Usted está aquí: lunes 14 de enero de 2008 Opinión El Banco de México en el nirvana

León Bendesky
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El Banco de México en el nirvana

En el banco central parecen estar en el nirvana. Cuando menos así puede desprenderse de la reciente presentación sobre la política monetaria y las perspectivas económicas para 2008 que hizo el gobernador Guillermo Ortiz el 11 de enero en el ITAM.

La presentación (que se encuentra en la página de Internet del Banco de México) propone un análisis plano del desenvolvimiento de la economía, basado esencialmente en las condiciones externas; ignora casi por completo el comportamiento de la oferta y la demanda internas, nada se dice del endeudamiento de las familias y el efecto en el consumo, nada del proceso de formación de los precios.

En la presentación de referencia se propone una estimación del crecimiento del producto interno bruto de 3.2 por ciento en 2007, y se proyecta una tasa de entre 3.25 y 3.75 por ciento para 2008. Este último escenario está por completo fuera de todo lo que se observa y se discute actualmente, a partir del comportamiento de los mercados financieros internacionales y sus posibles consecuencias globales para los próximos meses. Parece un caso de amnesia incipiente, de atraso en el seguimiento de lo que ocurre (¿habrán ya regresado de vacaciones?). Mala impresión provoca una comparecencia así del responsable de esa institución clave de la política económica, en un entorno académico que debería ser más exigente.

Las cifras de crecimiento y el panorama macroeconómico señalados arriba se desprenden, según se hace explícito en la presentación aludida, del Informe sobre inflación de julio-septiembre de 2007. Pero en los últimos tres meses y medio ha cambiado radicalmente el entorno económico internacional y, especialmente, las condiciones financieras y económicas en Estados Unidos.

Puesto que la economía mexicana mantiene una estrecha dependencia con aquélla y los ciclos de la actividad económica se mueven con gran cercanía –como se indica en una de las láminas usadas por el gobernador Ortiz–, no puede hacerse caso omiso de las circunstancias que hoy prevalecen. ¿Por qué, entonces, soslayar una consideración que parece obvia acerca de las probables repercusiones de lo que ya se advierte como una caída de la tasa de crecimiento económico en Estados Unidos o, incluso, de una posible recesión?

En la presentación se adopta como base del análisis una tasa de expansión de 2.1 por ciento del producto estadunidense en 2008. Pero este dato hay que ubicarlo en un entorno de mucha incertidumbre, como el que caracteriza el comienzo de este año. Algunas proyecciones del crecimiento en esa economía lo ubican en un nivel de 1.5 por ciento, como es el caso del Economist Intelligence Unit y este ya parece demasiado optimista.

Mientras tanto, continúan las repercusiones adversas de la crisis de los mercados hipotecarios, provocada por los llamados créditos subprime, que se manifiestan entre otras formas en la caída del índice de cotizaciones en la Bolsa de Nueva York, la continua depreciación del dólar, el estancamiento de las ventas en diciembre, la mayor tasa de atrasos en el pago de deudas como las de tarjetas de crédito, la caída de los precios de los bienes raíces, del número de viviendas nuevas, la mayor incautación de propiedades a deudores morosos. Los grandes bancos comerciales y de inversión han tenido que hacer multimillonarias provisiones sobre los malos préstamos que se han precipitado como una cascada a lo largo de los mercados de deuda. Están, además, a la caza de fondos para recapitalizarse y evitar mayores daños.

La Reserva Federal intervino mediante la inyección de recursos para evitar la falta de liquidez en los mercados financieros, y se espera que pronto decrete una nueva reducción de la tasa de interés de los fondos federales. El Departamento del Tesoro actuó también y tiene planes adicionales para otras intervenciones que podrían ser del orden de 100 mil millones de dólares, cifra similar a la que pueden llegar las pérdidas de los grandes bancos.

Hoy se debate extensamente sobre la eficacia que a estas alturas tienen tales acciones y que pueden ser ya tardías para evitar no sólo una desaceleración de la economía, sino que algunos hablan ya de una posible recesión (seis meses de tasas de crecimiento negativas).

En medio de todo eso, el Banco de México sólo acierta a considerar como riesgo de corto plazo una posible mayor desaceleración de aquella economía. Eso es a las claras insuficiente. Sería muy oportuno que a comienzos del año y en un foro como en el que hizo, quien dirige al banco central propusiera escenarios y expectativas realistas y considerara mecanismos para enfrentar las contingencias que ya no están únicamente en el plano teórico, sino a la vista de todo aquel que tenga acceso a los diarios y a Internet. La ONU ha señalado que en las actuales circunstancias el crecimiento de la economía mexicana podría ser sólo de uno por ciento este año.

Para el gobernador Ortiz, la economía nacional es hoy muy resistente pues cuenta con indicadores macroeconómicos más sólidos que nunca. Pero, ante una prueba severa de tal resistencia vamos a sorprendernos malamente.

Si algo llega a pasar, se hará lo necesario conforme a lo que ya es costumbre en México. según la gran experiencia del banco central y Hacienda. para imponer una férrea disciplina y distribuir de modo no equitativo e impune las pérdidas, y proponer luego las explicaciones que se requieran junto con el Congreso.

 
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