Usted está aquí: viernes 21 de diciembre de 2007 Opinión Niemeyer 100

Emir Sader

Niemeyer 100

El arquitecto brasileño Oscar Niemeyer cumplió 100 años el 15 de diciembre. Nació en Río de Janeiro, ciudad inspiradora con sus sinuosas curvas en cielo, mar, playas y mujeres, que lo convirtió en uno de los brasileños más importantes en la historia del país.

Por eso, para él, “lo importante es la vida y no la arquitectura”. Comunista, como una de sus identidades fundamentales, ingresó al Partido Comunista en 1945 y se mantuvo siempre fiel a sus principios, identificándose hoy con Cuba, Venezuela, Bolivia y Ecuador, y declarando que a pesar del carácter moderado de la administración de Lula apoya un tercer mandato del presidente de Brasil, derivado de la mejoría en la situación de los pobres y de la política externa soberana del gobierno.

Niemeyer se volvió un “símbolo mundial de la arquitectura latinoamericana”, según Roberto Segre, en Latinoamericana-Enciclopedia contemporánea de América Latina y el Caribe, publicada por la editorial brasileña Boitempo.

Niemeyer nació en Río de Janeiro, ciudad que lo inspiró con sus playas, las ondas de su mar, las curvas de sus mujeres, para adoptar su estilo de arquitectura. Se graduó de arquitecto en 1934 en la Escuela Nacional de Bellas Artes de Río de Janeiro, e inició su experiencia profesional en el estudio de Lucio Costa, con quien más tarde diseñaría Brasilia. El viaje de Le Corbusier a Brasil marcó su trayectoria profesional, “no solamente por la asimilación de los enunciados conceptuales, sino también por el descubrimiento del paisaje hedonista en torno de la capital carioca, con sus playas, sus acantilados y bosques y sus montañas, que inspirarían –junto con las imágenes femeninas– las persistentes curvas de sus obras”, afirma Segre.

Su primer premio internacional lo obtuvo con el proyecto del pabellón brasileño en la feria mundial de Nueva York (1939), después de haber hecho una de sus primeras obras dos años antes, con el proyecto del Ministerio de Educación en Río de Janeiro. Seguiría enseguida la iglesia de la laguna de Pampulha en Belo Horizonte, en el estado de Minas Gerais, cuando se inició su asociación con el entonces alcalde de la ciudad, Juscelino Kubistchek. En 1947 realizó, junto con Le Corbusier, el proyecto de la sede de Naciones Unidas, en Nueva York, seguido por el edificio Copan, en el centro de Sao Paulo, y el complejo del Parque Ibirapuera, también en esa ciudad.

Niemeyer estaba entonces en condiciones de dedicarse a su mayor obra arquitectónica, la nueva capital brasileña, Brasilia.

Con la dictadura militar de 1964, que lo procesó, Niemeyer tuvo que salir de Brasil. En esos años realizó obras como la Universidad de Constantine, en Argel; la sede del Partido Comunista Francés, en París, y las oficinas de la Editora Mondadori, en Milán. De vuelta en Brasil, con el final de la dictadura, construyó el modelo de las escuelas de tiempo completo durante el gobierno de Leonel Brizola en Río de Janeiro, así como el Sambódromo, por donde desfilarían las escuelas de samba del carnaval carioca. En Sao Paulo concretó el proyecto del Memorial de América Latina; en Niteroi el Museo de Arte Contemporáneo, además de un monumento dedicado al Movimiento de los Sin Tierra (MST), otro al movimiento Tortura Nunca Más, y uno más contra el bloqueo de Estados Unidos a Cuba, en La Habana.

Este hombre no deja de sorprender al mundo con sus proyectos y la firmeza de sus posiciones:

“Lo que me hace despertar todas las mañanas es lo mismo de siempre: la lucha, el comunismo puro y simple.”

Traducción: Rubén Montedónico

 
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