Usted está aquí: lunes 31 de diciembre de 2007 Opinión Desde el otro lado

Desde el otro lado

Arturo Balderas Rodríguez
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Corte de caja

El año que termina no cambia mucho la pauta de la relación que México y EU han sostenido a lo largo de su historia. En años recientes las similitudes se han acentuado, aunque de ellas nuestro país no se ha llevado la mayor parte. México es tal vez la nación en la que los tropiezos estadunidenses tienen efectos más evidentes. La economía mexicana está íntimamente relacionada con la de nuestro vecino. Por más esfuerzos que se hagan para explorar una mítica diversificación, las relaciones entre uno y otro son más intensas que nunca. Cerca de 80 por ciento de nuestro comercio se realiza con ese país; las diferencias culturales entre uno y otro de repente parecen desvanecerse, particularmente entre los estratos medios de la sociedad mexicana y los gustos gastronómicos y estéticos de la estadunidense; hay una proclividad de México para aplicar con mayor celo las pautas estadunidenses de disciplina fiscal y libre mercado. (Paradójicamente en EU hay una creciente política de subsidios y desorden fiscal; sería deseable que México fuera consistente en su relación simbiótica y apoyara mediante subsidios a los campesinos que pudieran resultar más dañados cuando entre en vigor la última etapa del TLCAN.)

El renglón en el que ambos países tienen mayor interacción es en los movimientos poblacionales. Los cruces entre uno y otro promedian un millón diariamente; los estadunidenses vienen a residir en creciente número a México, especialmente los jubilados (un millón, se calcula); los mexicanos continúan su peregrinaje al norte en busca de una oportunidad para sobrevivir. La simbiosis entre ambas naciones es desigual y combinada; sin embargo, hay una característica que se acentúa y el año que termina lo ratifica: las diferencias sociales y económicas son en ambos países cada vez más marcadas. La concentración del ingreso en nuestro país es oprobiosa. En EU algunas voces critican la creciente brecha social donde se caracterizaba hasta hace algunos años por una distribución menos desigual del ingreso. Katrina puso al descubierto algo de lo que los estadunidenses no estaban al tanto (o no querían estarlo): la depauperización de grandes capas de su población. Tal vez la diferencia entre uno y otro país es que en el más pobre este abismo social puede derivar en una indeseable conflagración, y en el rico existen los mecanismos, el dinero y al parecer la voluntad, para atenuar esas diferencias.

2007 no cambió mucho las tendencias ya apuntadas; más bien las acentuó. Sin embargo, los estadunidenses no parecen tener respuesta para una guerra sin pies ni cabeza. No obstante que 60 por ciento tienen serias reservas en contra de permanecer por más tiempo en Irak, ese porcentaje no parece concretarse en una política coherente para salir del atolladero. Es más, muchos ya no se preguntan el porqué de esa guerra, sino sobre si la estrategia es equivocada o correcta. Esto, junto con el impresionante crecimiento económico de China e India en el mediano plazo, puede tener funestas consecuencias para EU y para México también.

 
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