Usted está aquí: sábado 19 de enero de 2008 Opinión El año que inicia

Enrique Calderón Alzati

El año que inicia

Mal comienza la semana para quien lo ahorcan en lunes, reza un viejo refrán popular. No estamos quizás en tales condiciones, pero las cosas siguen como en el sexenio anterior, ante la insensibilidad e ineptitud de los nuevos gobernantes, tanto de la ciudad como del país. El país entero inicia el nuevo año con el pie izquierdo.

La abrupta salida de Carmen Aristegui de la XEW, por su posición crítica a los altos jerarcas de la Iglesia católica, y particularmente al cardenal Norberto Rivera, así como a poderosos funcionarios públicos, dedicados todos a la protección de criminales, resulta inaceptable, especialmente cuando sabemos que un familiar cercano del Presidente ha sido colocado en un puesto directivo de esa empresa, con el claro propósito de asegurarse ventajas e influencias, cuyos resultados comenzaremos a conocer pronto.

Siendo Carmen Aristegui una periodista emblemática, reconocida y admirada por su lucha por los derechos humanos y por la seriedad de su trabajo, su despido ha sido motivo de irritación en amplios sectores de la sociedad, que está muy lejos de aceptar las explicaciones dadas por los funcionarios de la empresa.

De igual manera, la oposición del partido en el gobierno, al rechazar al ministro Genaro Góngora Pimentel para presidir el Instituto Federal Electoral, sin considerar el singular prestigio y respeto que este hombre ejemplar ha logrado entre la población, e ignorando también el nivel de descrédito alcanzado por el organismo electoral, ante las irregularidades conocidas de las elecciones de 2006, aceptadas hoy por sus propios dirigentes, asegura que éste seguirá siendo en el futuro una fuente más de enojo de la sociedad y de desconfianza hacia el gobierno.

La docilidad del gobierno mexicano ante la entrada del capítulo agropecuario del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), sin tomar en cuenta la enorme disparidad de los campesinos mexicanos frente a sus contrapartes de la agricultura estadunidense, altamente subsidiada por su gobierno y dotada de tecnología avanzada, es inadmisible.

Las declaraciones del Presidente sobre los beneficios que el TLCAN ha traído para nuestro país son ingenuas, por no decir demagógicas, en tanto que el tratado no ha sido otro que uno de dominación económica, en cuyos efectos directos se pueden contabilizar la destrucción de nuestra planta productiva y las altas tasas de desempleo que viene sufriendo la población desde hace 14 años.

Por otra parte, la incapacidad e inmovilidad del gobierno ante sus propias trabas normativas, frente al crimen organizado, frente a los fenómenos meteorológicos, y la falta de obras de infraestructura y de servicios básicos, saltan a la vista. Así, durante toda la temporada de fin de año se registraron esperas de cuatro a cinco horas para acceder a las casetas de cobro de las autopistas supuestamente construidas para reducir los tiempos de transportación, causando la justificada molestia de miles de usuarios, incluyendo a los conacionales que se arriesgaron a regresar a México con motivo de la Navidad.

Un poco de sentido común y de sensibilidad política para facilitar el acceso sin el pago de las casetas hubiera compensado en parte el enojo de la espera, que se habría también reducido de manera considerable, y podría haber dejado una imagen amable del gobierno, al que mucha falta le hace.

El gobierno de Vicente Fox logró atraerse la antipatía de la población, que al principio le había brindado su confianza; los niveles de deterioro de la imagen del ex presidente, hasta la lamentable situación actual, deberían ser hoy un mensaje claro para Felipe Calderón, si bien su situación es diferente, dado que la legitimidad de su acceso al poder está cuestionada. De seguir como van las cosas, él terminará siendo odiado por amplios sectores de la población, y eso si no se genera un rompimiento social, por el agotamiento de la paciencia ante lo que son ya décadas de corrupción, crisis, empobrecimiento e injusticia.

En el gobierno de la ciudad las cosas tampoco pintan bien; el acierto del actual gobierno, con el establecimiento de las pistas de patinaje, que seguramente trajeron entusiasmo y alegría a un sector de la población, tiene como asignatura pendiente la lucha contra la inseguridad creciente en la ciudad; las cifras de autos robados se han vuelto a disparar, mientras los dueños de autos robados en diciembre se han visto obligados a pagar por adelantado la tenencia correspondiente a 2008, para que las compañías de seguros puedan tramitar las indemnizaciones correspondientes.

¿De qué se trata? ¿De establecer acaso un nuevo impuesto de “no tenencia” de autos, en lugar de que el gobierno reconozca que no ha cumplido con quienes pagan ese impuesto, protegiéndoles al menos contra robos generados por su propia incapacidad de proporcionar seguridad en todo momento?

 
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