primera ocasión que la crítica de arte, periodista y curadora habló en público de su relación con el pintor oaxaqueño y su esposa Olga, a quienes conoció a finales de 1955, en una reunión en la casa que compartían Álvaro Matute y José Revueltas tras haberse haberse divorciado de sus respectivas esposas.

Aficiones y gustos de Tamayo como cantar corridos, o la personalidad rijosa, temperamental de éste –incluso hasta lo describió como enojón–, fueron hilvanándose en el anecdotario de Tibol, quien a partir de 1984, e incluso después de la muerte del maestro, se encargó de organizar y hacer la curaduría de varias de las muestras que sobre él se montaron en México y el extranjero, así como algunos de los catálogos.

Entre otros hechos, recordó cómo Diego Rivera afirmó que “después de Picasso, naiden, y después de naiden, Tamayo”, a raíz de la visita que el guanajuatense hizo a una exposición de arte francés que se presentó en el Palacio de Bellas Artes, en 1956.

“Con esto quería decir que en la Escuela de París, donde había gente de muchas nacionalidades, el mejor continuador de Picasso, la gran figura de París, era Rufino Tamayo”, abundó la crítica.

La relación entre los Tamayo y Tibol se vio truncada durante 20 años –desde los años 60, cuando escribió un artículo periodístico sobre él, hasta 1984, cuando lo buscó para incluirlo en una exposición en el Museo de Arte Moderno– debido a que Octavio Paz, contó la crítica,“le calentó la cabeza” al pintor, porque “tenía el prejuicio de que yo era staliniana y todo lo que escribía yo tenía esa carga”.

Raquel Tibol se adentró un poco en el análisis del quehacer del maestro, en particular su manejo del erotismo; “para mi gusto, los grandes temas de Tamayo son las constelaciones, el terror y las mujeres, sobre todo la sexualidad femenina. Es, de los artistas mexicanos, el que más profundamente pintó el erotismo femenino y el desnudo”, indicó, no sin antes asegurar que María Izquierdo “fue realmente la pasión erótica” del maestro, “y eso se ve, el pintor habla con su pintura”.

En ese tenor se expresó la también crítica de arte Ingrid Suckaer, quien, al lado de Karen Escudero, completó la lista de participantes de la mesa redonda: “siempre la obra de Rufino Tamayo posee una fuerza indiscutible y erótica a lo largo de su vida y crea polémicas”.

Por otra parte, fue inaugurada la exposición Figura y gesto, el pasado viernes en el Centro Cultural Muros, de Cuervanaca, Morelos, donde permanecerá hasta marzo.

La muestra está integrada por 19 obras del acervo del Museo Tamayo Arte Contemporáneo, entre las pueden encontrarse algunas realizadas por Pablo Picasso, Pierre Alechinsky, Wilfredo Lam, Francisco Toledo y el propio Rufino Tamayo.

 
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