Usted está aquí: jueves 10 de enero de 2008 Opinión Entre percepciones privadas y públicas

Soledad Loaeza

Entre percepciones privadas y públicas

Según Consulta Mitofsky, los mexicanos iniciamos 2008 con un ánimo optimista muy alejado del que deberían inspirarnos las noticias de la televisión y las opiniones de los editorialistas, pero perfectamente empatados con el calendario chino en el que este 4705 es el Año de la Rata, el cual tiene un significado muy distinto al que le daríamos en México, donde la imagen de este animal está asociada con la uña larga. En cambio allá, la rata es un animal muy apreciado por su inteligencia y capacidad de adaptación. Lo que nos prometen los augures locales para el año que comienza no explica nuestra buena actitud, pero el horóscopo chino confirma nuestras mejores intuiciones.

La encuesta Mitofsky revela que los mexicanos hacemos un balance positivo de 2007, y miramos el porvenir individual con ponderado entusiasmo: al país tal vez no le vaya tan bien, pero a cada uno de nosotros le irá mejor que en el año que terminó. Para los chinos el Año de la Rata es un buen tiempo para iniciar proyectos, poner en pie nuevas empresas, aguzar los sentidos y olfatear y pescar al vuelo las oportunidades.

Es curioso, pero hay mayor coincidencia entre lo que nos ofrece este calendario y las percepciones de los mexicanos, que entre las imágenes y las opiniones que mayoritariamente transmiten los medios, en particular la prensa escrita, y que los políticos repiten, para hablar de nuestras incompetencias ancestrales e insuperables –y las protagonizan– y de infortunios sin cuento. Así, mientras por una parte en el mundo de la imagen y de la palabra se construye una atmósfera de catástrofe, por la otra, muchos son los mexicanos que dan la espalda a esas evaluaciones negativas y miran positivamente sus expectativas personales, se consideran honestos y felices. (Consulta Mitofsky, Cambio de Año 2007-2008, ¿cómo se siente el mexicano?, 01/07/08.) Esta discrepancia indica que hay una negación de la realidad. La pregunta es quién la niega: ¿el optimista que cierra los ojos a los problemas de violencia, estancamiento económico, pobreza y desigualdad del país, o el pesimista que sólo ve la violencia, el estancamiento económico, la pobreza y la desigualdad?

Ciertamente, la imagen luminosa que tenemos de nuestro futuro personal no alcanza a la vida pública y a las instituciones políticas. Los mexicanos, con nuestro corazoncito presidencialista en la mano, creemos que a Felipe Calderón también le irá bien, pero en cambio nada bueno esperamos de nuestros partidos y de nuestros políticos. Esto sugiere que no somos del todo inmunes a las negras visiones de los medios que viven del principio de que las malas noticias venden mejor, o de los políticos y escritores que buscan levantar el interés de su lector o de su auditorio, con la denuncia o la exhibición de las iniquidades y perversidades del poder. No son pocos los políticos que pretenden construir su causa a partir del mensaje: “Yo soy mejor simplemente porque el otro es muy malo”. Una postura que como programa político es, por lo menos, insuficiente.

Cabe preguntarse cómo o por qué se cava esta zanja cada vez más amplia entre la vida cotidiana de millones de mexicanos, y las ideas generales y las razones individuales de quienes se ostentan como sus intérpretes. En el Antiguo régimen y la revolución Alexis de Tocqueville habla de la enorme discrepancia que en los años previos a la Revolución de 1789 separaba al país real de las teorías e ideas generales de los escritores, y la explicaba por la ignorancia de la cosa pública que era característica del absolutismo del Antiguo Régimen que mantenía alejados del poder y de toda información a la mayoría de los franceses. Una de las ganancias de la democratización ha sido precisamente la apertura de la información respecto a los más variados y posibles temas de la cosa pública, aunque muchas veces desordenada y contradictoria; así que la falta de información no explica la brecha entre las opiniones e ideas generales y la realidad que revelan las opiniones encontradas respecto a las perspectivas que ofrece el Año de la Rata. Además, muchos son los políticos de oposición que han ejercido cargos de gobierno, y que saben bien cuáles son los límites que la realidad impone a brillantes construcciones abstractas. Uno esperaría que sus críticas y sus propuestas llevaran la huella de la experiencia y no solamente el peso de su ambición. De suerte que la brecha entre el país real y las opiniones y visiones generales de sus intérpretes, parece ser en muchos casos efecto de objetivos de corto plazo, antes que producto de una evaluación desapasionada de lo que se ha hecho, de lo que se ha hecho bien y de lo que resta por hacer. Si lo hiciéramos es posible que lográramos la reconciliación de las percepciones privadas y públicas, y que no tuviéramos que recurrir al horóscopo chino para entendernos.

 
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