Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 13 de enero de 2008 Num: 671

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

La ciudad y las bicicletas
RICARDO GUZMÁN WOLFFER

La desaparición
YORGOS YERALÍS

Diplomacia cultural: elementos para la reflexión
ANDRÉS ORDÓÑEZ

Santa María, California
AGUSTÍN ESCOBAR LEDESMA

Un paso adelante hacia
El Paso

FRANCISCO CALVO SERRALLER

Cincuenta años del grupo El Paso
MIGUEL ANGEL MUÑOZ

La otra Frida
NORMA ÁVILA JIMÉNEZ

Leer

Columnas:
La Casa Sosegada
JAVIER SICILIA

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Corporal
MANUEL STEPHENS

El Mono de Alambre
NOÉ MORALES MUÑOZ

Cabezalcubo
JORGE MOCH

Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO

Al Vuelo
ROGELIO GUEDEA


Directorio
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Rogelio Guedea
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Racismos

No sé hasta qué punto los mexicanos somos racistas. Nos quejamos de la intolerancia estadounidense, de su a veces ferocidad racista, pero poco o nada nos miramos al espejo. El otro día estando en la piscina pensaba en esto. Veía a las parejas entrar en el agua tibia: una negra con un blanco, una japonesa con un negro, un maorí con una china, un africano con una francesa, un neozelandés con una hindú, y después de tanto mirar las piernas que se fundían en la transparencia llegué a la conclusión de que nosotros (los mexicanos) somos más racistas que ellos no porque seamos intolerantes al extranjero sino simple y llanamente porque no aceptamos mezclarnos. Esto es: mientras la mujer tenga ojos de color y piel blanca, todo sea por Dios. Pero si la mujer tiene rasgos achinados, piel morena y cabello lacio oscuro, entonces oponemos cuanta resistencia esté a nuestro alcance, a menos que no tengamos otra opción o, en todo caso, que pertenezcamos a la misma especie. Aquí en la piscina yo he visto, por decir poco, a muchas parejas conformadas por maoríes y neozelandeses, que es como si aquí en México encontráramos por la calle, de la mano, a una indígena huichola y a un joven blanco, de ojos verdes, del Tecnológico de Monterrey. Imposible ver un cuadro de estos entre nosotros. ¿Y por qué?, me pregunto. Las respuestas para estas preguntas son tan evidentes que, por eso mismo, pueden hacerse interminables, así que es inútil responderlas. Mejor dejarlas así, abiertas a la nada, colgadas de su mismo signo de interrogación, para ver si alguien, algún día, nos las puede responder en dos patadas.