Usted está aquí: lunes 7 de enero de 2008 Opinión México SA

México SA

Carlos Fernández-Vega
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Sálvese quien pueda

Imparable, la escalada de aumentos de precios

Segundo enero consecutivo de la “continuidad” con brutal escalada de precios, que hace memorable aquel compromiso de campaña que a la letra decía: “para que vivamos mejor (…) les vamos a pagar la mitad de sus recibos de luz y gas, con posibilidad de llegar a 100 por ciento en ambos casos” (Calderón dixit, Veracruz, 19 de junio, 2006). Letras doradas en muro de honor, junto a frases célebres como aquella de 7 por ciento de crecimiento anual, con su millón 350 mil nuevos empleos.

Y “para que vivamos mejor”, en los hechos, no sólo se han incrementado los precios de los bienes y servicios del sector energético, sino los de alimentos básicos, medicinas, educación y demás, con un gobierno (así se autodenomina) que permanece pasivo ante la escalada. Entonces, si ese es el concepto para que los mexicanos “vivan mejor”, sálvese quien pueda.

La “continuidad” se sentó en Los Pinos, luego de acordar con el “cambio” saliente el aumento masivo de precios, entre los que sobresalieron los de la leche popular (28 por ciento), tortilla, maíz, pan, gas, electricidad, gasolina, transporte, educación, tarifas en general, cigarros, refrescos y lo que se presentara, al tiempo de reforzar la política de topes salariales nunca mayores al crecimiento inflacionario oficial.

Parte del acuerdo fue (15 de noviembre de 2006) el “sobreprecio” de 29 centavos por litro a la gasolina Premium y de 16 centavos al diesel, más IVA, alza adicional a 37 y 25 por ciento de incremento, respectivamente, para los mismos productos a lo largo del sexenio del “cambio”. Esa fue la despedida del “cambio” y la llegada de la “continuidad”.

Ya en pleno ejercicio del “nuevo” gobierno se registró el tortillazo segunda parte (el de enero de 2007) y a lo largo del primer año le siguieron tantos “azos” como puedan imaginarse, mientras se cocinaba el que hoy le vuelve a romper el esquema a los de por sí escuálidos bolsillos de la mayoría (léase el gasolinazo).

Pero no sólo en Los Pinos son expertos en el arte de la simulación. En plena escalada, en enero de 2007, los siempre sensibles legisladores “exhortaban” a Felipe Calderón a poner en marcha “un programa urgente” para frenar los aumentos de precios en productos básicos como la tortilla, leche, pollo, carne de cerdo y res, y en un acuerdo “de urgente y obvia resolución” y “por unanimidad” le pedían (como si el Legislativo no tuviera instrumentos legales para actuar por iniciativa propia) “instruir a los secretarios de Economía, Eduardo Sojo, y de Agricultura, Alberto Cárdenas Jiménez; así como al procurador federal del consumidor, Antonio Morales de la Peña, que en tanto se establezcan los precios de los granos, se implementen los mecanismos provisionales para evitar que los incrementos en los precios de la tortilla, huevo, leche, pollo, carne de res y de cerdo, afecten la economía de los más necesitados, y que las medidas que se tomen no afecten a los productores nacionales de maíz”.

Resultado concreto del “exhorto” y “exhortado”: “en el primer año de gobierno de Felipe Calderón, la canasta básica del mexicano –integrada por 42 alimentos y productos de limpieza e higiene personal– ha subido de precio 35 por ciento. Así, mientras en diciembre de 2006 una familia requería 818.44 pesos para su adquisición, hoy debe gastar para los mismos artículos mil 103.63 pesos. Esta variación es siete veces superior al incremento que en el mismo periodo tuvieron los salarios contractuales o los que se pagan en la industria manufacturera, que fueron de 4.5 por ciento en promedio, según información de la Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco) y del Banco de México, respectivamente. De este modo, y más allá de lo que oficialmente se reporta para este año, como el aumento de 3.9 por ciento en la tasa de inflación para el conjunto de la economía, los precios de los productos básicos han experimentado alzas inclusive superiores a ciento por ciento.

“De acuerdo con un seguimiento puntual a los productos que consigna la Profeco para los componentes de la canasta básica de consumo, destacan en esas alzas la harina de trigo, que pasó de 5.25 pesos por kilogramo en diciembre de 2006 a 10.50 el pasado 15 de diciembre, y las lentejas, con un aumento de 102.5 por ciento, al incrementarse de 4 a 8.10 pesos el kilogramo. Sin bien este repunte de precios general se mantuvo constante a lo largo del año, fue especialmente severo a partir de octubre, cuando fue aprobado un impuesto adicional de 5 por ciento al consumo de gasolina. Aunque el gobierno de Calderón Hinojosa pospuso ese incremento hasta el próximo primero de enero, el mero anuncio devino en una inmediata escalada de aumentos” (La Jornada, 20 de diciembre, 2007).

Y para que se cumpla la promesa de campaña, aquella de “…vivir mejor”, el numerito se repite en el arranque de 2008, segundo año de la “continuidad”. Apenas contabilizados unos cuantos días del nuevo enero, a pleno galope van los precios de alimentos básicos, de la mano del incremento a tarifas eléctricas (para los consumidores domésticos) y gasolinas, que repercutirá en toda la cadena productiva, más los nuevos impuestos (en campaña prometió erradicar gravámenes) que harán prácticamente imposible la supervivencia de micros y pequeñas empresas, y complicará más la de las medianas.

Las rebanadas del pastel

Si de amenazas se trata, ojo mortales que apenas arranca 2008: “a pesar de los incrementos muy drásticos en algunos bienes de consumo indispensables para la población como el maíz o el trigo, que duplicaron su precio este año, hemos podido afortunadamente mantener unas tasas de inflación bajas en proporción a las que se han registrado en otros países de América Latina y del mundo, (…) y seguiremos con políticas públicas (…) de manera que no se afecte a la población con aumentos de precios… buscamos evitar daños a la economía de las familias con menores ingresos” (el de Los Pinos dixit)… Mi agradecimiento a los integrantes del Grupo María Cristina, con Eduardo Ibarra a la cabeza, por su cortesía y generosidad.

 
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