Usted está aquí: domingo 30 de diciembre de 2007 Deportes La fama me llevó a la droga y al alcohol, pero me rehabilité: Pierrot

En la década de los 90 fue el boom de la lucha libre y desbancamos al futbol, recuerda

La fama me llevó a la droga y al alcohol, pero me rehabilité: Pierrot

Hace nueve años que dejé las adicciones, pues estuve bastante grave, rememora

Místico es un fenómeno de la televisión y atrae a la gente por sus facultades, expone el más rudo de los rudos

Juan Manuel Vázquez

Ampliar la imagen Después de conocer los claroscuros de la fama, Pierrot ahora disfruta de su familia Después de conocer los claroscuros de la fama, Pierrot ahora disfruta de su familia Foto: Árturo Ávila Cano

“La primera vez que vi la lucha libre regresé a mi casa muy contento y aplicando llaves, y al llegar les dije a mi padres: voy a ser luchador.”

Así, sin mayor justificación, un simple accidente del azar fue lo que determinó la profesión y vida de Norberto Salgado Salcedo, mejor conocido como Pierrot, porque en la vocación de nada sirven previsiones ni cálculos, es el puro instinto el que manda.

Fue una decisión abrupta, pero acertada, que lo llevó a conocer el éxito en los cuadriláteros, la fama pública, el dinero, y como suele ocurrir en estos temas: las rudezas del triunfo.

El más rudo de los rudos, como se califica a sí mismo, padre de familia y herrero por oficio, Pierrot cuenta a La Jornada los claroscuros, las caídas y las asperezas de la fama que vive un ídolo popular.

Confiesa: “me consideré un superestrella y la fama me hizo perder el piso... caí en el alcohol, en las drogas... me alcoholizaba constantemente, casi a diario. Hubo un momento en que estuve bastante grave, porque no me podían aplicar varios medicamentos, pues tenía mucho alcohol y drogas en el cuerpo”.

Sin embargo, son ya nueve años los que el luchador asegura haber dejado atrás sus adicciones y ahora disfruta, como él mismo dice, lo que consiguió “a base de chingadazos”.

Me considero una estrella

–¿Cómo vivió la fama Pierrot?

–La fama hay que tratarla con pincitas, porque, si no, llega un momento en el que se pierde el piso. A mí me llegó en grande, más cuando me dieron el premio de luchador del año; creí que ahí me iba a quedar, pero eso es una mentira. Eso les pasa a los muchos luchadores de hoy: pierden el piso, pero al rato van a caer porque todo lo que sube, baja. Es una ley de gravedad.

Añade: “Estoy consciente de que esto se termina. Vienen las lesiones, y las facultades tienden a mermarse, y yo fui una historia de la lucha libre, me considero una estrella, me consideré un superestrella. Ahora mucha gente me recuerda, pero todo lo que empieza termina. Logré lo que quise: estar en la cúspide de la lucha libre, y como me dicen muchos, me abrí el camino a base de chingadazos. ¡Qué bueno, porque eso se valora más!

–¿Y Pierrot perdió el piso con la fama?

–Lo perdí en el sentido de mujeres, dinero, de que era luchador y creía que merecía todo. Caí en el alcohol, caí en las drogas. Gracias a Dios tengo nueve años que lo dejé y por mi propia convicción, sin ayuda de nada ni nadie. Se acabó, sufrí bastante, pero se acabó.

–¿Por qué esto sucede a menudo en los ídolos populares?

–Porque conoces a bastante gente, y te ofrecen cosas, y uno (dice): ‘a ver, déjame probarlo’. Estaba flotando en la fama, pero por desgracia, todo se acaba.

–¿Cómo compartía la imagen del deportista ejemplar y el lado salvaje del ídolo?

–Lo compaginaba bien, porque sólo me dedicaba a la lucha libre. Luchaba a diario, me alcoholizaba constantemente, pero resistía bien, porque tenía bastante condición y no dejaba de ir al gimnasio, aunque estuviera como sea, me levantaba: era la juventud. Después vienen las consecuencias.

–¿Y cuáles fueron?

–Disminuyó mi fortaleza, me tranquilicé un poco, pero después seguí (con los excesos) y llegó un momento en que empecé a lesionarme.

“Estuve bastante grave porque no me podían aplicar varios medicamentos; tenía tanto alcohol y drogas que no se podía hacer nada más.”

Supera los días de crisis

Sin embargo, hace años quedaron atrás los días de crisis, y ahora se muestra como un padre de familia cariñoso y recuerda con orgullo lo que considera la época dorada de la lucha libre en México, “el verdadero boom”, a principios de la década de los 90, cuando la televisión abierta dio espacio al mundo del pancracio, las patadas y las máscaras.

“Desbancamos al futbol –menciona satisfecho–, y en ese auge todos llenaban (las arenas), todos los luchadores donde nos presentábamos, cualquier encuentro: Pierrot contra Máscara Sagrada, el Dandy contra la Bestia, Atlantis, Lismark, toda esa gente llenaba; por desgracia, ahora no. Hoy, nada más uno o dos: el Místico.

“Para mí, él es un fenómeno más que nada de la televisión, para los niños; está chiquito, menudito, no tiene cuerpo de luchador, pero tiene demasiadas facultades, y creo que es lo que le llama la atención a la gente: lo pequeño y lo ágil”, reflexiona Pierrot.

Pero esto no es nada, porque el verdadero boom de la lucha libre fue en 1990, vuelve a atajar, porque la memoria es engañosa y todo lo pierde o lo confunde.

Y Pierrot recrea o revive, que al fin es lo mismo, nombre tras nombre de glorias pasadas: Ulises, Atlantis, el Dandy, Ángel Azteca (qepd), Lismark, entre otros que formaron parte de la Empresa Mexicana de Lucha Libre.

“Desgraciadamente, por malos manejos de un señor, Antonio Peña, surgió la Triple A y, como se sabe, todo lo que toca Televisa lo convierte en excremento”, lamenta el ídolo de la máscara amarilla y negra, y pone de ejemplo:

“Ahorita Místico está viviendo un gran momento, se lo van a meter tanto las cámaras de televisión, va a hacer una telenovela, está en todos lados, hay tanto que al ratito la gente se va cansar. Para mí, eso es malo: estar sólo con una persona.

“El luchador que ganó Bailando por un sueño (el reality show que produjo Televisa), fue Latin Lover, no se lo han acabado, pero están a punto”, sentencia el más rudo sobre el cuadrilátero.

 
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