Usted está aquí: lunes 31 de diciembre de 2007 Opinión Reporte Económico

Reporte Económico

David Márquez Ayala
http://www.vectoreconomico.com.mx

La migración interna en países de América Latina

En Panorama Social de América Latina 2007 la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal-ONU) dedica un capítulo a las tendencias recientes de las migraciones dentro de cada país, definiendo a dichas migraciones como el traslado de residencia de una división administrativa (estado o entidad federativa) a otra.

Al respecto, la Cepal señala que dicha migración interna está disminuyendo en intensidad por primera vez en décadas, lo que constituye una tendencia imprevista. Utilizando como referencia las últimas cifras censales uniformes de 1990 y 2000, el estudio establece que en América Latina y el Caribe el porcentaje de migrantes internos dentro de la población de las divisiones administrativas mayores era en 1990 de 17.5% y para el año 2000 sólo aumentó a 17.7%, tratándose de migración absoluta o de toda la vida; y que en el caso de la migración interna reciente (en los pasados cinco años) el porcentaje bajó de 5.1 en 1990 a 4% en 2000. Similarmente, la población de migrantes internos en las divisiones administrativas menores era de 34.2% de la población total en 1990 y únicamente aumentó a 35.2 en 2000 en el caso de los migrantes de toda la vida; y en el caso de los migrantes recientes (cinco años) bajó de 12.6 a 8.7% entre 1990 y 2000.

Tradicionalmente las áreas de migración neta positiva (receptoras) son por lo general las de mejores condiciones de vida, ciudades grandes que solían tener capacidad para recibir en buenas condiciones a los migrantes. Esta situación está cambiando por fenómenos como el de la suburbanización, zonas habitacionales en ámbitos conurbados o cercanos a las grandes ciudades carentes o pobremente dotadas de infraestructura, que requieren importantes inversiones públicas aun cuando se originen en decisiones y negocios de tipo privado.

En el otro extremo están las tradicionales áreas económica y socialmente rezagadas, que son las expulsoras de población. Este es el caso del campo y de diversas zonas identificadas por la pobreza crónica y, muchas veces, por la concentración de población indígena (Gráfico 1).

Esta migración del campo a las ciudades fue en América Latina de 19.6 millones de personas entre 1990 y 2000, mientras que en el mismo lapso la población urbana de 10 años y más aumentó 58.3 millones, lo cual indica que la migración representó 33.7% del incremento poblacional urbano (Gráfico 2). En México la migración neta del campo a la ciudad fue de 4.2 millones de personas entre 1990 y 2000, mientras que la población urbana (de 10 años y más) aumentó en 13.1 millones por lo que la migración contabilizó 31.9% de tal incremento poblacional.

Cabe destacar, sin embargo, que la pérdida de población de las zonas de mayor atraso no es aleatoria, sino que incide básicamente en la población joven y en general en la más calificada, erosionando así la base de recursos humanos necesarios para el desarrollo de esas zonas pobres y de expulsión. Así, la migración puede ser una vía de escape para quienes emigran, pero agrava la situación de estas zonas y afecta negativamente a quienes allí permanecen, lo que constituye una verdadera trampa territorial de pobreza.

Entre los migrantes predominan los jóvenes, las mujeres y las personas con niveles educativos superiores al promedio. De hecho, el estereotipo del migrante interno poco calificado, propio de la época en que prevalecía la migración típica del campo a la ciudad, no se aplica ya ni siquiera a grupos que todavía tienen una localización mayoritariamente rural, como las etnias originarias (indígenas). En México, por ejemplo, de la población indígena existente en el año 2000 tenía estudios superiores 4.2% de los migrantes internos; y de la población no indígena, tenía estudios superiores 13.4% de los migrantes (Gráfico 3).

El avance de la urbanización regional, indica la Cepal, ha modificado el perfil de los migrantes internos, que ahora se trasladan mayoritariamente entre ciudades haciendo que los desplazamientos actuales ya no sigan el patrón concentrador de décadas pasadas. Si bien en la mayor parte de los países la ciudad principal aún es atractiva, en las ciudades más grandes se ha producido desde la década de los 90 una inflexión migratoria que los ha llevado a la emigración neta por una mayor salida que entrada de población hacia otros nodos dinámicos del sistema urbano (Gráfico 4).

De este modo, la migración interna en su faceta intrametropolitana está propiciando la consolidación de un sistema de ciudades más diverso y menos asimétrico, que es más favorable para el desarrollo económico y social que los sistemas urbanos primados que caracterizan a muchos países de la región.

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