Usted está aquí: jueves 10 de enero de 2008 Espectáculos Gustavo Loza protagoniza una película de terror en Filipinas

Pasa cinco días en prisión acusado de terrorismo, tras ser invitado por el gobierno de ese país

Gustavo Loza protagoniza una película de terror en Filipinas

El aeropuerto de Manila, la locación

Una guardia del lugar, la villana de la historia, lo inculpa de traer una bomba y poner en riesgo el vuelo

Le piden 5 mil dólares por dar carpetazo al asunto

Juan José Olivares

Ampliar la imagen Miles de devotos rezan en Manila durante la espera del paso del Cristo negro, imagen de madera labrada en México y llevada a la capital de Filipinas en el siglo XVII, que es venerada aquí por los católicos isleños Miles de devotos rezan en Manila durante la espera del paso del Cristo negro, imagen de madera labrada en México y llevada a la capital de Filipinas en el siglo XVII, que es venerada aquí por los católicos isleños Foto: Reuters

El cineasta mexicano Gustavo Loza, realizador de la cinta Al otro lado (que habla sobre la separación de las personas, que emigran por necesidad) estuvo a punto de convertirse en el personaje principal de una película de terror, rodada en una locación lejana, al vivir en carne propia, comentó, lo que es un sistema judicial “corrupto”: el de Filipinas.

En un hecho que bien pudo filmarse en corto o largometraje, el también director de la serie televisiva El pantera casi fue la causa de un conflicto diplomático entre el gobierno de México y de Filipinas, luego de que en ese país estuvo cinco días en una cárcel acusado de terrorismo.

Este fue el claquetazo inicial de esta historia: Loza fue invitado el pasado diciembre por el gobierno filipino, por medio de su Comisión de Cultura (digamos, el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes de ese país) para ofrecer un taller de dirección cinematográfica. La Secretaría de Relaciones Exteriores y la embajada de México, lo contactan a petición de los filipinos. Da su curso, además de presentar su cinta Al otro lado, con la presencia de ministros y embajadores.

Otra secuencia del imaginario filme. Locación: aeropuerto de Manila. Día: 24 de diciembre: Luego de una cuarta revisión que le hicieron a todos los pasajeros, en la sala de abordar, le aplican a Loza una revisión más. Una guardia de apellido Ramos le pide que volviera a mostrar la bolsa en la que guardaba su computadora y su cámara fotográfica, entre otros objetos personales.

Entre una y otra revisión

Cámara, acción: la mujer le dice que su maleta se siente “muy dura. ¿Qué es lo que trae”, le pregunta. En idioma inglés, Loza responde que es una cámara. La mujer insiste, y él reitera –ya en español– que era su cámara. En ese momento, la guardia se molesta y afirma: “¡que traes una bomba!” El mexicano le contesta: nunca te dije una bomba. Y ella vuelve a afirmar que sí, que le había dicho que traía una bomba.

Otra toma: el cineasta saca las cosas de su maleta, se las revisan una vez más. Se va a sentar y 20 minutos más tarde lo llama otra persona para solicitarle que lo acompañe. Le pide su pase de abordar, se va. Llegan unos oficiales y lo detienen. La mujer que lo acusó, delante de los policías, les comenta que el mexicano la había amenazado y que tenía una bomba, poniendo “en riesgo el vuelo”. Loza asegura a los oficiales que la mujer estaba mintiendo, pero aún así lo llevan detenido bajo sospecha de terrorismo.

En su guión de denuncia, Gustavo Loza dice: “dijeron que había una carta de una pasajera que afirmaba que yo había dicho que tenía una bomba. Nunca me la enseñaron, pero, según dicen, la presentaron como prueba. Pedí hacer una llamada a la embajada, pero se negaron hasta que un policía me pidió dinero por prestarme su celular; así, hablé con José Orama, de la embajada de México. Le avisé y fueron de inmediato. Pensé que iba a salir al momento, pero fue lo contrario: cuando los policías vieron al embajador –que les dijo que yo era invitado del gobierno de Filipinas– se enojaron más. Pasé la noche allí, pero al día siguiente lo que hicieron estas autoridades del aeropuerto fue mandar el caso a la corte y se complicó todo, me quedé cinco días en una estación de policía: un lugar asqueroso, donde me tuvieron sin comer, sin tomar agua ni bañarme”.

En la secuencia climática de la posible obra, el cineasta estuvo en un cuarto acompañado de tres hombres, quienes, cada que se les antojaba, lo hostigaban diciéndole que se iba a quedar encerrado al menos un año. “Estuve bajo amenazas y en pésimas condiciones. Me presionaron todo el tiempo con la amenaza de que me iba a quedar encerrado, sobre todo porque había llevado a la gente de la embajada. Les vale madre quien seas. En ese país no pasa nada”.

Los héroes fueron Relaciones Exteriores y la embajada de México en Filipinas, “que se movieron rápido”. Los personajes villanos fueron quienes lo invitaron (la Comisión de Cultura de Filipinas), que dijeron al cineasta que no habían intervenido porque los de México no les habían pedido el favor y que no era su responsabilidad, “que era obligación de la embajada atenderme y no de ellos. Hasta que presionó el gobierno de México diciendo que si no me soltaban iba a haber un problema diplomático”.

Mordida para agilizar trámites

El cierre de este rodaje, el viernes 28, fue su salida del separo, pero no podía abandonar Filipinas porque sus documentos estaban en la corte de ese país, donde “me pidieron una mordida: querían 5 mil dólares para dar carpetazo al asunto”. Tuvo que dar de su bolsillo 2 mil dólares al abogado para que moviera los hilos en la corte. “La embajada me dio otro pasaporte. Estoy seguro que fue un acto con todas las ganas de chingar, porque los policías que me detuvieron primero me pidieron 200 mil pesos filipinos (50 mil pesos mexicanos) para soltarme. Me dijeron que había dos vías: la corta y la larga, pero que la primera se extinguió debido a que había llamado a mi embajada. Me querían hacer firmar un documento que yo no entendía. ‘No soy delincuente’, les dije. Sin embargo, sí firmé un papel para exonerar a los policías que me habían detenido”.

Sobre esta historia, que Gustavo Loza desea que no la protagonice nadie (“imagínate: a mí me había invitado el gobierno. No quiero pensar que le ocurra a un turista común”); hará una denuncia a la Corte Internacional vía Amnistía Internacional por haber sido privado de su libertad en un lugar lejano, “tan corrupto, que hace que te sientas vulnerable y con un miedo indescriptible.

“Si creíamos que México era muy corrupto, habría que viajar a Filipinas”, concluyó.

 
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