Usted está aquí: jueves 3 de enero de 2008 Opinión One more year!

Miguel Marín Bosch

One more year!

Dentro de un año el presidente George W. Bush estará haciendo sus maletas y dejará la Casa Blanca. Seguramente regresará a su rancho en Texas para retomar su vida de vaquero de parabrisas, como lo describió Vicente Fox. De caballos sabe poco, pero promueve su imagen de cowboy. Prefiere la silla de un todoterreno a la de un caballo.

Del Medio Oriente tampoco sabe mucho, pero en estos últimos meses, a instancias de Condoleezza Rice, su secretaria de Estado, ha venido tratando de resolver un problema que parece no tener solución. Hace un mes, en Annápolis, Maryland, logró reunir a casi todos los principales actores de la región, incluyendo a Arabia Saudita y Siria, pero excluyó a Hamas (que ahora manda en la Franja de Gaza). Irán tampoco participó.

Al igual que Bill Clinton, Bush ha decidido involucrarse en el Medio Oriente en las postrimerías de su mandato. De hecho, el único presidente estadunidense del último medio siglo que se interesó en la región desde el principio de su gobierno fue Jimmy Carter. Y tuvo éxito.

Bush no puede seguir en el poder. En un principio la Constitución estadunidense no fijó un límite al número de veces que una persona podía ser elegida a la presidencia. En 1947, tras las cuatro elecciones de Franklin Delano Roosevelt (FDR), el Congreso se apresuró a aprobar una enmienda constitucional que entró en vigor en 1951 limitando a dos los mandatos presidenciales. Pero el Congreso no limitó los mandatos de senadores y diputados.

George Washington fue elegido dos veces y sin oposición, pero se rehusó a aceptar un tercer mandato. Thomas Jefferson insistió en que ocho años eran suficientes. Y así se quedó hasta FDR. En años recientes se han presentado varias iniciativas en el Congreso para abolir la enmienda de 1947. Los incondicionales de Bush han insinuado en más de una ocasión que la lucha contra el terrorismo internacional requiere continuidad en el mando y que Bush debería seguir.

Algo de envidia le habrá ocasionado a Bush cuando ve lo que ocurre en el mundo. Dejemos de lado el intento de Hugo Chávez por modificar la Constitución venezolana, adecuándola a la estadunidense original, es decir, nada de límites al número de elecciones. ¿Qué pensará Bush de lo ocurrido en Argentina? El pasado 10 de diciembre Néstor Kirchner le entregó la banda presidencial a su esposa, Cristina Fernández de Kirchner. Ésta se convirtió en la primera presidenta de Argentina electa por voto popular.

Por esas fechas Vladimir Putin consumaba una travesura parecida para perpetuarse en el poder en Rusia. Proclamaba a Dimitri Medvedev como su sucesor en la presidencia y éste declaraba que nombraría a Putin como primer ministro el año entrante.

Hace 10 días en Uzbekistán, el presidente Islam A. Karimov fue elegido por tercera vez, aunque la Constitución de ese país, al igual que la estadudinense, estipula que sólo puede haber dos mandatos. ¿Cómo le hizo? Bush debe preguntarse dónde quedó la bolita. De hecho Karimov gobierna desde 1989 cuando asumió el cargo de secretario general del entonces Partido Comunista de esa república soviética.

En Siria la presidencia de los Assad parece ser hereditaria. El asesinato de Benazir Bhutto ha resultado en la elección, como copresidentes del Partido Popular de Pakistán, de su hijo y marido. En India los Gandhi (Nehru) llevan décadas al frente del Partido del Congreso.

En Estados Unidos no cantan mal las rancheras. De ser electa Hillary Rodham Clinton podría pasarse (otros) ocho años en la Casa Blanca. De ser así, la residencia presidencial habrá estado ocupada por dos familias desde 1989 y hasta el 2017, 28 años entre los Bush (padre e hijo) y los Clinton (marido y mujer).

A muchos mandatarios estadunidenses les entra cierta prisa en cosechar logros al final de su administración. Eso es lo que llamo el síndrome de Mount Rushmore, esa montaña de granito en el estado de Dakota del Sur en la que esculpieron las caras de Washington, Jefferson, Lincoln y Theodore Roosevelt. Todo presidente le gustaría acabar ahí, en esa especie de escalera al cielo político, cuando menos de manera simbólica. De ahí la incursión de Bush en la problemática del Medio Oriente.

De haberlo querido, Nelson Mandela aún sería presidente de Sudáfrica. Al igual que Washington tuvo el tino de autolimitarse a dos mandatos. Vean lo que ocurre en Zimbabwe, donde Robert Mugabe se ha perpetuado en el poder.

Bush no podrá prolongar su presidencia. De ahí su búsqueda de cuestiones que le proporcionen un legado positivo. Pero escogió el Medio Oriente. ¿Por qué no hizo algo bueno en la reciente conferencia sobre cambio climático en Bali? Ahí está Al Gore con su Premio Nobel de la Paz. Tony Blair, ya lo hemos comentado en este espacio, tuvo una oportunidad única cuando llegó el momento de renovar el arsenal nuclear del Reino Unido. Pudo haber pasado a la historia como el pionero de un verdadero desarme nuclear.

Bush no ha escogido bien su escalera para llegar a Mount Rushmore. Pero por muchos éxitos que pudiera conseguir en el último año de su mandato, su legado será negativo: Irak y un déficit presupuestario en términos reales sin precedente.

 
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