Usted está aquí: sábado 19 de enero de 2008 Opinión De Coyoacán a la quinta avenida

José Juan Tablada

De Coyoacán a la quinta avenida

Ampliar la imagen José Juan Tablada (1871-1945) José Juan Tablada (1871-1945)

José Juan Tablada (1871-1945) es uno de los escritores mexicanos más controvertidos y polifacéticos. Su espíritu ávido de novedad y aventura enlaza el siglo XIX con el XX. Dominó la musicalidad y la riqueza métrica promovidas por Rubén Darío y encabezó la transgresión innovadora de códigos estéticos y morales. El erotismo diabolista de su poema Misa negra inició la polémica del decadentismo que consolidó el modernismo mexicano. Fue célebre por su japonismo y en sus desplantes vanguardistas introdujo el haikú en Hispanoamérica y cultivó la poesía ideográfica y el simultaneísmo. Tablada vivió 16 años en Nueva York, urbe cosmopolita desde donde pudo contemplar las grandes transformaciones mundiales. Su producción abarca casi todos los géneros: poesía, crónica, cuento, novela, poema en prosa, ensayo, teatro, crítica literaria y de arte. La presente antología da cuenta, por primera vez, de la amplia variedad de su trabajo. De tal manera da a conocer el Fondo de Cultura Económica (FCE) una novedad bibliográfica imprescindible: De Coyoacán a la Quinta Avenida, una antología general, como parte de su colección Biblioteca Americana y de cuyo contenido ofrecemos una muestra en botón a manera de primicia para los lectores de La Jornada y como un adelanto de este generoso volumen que se pondrá a circular en breve

Li-Po y otros poemas

Li-Po, uno de los “Siete sabios en el vino”
fue un rutilante brocado de oro...
la perla de la luna
La luna es araña
de plata
que tiende su telaraña
en el río que la retrata
Y Li-Po
el divino
que se
bebió
a la
luna
una
noche en su copa
de vino
Siente el maleficio
enigmático
y se aduerme en el vicio
del vino lunático
¿Dónde está Li-Po?, que lo llamen
manda el emperador desde su yámen
Algo ebrio por fin
entre un femenino tropel,
llega el poeta y se inclina;
una concubina
le alarga el pincel
cargado de tinta de China,
otra una seda fina
por papel,
y Li
escribe así:
So
lo
e s t o y
con mi
frasco
de vino
bajo un
árbol en flor
asoma
la luna
y dice
su rayo
que ya
somos dos
y mi propia sombra
anuncia después
que ya
somos
tres
aunque el astro
no puede beber
su parte de vino
y mi sombra no
quiere alejarse
pues está conmigo
en esa compañía
placentera
reiré de mis dolores
entre tanto que dura
la primavera

***

Heroísmo

Triunfaste al fin, perrillo fiel,
y ahuyentado por tu ladrido
huye veloz el tren...

La mujer tatuada

Las huellas de los pies de sus amantes
han cubierto su alcoba
con un tapiz de peregrinaciones.
La arcilla de su seno
está llena de huellas digitales,
y todo su cuerpo de jeroglíficos
de colibríes, besos
de sus amantes niños...
El vuelo de sus cejas
en su frente admirable
posa un perfil de zopilote
sobre los cráneos del zompantli,
que echa a volar cuando sus ojos
luminosos se abren...
Espejo de obsidiana
del brujo Tezcatlipoca;
yugo de granito;
¡cóncavo
vaso de sacrificios!
Cuerpo macerado de inciensos
como las paredes de los templos.
Un pasajero amante
dejó escrito su nombre en un tatuaje
sobre su carne.
Su esencial orquídea,
como las de Mitla,
surge entre las piedras del templo
promulgando sangre de víctimas,
imán de mariposa, ilusión
que flota en claros de luna o tiembla
en un verde rayo de sol.
La Teoyamique sonríe en sus dientes
y el jaguar de su ardor abre las fauces
al través de una enagua de serpientes
y, hélice del calendario ancestral,
su misterio sobre nuestras escamas
riza elásticas plumas de quetzal.
De su alma llena de sepulcros
suben hasta sus ojos
espectros y vislumbres de tesoros
y tanta pasión suprimida;
¡momias que emparedó el Santo Oficio
y hoy implacables resucitan...!
Mientras su carne de cera
arde con flama de pasión
como gran cirio de la Inquisición.
Se siente emperatriz en las verbenas
y en la profunda ergástula de sus amantes, reina,
y aspira como ídolo copales y alhucemas.
Caen los besos, de sus ojeras a la sombra,
en el ávido surco de su boca
y sus senos se hinchan
como si fueran a brotar dos rosas...
En su vientre está la equino-cáctea,
en su vientre infecundo
¡tan blanco como la Vía Láctea
llena de mundos...!
Sus pésames aúllan con los coyotes de la sierra
y su máscara estampada de flores
cubre una sonrisa de hiena.
Con submarinas medusas
en espejismos de Atlántidas
ruedan sus ojos en blanco
cuando entre blasfemias roncas
su hombre se rinde entre sus brazos
como un ahorcado en una horca.
Nada hay
tan semejante a una chinampa florida
como su carne escondida
bajo tápalos de Catay...
Y a ella toda, como la gran curva de luz
del cohete que en silencio vuela
y suspende, doblado en festón de saúz,
un jardín milagroso en la plazuela
a tiempo que a la vera de la vieja casona
esquiva la Llorona
su fluido cuerpo de lémur
y su quejido doliente y vano
como de flauta hecha en un fémur
humano...
Nueva York, enero, 1922

***

En el parque

Un último sonrojo murió sobre tu frente...
Caíste sobre el césped; la tarde sucumbía,
Venus en el brumoso confín aparecía
y rimando tus ansias sollozaba la fuente.
¿Viste acaso aquel lirio y cómo deshacía
una a una sus hojas en la turbia corriente,
cuando al eco obstinado de mi súplica ardiente
respondiste anegando tu mirada en la mía?...
Ya en la actitud rendida que la caricia invoca
tendiste sobre el césped tus blancos brazos flojos
vencida por los ruegos de mi palabra loca.
Y yo sobre tu cuerpo cayendo al fin de hinojos
miré todas las rosas sangrando entre tu boca
¡y todas las estrellas bajando hasta tus ojos!

***

Peces voladores

Al golpe del oro solar
estalla en astillas el vidrio del mar.

***

La araña

Recorriendo su tela
esta luna clarísima
tiene a la araña

 
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