Usted está aquí: domingo 23 de diciembre de 2007 Opinión Hombre, bestia y sentir

Leonardo Páez
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Hombre, bestia y sentir

Ampliar la imagen Israel Torres, durante la penúltima corrida de la Feria Nacional de Zacatecas, donde logró dos orejas Israel Torres, durante la penúltima corrida de la Feria Nacional de Zacatecas, donde logró dos orejas Foto: Notimex

Isabel Galván Rocha envía este inspirado correo: “Expresión cultural tan antigua como la fiesta brava implica obviamente un conocimiento de años; le comparto la experiencia única que fue asistir a una corrida por primera vez.

“Fue una tarde de noviembre de 2007, en la Plaza de Toros México, y siendo insumisa como soy, miraba las dos partes: la de jóvenes ambientalistas afuera y dentro del coso, un caudal hacia un triple sentido que atrapa diversas emociones, desde la pasión del torero, la sangre y la fatiga del animal, aunados al corazón de quien por primera vez los presenciaba... 

“En la plaza ya me encuentro y la hago mía, porque somos tres quienes nos encaminamos en la misma senda: un hombre, una bestia y un sentir. El sentir soy yo, porque intimo sin hablar, porque me abro, me enciendo, me apasiono, me espero y me extingo al morir por dentro un poco. El torero, vestido de luces, con pensamientos que transitan por su ser y emociones que se descubren como tiernas flores al amanecer, piensa, siente, y en suspiros toca enfrentar su suerte o su muerte. 

“Despliega su capote ante la bestia, la alienta y la llama con voz que sólo se escucha entre ellos, el toro atiende y acude, el hombre escruta con sensibles miradas que buscan abrir el oscuro e impenetrable proceder del que asola la purpúrea tela. El sentir calla y lo admira, entra en comunión, estoy ante él, en sentido, y al dar peso a un sentido, siento y me muevo con él y con el toro, porque no estoy aquí, estoy en él.

“Emociones que se entrecruzan con sentimientos de angustia y de pesar, de la fuerza que se rinde ante el orgullo; hay soberbia y se ostenta ante quien se sabe poderoso como el toro y la mente del torero, que es el hombre que argumenta con su astucia y su destreza.

“La montura con un jinete decidido, torpe el caballo con sus ojos cancelados, lleva a cuestas la carga de un peto que protege su cuerpo de astas decididas. El toro embiste, no se arredra de su acto, y el picador con la fuerza de su brazo asesta el duro golpe en el lomo de la bestia; la suerte de varas está hecha. El sentir entra en comunión con la bestia, que es el toro, es enigma, es silencio, no se postra y no es vencido, sigue adelante, más cansado...

“El tercer tercio comienza y estoy en él, soy yo la del sentir, que acosa y persigue sus sensaciones, que al estar en la mente y el cuerpo del torero concibe la astucia con la dureza que dan las experiencias del pasado; capturo e hilvano las emociones que su pasión desborda, transitan hacia mí y me alejo porque las he sentido.

“Con la muleta, en momentos esa comunión hombre-toro y toro-hombre, en sinergia, empuja a más, hay algarabía y oles, se suceden instantes de tensión o un pesado silencio. El sentir, que soy yo, mira al toro, lo observa y se adentra, es misterio, es símbolo que prestó con urgencia un ánimo encendido que se agita y se agota; es suspiro, es la sangre que se escurre lentamente por su lomo; ya no puede más, sólo espera; yo me retiro...”

 
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