Usted está aquí: jueves 10 de enero de 2008 Espectáculos Chicas católicas aborda en tono cómico el tema de la represión

Cumple 200 representaciones en el foro Chopin

Chicas católicas aborda en tono cómico el tema de la represión

Arturo Cruz Bárcenas

Ayer miércoles se realizó la función número 200 de la obra teatral Chicas católicas, en el foro de la Sala Chopin, en la que han participado hasta el momento 12 actrices. Cuatro de ellas: Ingrid Martz, Anilú Pardo, Mariana Treviño y Valeria Vera, coincidieron en entrevista, de manera tajante, que ellas no inscribirían a sus hijos en escuelas de monjas.

La historia, de Casey Kurtti, desarrolla el tema de la autoridad en un plantel de educación primaria dirigido por “las hermanas”, quienes infunden miedo a las alumnas y pretenden que entiendan conceptos como Dios, Diablo, bien y mal, por ejemplo. La puesta parte del primer año de primaria y concluye en el sexto, cuando algunas de las estudiantes ya son señoritas y ponen en duda la existencia del Dios que las hermanas les han infundido con el catecismo en mano.

Algunos asistentes se han molestado por la duda ontológica sobre la existencia de Dios, pero la obra toca otros temas, entre los cuales destaca el de la inocencia propia de la niñez. Mariana Treviño desarrolla los papeles de alumna y de la madre María Juana. Es “la becada” del salón, a quien sus compañeras siempre criticarán por esa condición.

“Es la dejada, la marginada: tiene nueve hermanos, su situación económica es precaria. Es la pobrecita y yo me identifico con el personaje. Tiene problemas con las matemáticas”.

Para Treviño, quien ha estado en todas las representaciones de Chicas católicas, tal experiencia abre posibilidades de abordar el personaje de manera distinta. Valeria Vera, la “alumna llamada Eva Durazo”, quien desempeña a la madre Sacre Coeur, es a quien le corresponde ser la excéptica, la crítica, “la más vivilla”. “Siempre le está echando bronca a Wanda (Ingrid Martz), que quiere ser la líder.

“Eva es amargadilla y se le resbala todo. Adoro más a la monja Sacre Coeur, quien es mala, pero me divierte. Creo que hay algo en mi interior que me identifica con ella. Creo que traigo algo podrido dentro. Mis personajes son extremos. En la vida real soy bastante dulce, la verdad; no soy agresiva.

“No estudié en colegio de monjas, pero me identifico con lo que plantea la historia, no en cuanto a la religión. No voy a la iglesia ni estoy en pro de ello. Creo que esta obra sí es más para mujeres. Un primo mío de Puebla vino con su novia, quien salió ofendidísima. Esta obra la tienes que tomar como es, porque si te pones a pensar le vas a encontrar cosas que probablemente no te van a gustar, aunque el tono es de comedia, divertido, cómico.

“Se abordan temas sobre la represión y hay gente que se motiva cuando les tocas esas fibritas…”

Confusión de conceptos

Intervino Anilú Pardo (alumna y madre María Tomasina): “Hay quien me ha dicho que es una obra feminista y que damos duro contra los hombres, pero nada que ver. Habla de la autoridad y de fortalecer el carácter.

“En la escuela, según la obra, te infunden conceptos como los del cielo y el infierno, y el paraíso, que cada quien se medio explica, pero al final nunca entiendes porque te metieron ese rollo en la cabeza y porque Dios todo lo ve. A veces es angustiante… sales huyendo. Mi personaje, Ana, es una niña que entra a la escuela con una fe absoluta, pero las monjas se encargan de hacerle ver que Dios está por ahí, pero no para ella.

“Sufre la autoridad porque tiene una abuela excéntrica y liberal. Eso es contradictorio para Ana, porque la envían a una escuela de monjas. Sus familiares no son católicos persignados, acérrimos. La negociación entre un mundo y otro le cuesta trabajo. Yo fui tres años a escuela de monjas, que recuerdo como si fuera ayer”.

Ingrid Martz (alumna Wanda y hermana María Martha): “Soy la típica niña que quiere participar en todo siempre y que todo lo sabe y puede, que siempre le quita la palabra a la gente y quiere ser la primera en calificaciones, y baila y canta. Mi personaje requiere de mucha energía”.

Anilú: “El éxito de la obra radica en que hace revivir cosas de la infancia”. Ingrid: “Tengo voz de pito. Dejé de hablar en la primaria porque una maestra se burlaba de mi voz. Mi papel es el de una niña que aturde, que harta”.

En la vida real, estas actrices oscilan alrededor de 30 años de edad.

La develación de la placa de las 200 representaciones estuvo a cargo de Ernesto D’Alessio, Juan Osorio, Erik Elías y José Luis Reséndez.

 
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